Entrevista

Eduardo Cabral, 30 años difundiendo el rugby en Israel

El villamariense hace tres décadas se radicó en aquel país. De formar parte del grupo de fundadores del rugby del Jockey Club, se convirtió en un docente y difusor de este deporte, reconocido internacionalmente
viernes, 23 de octubre de 2020 · 10:01

Escribe: Gustavo Ferradans

En pocas semanas se cumplirán 30 años de que se radicó en Israel, junto a su familia, y el paso del tiempo ha permitido que su nombre siga identificado con los veteranos locales del rugby villamariense, en cada charla y en cada anécdota.

De ser uno de los fundadores del rugby del Jockey, hoy es una personalidad reconocida entre los dirigentes y difusores del rugby internacional, un recorrido silencioso que transita a diario.

Eduardo Cabral, de él se trata, es villamariense de nacimiento, fue jugador de San Martín primero y del Jockey después. Hoy es un docente de este deporte, ya que difunde el mismo en numerosos colegios de Israel.

Hoy vive en la ciudad de Modiin, una de las más modernas de aquel país, luego de haber pasado más de dos décadas en Beerseba, donde se radicó en diciembre de 1990. Desde aquella ciudad mantuvo una larga charla con El Diario, contando sus experiencias y también sus recuerdos.

 

Sus comienzos

“Jugué al rugby en San Martín, entre los 16 y los 19 años, cuando la sede estaba en la calle San Martín. Se había dejado de hacer rugby, entonces el presidente nos invita a un grupo de jugadores, entre ellos Rossi, Morcila, Frúgoli, Ludueña y a mí, a jugar el Seven de Santa Fe. Allá nos habla para reflotar el club. Pusimos manos a la obra y empezamos a reclutar jugadores, entre ellos Carlos Giraudo, Carlos Vartalitis, Bicho Pérez y Mandy Becerra. En esos tiempos el club no tenía cancha; nos prestaban para entrenar en La Negrita y en la Sociedad Rural”.

“La sede social de San Martín se había transformado en un bar, era imposible hacer una reunión, no teníamos medios. Creció la idea de buscar otro club. Entonces Néstor Aliciardi nos acercó al Jockey Club. No había medios económicos, pero sí un terreno que era bastante propicio. Al principio fuimos un poco sin rumbo, pero con muchas ganas, porque teníamos un espacio nuestro. La presencia fundamental fue, por parte del club, la figura del doctor José Trombotto. Con su trabajo, el Jockey obtuvo la autorización de transmisión de carreras en vivo y en directo desde San Isidro, Palermo y luego La Plata. Solo Córdoba y Rosario la tenían. Eso cambió todo, porque ahora se podía apostar en Villa María hasta cinco minutos antes de que largara una carrera. En el club empezaron los cambios, el dueño del bar nos agradecía. Venía gente a comer y a ver las carreras de toda la región, todo se transformó y empezamos a tener ingresos. Trombotto me nombró tesorero y con una parte de esas ganancias se empezaron a construir obras para el rugby y para el turf. Se ganaba y se invertía también. La Municipalidad nos regaló muchos árboles”.

“En el terreno para impulsar el rugby eran grandes colaboradores Miozzo, Chiva Córdoba, Frúgoli, Mercadal, Ochoa, Lalo Rodríguez, Turco Mercado, entre otros. Yo jugaba y entrenaba y mi mujer se bancó todo eso. Ante esto, San Martín reaccionó y empezó a trabajar para volver al rugby”.

 

Nuevo destino

“Nos vinimos a Israel en diciembre de 1990, en medio de la hiperinflación en Argentina, Ya se van a cumplir 30 años. Para radicarnos elegimos una ciudad que se llama Beerseba porque tenía un buen hospital y una universidad. Eran indicios de una ciudad moderna y con futuro. Cuando llegamos era una ciudad como hoy es Villa María. Nos radicamos con mi esposa Adriana y mis hijos Ariel, Pablo y Laura, que eran todos muy chicos”, recuerda.

“En el tiempo que nos radicamos en Israel, el Estado proponía un programa de ayuda a los inmigrantes que aceptaban la invitación de radicarse en el país, te subsidiaban y te pagaban otros gastos, como la vivienda, con la exigencia de aprender el hebreo”, cuenta Cabral.

“Apenas nos radicamos empezó la Guerra del Golfo, y acá en Israel necesitaban gente que trabajara en distintos lugares. En ese momento trabajé en un supermercado hasta que terminó la guerra. Luego volví a estudiar y empecé a trabajar con pintura de obras. Me fue muy bien. Allá (en Argentina) no había pintado nunca ni una pared. Antes del año ya habíamos comprado una casa y un auto, mis hijos ya iban a la escuela y hablaban bien el hebreo. Yo iba con ellos a todos lados. A nuestros ojos, los chicos se transformaron en adultos. Ellos ya manejaban bien el idioma”, recordó.

 

Los tiempos en Beerseba

Cuando alguien emigra, la maleta más pesada es la de los recuerdos y el rugby ocupaba uno de esos espacios repletos de nostalgia para Eduardo Cabral. También en la de sus hijos varones que ya jugaban en los equipos infantiles del Jockey.

 “En Israel ya existía el rugby y comenzó con la llegada de neozelandeses y sudafricanos. Ahí se fundó la Unión para interactuar y empezaron una liga con pocos equipos, todo muy amateur. Se jugaba en varias ciudades, pero no en Beerseba. Antes habían estado unos australianos que jugaban, pero luego no se jugó más”.

“Cuando nos radicamos acá solo había fútbol y atletismo. Pensamos en hacer rugby y arrancamos con un grupo de amigos de mis hijos, entrenábamos en un parque. En aquel momento, envié una carta a la Unión de Israel contando esta experiencia y pedí ayuda para desarrollar el juego en esa ciudad. Pocas semanas después llegó una encomienda con dos pelotas nuevas. A los dos años ya teníamos dos equipos de 14 y 16 años. Para 1994 comencé a difundir el rugby en centros juveniles en distintas ciudades y conseguí el reconocimiento del gobierno. Hicimos contactos con mucha gente y venían a Beerseba a ayudar. Referís, entrenadores, se sumaron chicos nuevos hijos de migrantes que jugaban al rugby en Argentina: así fuimos creciendo.

Se empezó a complicar cuando llegó la época de ir al servicio militar, que acá es obligatorio y dura tres años. Pablo recibía la dispensa (permiso) para entrenar porque era jugador del seleccionado nacional. Fue el primer soldado que tuvo ese permiso para jugar al rugby con su equipo y la selección. La ciudad está a 40 kilómetros del Sinaí. Cuando pudimos jugar la Liga Mayor de Israel hicimos contactos con las bases de Naciones Unidas que hay en ese lugar. No era fácil jugar en Primera y hablamos con el comandante de la base y les dio permiso a algunos soldados. Entonces sumamos tres o cuatro fiyianos que jugaban en nuestro equipo, que era muy competitivo”.  

 

Elogios y reconocimientos

“En 1999 salimos con la selección a jugar al exterior, invitados al Campeonato Europeo M19. Nadie quería ir y con un amigo ruso nos hicimos cargo del equipo, que contaba con mi hijo Pablo. En ese momento, Europa manejaba la organización en Africa; Marruecos y Madagascar tenían equipos. Enfrentamos a Bosnia, Bulgaria y Suiza. Hicimos un buen equipo, con dos o tres buenos jugadores y el resto muy voluntarioso. Debutamos derrotando a Bosnia y terminamos ganándole la final con Suiza, nadie podía creerlo. Los franceses se nos vinieron encima y se llevaron a dos del equipo. Querían llevarse a Pablo, pero separar a la familia otra vez era un proceso que ya habíamos vivido y no era una buena opción. Otro jugador se fue a Inglaterra”.

“Fuimos la sorpresa del torneo y generamos la atención. Llegaron los noticieros de la World Rugby, nos hicieron un reportaje que luego nos sirvió para poder mostrar este esfuerzo a pulmón. Entonces empecé a viajar a Europa y me daban bola porque era argentino. En una reunión, me encuentro a Angel “Papuchi” Guastella, un prócer del rugby argentino. Mi amistad con él me abrió todas las puertas y empezó mi etapa a nivel internacional. Me ayudó saber hablar francés”, recuerda Cabral.

“Luego fui al primer Campeonato Mundial de rugby, que fue un torneo casi de amigos, pero cuando la televisión vio el potencial empezó a ver plata. La Unión de acá recibía unas 20 mil libras esterlinas al año, porque era chiquita, pero ayudaron a dar un poco de aire, había ayuda a nuestro club, el Camels Rugby Club Beerseba”.

“Luego el club se unió a la Universidad Ben-Gurion. Ellos tenían una cancha de fútbol donde podíamos entrenar. El rugby se hizo más popular. Pero al tiempo, la cancha donde entrenábamos se convirtió en el estacionamiento de la estación de tren, donde bajan los alumnos. Acá todo crece rápido”, añadió.

Cabral contó que “con el club salimos campeones en 2006, fue un gran esfuerzo pero nadie nos dio bola, hay que tener mucha influencia. Hace un tiempo me cansé y dejé el club. También dejé de ser entrenador”.

“Hoy soy formador, organizador, me consideran un especialista, de crear bases y crecer. He tenido a cargo todos los seleccionados nacionales masculinos y femeninos hasta 2005, cuando terminó mi contrato con la Unión de Rugby. Por el crecimiento que tuvimos, se empezó a recibir cinco veces más dinero, pero yo entendía que eso era dinero para seguir desarrollando el deporte y los dirigentes creían que era plata para viajes y repartir en sueldos. Hoy nuestra Unión recibe mucho más dinero. Sigo consiguiendo cosas para la Unión de Israel, pero eso tiene que ver con mi origen argentino”.

“En 2008 fui al Mundial M20 de Rumania, hice un curso de comisionado de la Unión Mundial, y me permitió viajar a distintos países; y en 2010 participamos en Budapest de un torneo con presencia de un equipo de palestinos, Los Leones de Beit Jhala. También de Italia, Hungría, Inglaterra. Fue una enorme experiencia. Salimos en los noticieros políticos y en los deportivos. A partir de ese momento hicimos torneos internacionales con presencia de equipos árabes, de Egipto, dos equipos israelíes. Fueron todos teen a teen. Ahora por la pandemia se paró todo, pero estuve en 2018 en Rusia y el año pasado en Malta y Chipre. Soy un observador, un colaborador del rugby”.

Eduardo junto a su hijo Ariel en un torneo en Las Vegas en 2017, en funciones de comisionado y árbitro, respectivamente

Enseñar en Modiin

Nacido el 30 de junio de 1949, Eduardo dijo: “Ahora vivimos en Modiin, una ciudad muy moderna, y se agrandó la familia, ahora hay también ocho nietos (siete varones y una mujer). Nos vinimos para acá por un trabajo de Adriana”.

“Pablo jugó un tiempo al rugby y luego se dedicó al surf. Vive al norte del país, en la parte más turística. Ariel, cuando dejó de jugar, a los 27 años, comenzó a ser referí, primero en la Liga de jóvenes y mayores; luego en las competencias macabíes, olimpíadas judías, donde vienen equipos de Inglaterra, Francia, Canadá y Estados Unidos. Tienen muy buen nivel. Ha dirigido partidos internacionales y lo invitan en distintos torneos. Ya instruye a nuevos árbitros de nivel 1 y 2. Yo doy hasta nivel 3”.

“Hoy en Modiin hay un programa de desarrollo de rugby y una cancha artificial para muchas disciplinas. Está todo el tiempo ocupada. Con Ariel empezamos a dar clases en las escuelas de verano, tres veces por semana. Luego comencé en los colegios primarios, a dar clases especiales todos los días. Mi labor es de desarrollador. Empezamos a dar cursos a maestros y estudiantes de Educación Física. Ariel presentó en el Ministerio de Educación un programa de enseñanza y fue aceptado. Los alumnos tienen la posibilidad de jugar al rugby con tackle o al tag rugby, que es sin contacto. Pero pueden ser jugadores, técnicos o árbitros. Impulsamos el tag rugby, que es la introducción del rugby a la familia. Eso genera confianza, se juega sin roces, con un cinturón de abrojo y dos cintas. Cada jugador le debe arrancar la cinta al que lleva la pelota, como si fuera un tackle, y al que se la quitan debe pasar la pelota. Pueden jugar chicos, padres, varones y nenas. Pueden jugar personas de 17 años o de 50. Desde la World Rugby me mandaron una caja con elementos. Eso lo llevamos a varios colegios donde damos clases. Al mismo tiempo le doy cursos de maestros. Hay como siete mil alumnos, pero solo nueve chicos por clases”.

Para finalizar expresó un anhelo: “Espero tener salud para irme dos años a Villa María y poder colaborar en el rugby”.

 

La pandemia

La pandemia de coronavirus fue otro tema que no quiso eludir: “Esto es un desastre, llevamos un par de semanas con todo cerrado, en total serán tres. La crisis es fuerte y eso parece un infierno. Veo que en Argentina la gente protesta, tendrían que venir acá para que vean. Solo están abiertos supermercados y farmacias. Nadie puede salir a más de 500 metros de su casa. Israel es el país con mayor tasa de contagios, y no puede entrar ni salir nadie del país. Están cerrados los hoteles, se han fundido empresas del Estado, entre ellas la de aerolíneas. No te das una idea de lo que es esto. La epidemia es el problema que nos limita. Ha provocado un millón de desocupados, en un país que tiene nueve millones de habitantes”.

“Acá empezaron deportes como el fútbol y el básquetbol, pero son partidos sin público, nadie va a la cancha. Todos los deportes dependen del Estado, que tiene una economía medio socialista. Israel es un país moderno, te diría que estaba preparado para una guerra, pero no para esto. Hoy es el primer país en promedio de contagios, está todo parado”.

 

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