Ennio Morricone - El adiós a un grande

Un genio de película

Muchos consideran a Ennio Morricone el más grande compositor cinematográfico del siglo XX. Falleció en Roma el pasado 6 de julio y dejó un enorme legado
sábado, 11 de julio de 2020 · 09:01

Escribe Daniel J. Cerutti

Corresponsalía El Diario

Ennio Morricone nació en 1928, demostrando desde su juventud su interés por las manifestaciones musicales de todos los géneros; aspecto que lo llevó a estudiar música desde pequeño, especialmente trompeta y composición, antes de dedicarse a componer música para programas de radio, televisión y teatro. Como arreglador escribió más de 50 partituras para cantantes célebres como Gianni Morandi, y posteriormente los arreglos para el disco editado mundialmente “Paul Anka en Italia”, donde el cantante canadiense lució su voz a través de los magistrales aportes de la orquesta de Ennio Morricone, a principio de los 60.

A la edad de 33 años comenzó a incursionar en el cine, escribiendo e instrumentando numerosas películas, que exponían en proyección un estilo musical que posteriormente sería reconocido en todo el mundo.

 

La etapa más brillante

El poder empático de sus creaciones, la variedad atrapante de su notas, la utilización de los tiempos, asumiendo en cada sonido la identificación con el contexto puesto en escena, aspecto que no solo lo destacó en el séptimo arte, sino que escribió e interpretó para acontecimientos históricos, espectáculos de concierto, televisión y para eventos especiales. Como ejemplo concreto, su música fue empleada en trasfondo en dos torneos ecuménicos de fútbol, destacándose la marchita “Argentina... hacia el Mundial”, con que el músico italiano y en tema simple, con mezcla de instrumentos y ritmos latinoamericanos jerarquizó musicalmente aquella gesta de 1978, donde el equipo criollo obtuvo el primer torneo Mundial para nuestro país; quedando como un legado que Morricone nos dejó para los argentinos.

En cine musicalizó más de 500 creaciones de los grandes directores, destacándose en la cantidad como en la calidad de sus pentagramas, a los que solía dedicar días enteros, que brotaban como agua de manantial y frutos de su inspiración en todo momento; ello sin claudicaciones ante cualquier exigencia de los grandes directores a los que acompañó con su increíble propuesta musical. Simplemente y como muestra ejemplar, el título de Sergio Leone (western spaghetti histórico) “El bueno, el malo y el feo”, con una duración de 178 minutos, requirió más de 120 minutos de musicalización; Morricone afrontó la magnitud del guión ideado por Leone, Grimaldi, Vincenzoni y Scarpelli con una sensibilidad extraordinaria, logrando una banda de sonido reconocida universalmente.

Abarcó con su talento e inspiración (aunque no creía en ella) una obra excepcional, interpretando todos los géneros (de acción, western, dramas, de terror) incursionando además por aquellos de concepción política y testimonial como “Investigación de un ciudadano por sobre toda sospecha”, “Confesión de un comisario a un juez de Instrucción”, “La batalla de Argelia”, y la desconocida “La Quemada” - “Queimada” (en portugués) con actores excepcionales como Marlon Brando y Renato Salvatori.

Fruto de esa maravillosa inspiración, dejó un legado cultural extraordinario, y si no tuvo y si no logró antes el reconocimiento de las academias cinematográficas (como los Oscar de Hollywood), fue precisamente por haber musicalizado numerosos filmes de alto contenido ideológico, fruto del arte expuesto por directores de la talla de Gillo Pontecorvo, Franco Solinas, Elio Petri, Giuliano Montaldo, su amigo de infancia Sergio Leone (el de la trilogía western spaghetti), que se identificaban con agrupaciones políticas de avanzada ideológica en la época (sin exceptuar) la extraordinaria “Sacco y Vanzetti”, donde compartió la música con la reconocida cantante estadounidense Joan Báez. Todos filmes que representaron y jerarquizaron a través del cinematógrafo la denominada década de los 60, definida precisamente como los años dorados e incluyendo todas las artes sin excepción.

Como manifestábamos antes, la música de “El éxtasis del oro” (de “El bueno, el malo y el feo”) fue utilizada como cortina musical en una de las últimas olimpíadas y para nosotros el Maestro Morricone compuso la marcha oficial del Mundial 1978, acompañando los triunfos del seleccionado argentino y el festejo de Mario Kempes y compañía. Sin dar demasiada importancia al hecho de obtener la estatuilla del cine, finalmente en 2016 pudo acceder al Oscar, ubicando una de sus últimas creaciones de la mano del director Quentin Tarantino con el film “Los Odiosos 8”, que lejos estuvo de representar la mejor exposición musical del intérprete italiano, quien ya décadas antes hubiera merecido tal distinción.

Su gran capacidad e inventiva le permitió a componer temas como “Gritos, silbidos y susurros” y podemos afirmar que la música de los western spaghetti nació con Morricone. En la década del 70 comenzó a ser requerido por el cine norteamericano, musicalizando filmes como “El Exorcista 2” (1977), “Con las manos en el cielo” (l978) y “Los intocables” (1987), pero su carrera llegó a la cúspide cuando obtuvo su candidatura al Oscar por la música del magnífico filme “La Misión” y cuyo disco formato vinilo vendió cientos de miles de copias.

Posteriormente recibió otra nominación al Oscar por la música de “Gipsy”, y luego la distinguida “Cinema Paradiso” (de Giussepe Tornatore). De acuerdo a ello, Morricone escribió la música de más de 500 películas; destacándose además “Adiós Moscú”, “El Clan Siciliano”, “Metello”, “Juntos son dinamita” y otras no menos exitosas como “Chi Mai” (de “El profesional”) y “La Vida en el tiempo” de David Lloyd George. Su efectivo tratamiento de los espacios musicales le permitió ocupar momentos únicos en las secciones de cuerdas y vientos y ello fue destacado en publicaciones británicas, por sus continuos sucesos en shows artísticos como en publicaciones especiales. En múltiples ocasiones ha sido conceptuado como el más grande autor de cine de su generación, quizás solo comparado con el multipremiado autor norteamericano John Williams. Tal vez se pueda afirmar que en el contexto mundial, y referente a filmes contemporáneos, todos están convencidos del admirable talento de Ennio Morricone.

Su música, para todos los directores que la requirieran, significaba “valor agregado” y motivo esencial para jerarquizar el contenido emocional y estético de su proyecto audiovisual. Reconociendo en todo momento la capacidad, vocación y creatividad de los músicos colegas, el Maestro confiaba en las cualidades propias, afirmando siempre: “Yo solo interpreto mi propia música”. En verdad, la música de Ennio Morricone presta a la profunda acción de los personales y guionistas un fondo apasionante y sincero; constituye un protagonista más dentro del contexto fílmico.

 

Tango y bandoneón

Con el bandoneón del alemán Carel Kraayenhof y su imponente orquesta supo también sacar a luz imborrables sonidos, unificando su talento musical con el apreciable estilo del instrumentista teutón y la voz de la cantante portuguesa Dulce Pontes. Tanto Morricone como Kraayenhof no dejaron de resaltar en esos impecables arreglos a gran orquesta las influencias del recordado y extraordinario músico argentino Astor Piazzolla, verdadero motivo de orgullo para todos nosotros.

 

La despedida

En connotativo mensaje y como llamativo anticipo de su deceso (murió en un accidente doméstico que le provocó fractura de fémur y otras dificultades), entregó una carta dirigida a familiares y amigos, que textualmente dice: “Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos pocos lejanos que despido con gran afecto”.

El presidente de Italia, Sergio Mattarella, expresó “que la muerte de Ennio Morricone nos priva de un artista insigne y genial. Músico refinado y popular, dejó una huella profunda en la historia musical del novecientos”.

Todo dicho.

 

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