Boxeo / 1981-2021 Ballas, campeón Mundial

A 40 años de una noche inolvidable

Hace cuatro décadas atrás el villamariense protagonizaba una de las páginas más emotivas del deporte villamariense. Conseguía la corona de los Supermosca en una pelea memorable
domingo, 12 de septiembre de 2021 · 09:14

L?a noche del 12 de septiembre de 1981 fue una de las inolvidables para el boxeo argentino y, al mismo tiempo, para el deporte de Villa María uno de los hechos más memorables de toda su historia.  

Hoy se cumplen 40 años de aquel día en el que Gustavo Ballas, en el Luna Park, derrotó por nocaut técnico en el octavo asalto al surcoreano Suk Chul Bae, y se consagró campeón Mundial de la categoría Gallo Juniors, el primero en la historia para la categoría, versión AMB y el primer villamariense en alcanzar un título de ese nivel.

Sus comienzos  

En 1976, Ballas había emigrado a Mendoza con apenas 17 años y un puñado de combates amateurs. Su entrenador Alcides Rivera le había dicho: “Yo no te puedo enseñar más que esto” y su nuevo destino fue el gimnasio Mocoroa Boxing Club de Francisco Bermúdez, el veterano maestro de Nicolino Locche y Cirilo Gil, entre otros.

Había debutado como amateur en marzo de 1975 en nuestra ciudad y en total acumuló 27 combates, con 23 triunfos, 3 empates y 1 derrota.

En Mendoza debutó como profesional el 27 de abril de 1977, y sus primeras peleas fueron en dicha provincia, a tal punto que allá consiguió su primer título, el de campeón mendocino, el 12 de mayo de 1978 ante Héctor Barreto. En octubre de ese año debuta en el Luna Park, vence a José Ibiris y cautiva a Buenos Aires con su boxeo elegante y exquisito. La revista Cuadrilátero titula: “De Mendoza llegó Mandrake con la marca de Don Paco en el orillo”.

Caminos que se encuentran

Por entonces Santos Falucho Laciar (oriundo de Huinca Renancó) venía realizando un recorrido similar al de Ballas; sus caminos se entrelazaron el 3 de noviembre de 1979, se enfrentaron en el Luna Park y el villamariense ganó por puntos.

Pero Tito Lectoure pretendía que ambos llegaran a los planos internacionales por sendas separadas.

En 1980 el Consejo Mundial de Boxeo había creado la categoría Supermosca o Gallo Juniors. Meses después lo imita la AMB y para definir el primer campeón propone con combates eliminatorios a partir de este ranking: 1) Gustavo Ballas (Argentina), 2) Suk Chul Bae (Corea del Sur), 3) Ryoetsu Maruyama (Japón) y 4) Rafael Pedroza (Panamá). 

Se definieron que las eliminatorias serían Ballas vs. Maruyama y Bae vs. Pedroza, y los ganadores pelearían por la corona vacante. 

El 28 de marzo de 1981, Laciar se consagra campeón Mundial de los Moscas venciendo, en Soweto, a Peter Mathebula. 

La eliminatoria

El 9 de mayo de 1981, Ballas (51,200) realizó su novena presentación en el Luna Park y la 49 de su foja profesional. El estadio desbordaba de público (pagaron entradas 16.149 espectadores). Su rival fue el japonés Ryoetsu Jackal Maruyama (52,100), de 28 años, con 22 peleas (16 triunfos, 4 derrotas y 2 empates).

En una demostración abrumadora Ballas derrotó por nocaut técnico a los 2 m 11 s del undécimo asalto a Maruyama.

Aquella noche Ballas realizó tal vez la mejor pelea de toda su trayectoria; dio una lección de boxeo, de cómo defenderse y contraatacar.

El 7 de junio, en Seúl (Corea del Sur), el local Suk Chul Bae venció por puntos en 12 capítulos al panameño Rafael Pedroza y se convirtió en el otro finalista por el título.

Antes de la pelea por el título Ballas alargó su récord invicto con cuatro nuevas victorias ante púgiles argentinos.

 

La gran noche

El 12 de septiembre se encontraron Ballas y Suk Chul Bae, el villamariense primero en el ranking y el coreano segundo en el escalafón; un boxeador y un peleador, respectivamente, aspirantes al título y en plenitud física; ambos muy jóvenes y con el mismo hambre de gloria.

Un par de días antes de la pelea, durante un guanteo, el coreano se había lastimado su mano izquierda.

Durante el combate Ballas hizo todo lo que había planificado Bermúdez: 1) esperar y contragolpear; 2) anticiparse y moverse sin dar un punto fijo; 3) dominar a su rival y aniquilarlo emocionalmente.

Ballas mostró gran parte de su vistoso repertorio. El villamariense era un boxeador que, antes que nada, sabía defenderse, pero luego pegaba y por sobre todo: pensaba. Era una combinación perfecta de habilidad y destreza, con un estilo depurado que era del buen gusto de los aficionados al boxeo de “paladar negro”.

Desde el comienzo Suk salió a atacar y Ballas encontró enseguida su momento para contragolpear, una de sus mayores virtudes. Para el segundo asalto el coreano siguió buscando atacar y Ballas respondía, replicando en tres oportunidades con el uno-dos (golpes rectos sucesivos con una mano y otra). 

En el tercero el villamariense conecta un golpe al cuerpo que sorprende al coreano.

Luego Ballas busca las cuerdas y allí muestra sus dotes de tiempista, bloqueando los envíos del oriental; barre, tapa y esquiva, cada mano que lanza su rival; luego contraataca y, posteriormente, cuando ya la pelea se da en la distancia que más cómodo se siente, anticipa. 

El coreano sigue insistiendo en ir al frente, pero no llega, se le dificulta encontrar un punto fijo donde descargar sus golpes. A la vez, no puede parar los golpes que esa figura movediza le devuelve. Lentamente, Ballas comienza a destruir a su rival.

Por momentos, el coreano parece quedar en los límites del ridículo. 

Desde hace varios rounds Ballas siente un dolor en su mano derecha que se hace cada vez más intenso.

 

“¡No sea cagón, carajo!”

Algún tiempo más tarde de aquella noche, en una entrevista publicada en El Diario, el mismo Ballas narró una anécdota ocurrida en plena pelea.

El boxeador llega al rincón y se produce el siguiente diálogo con Bermúdez:

Ballas: “Me duele la mano”.

Bermúdez: “Quédese tranquilo, no es nada”.

 

Obviamente, estaba en juego el título del mundo, el Luna Park explotaba de público, y todos estaban pendientes del villamariense y la gran oportunidad que se le presentaba.

Pero el dolor siguió cada vez más intenso. Y en un nuevo descanso, “tal vez sería el quinto o el sexto”, vuelve a quejarse de la molestia en su mano derecha.

Ballas: “No aguanto más, me duele muchísimo la mano”.

Bermúdez: “¡no hay dolor, no hay dolor!”. 

Ballas: “Pero me duele, don Paco, es impresionante, no puedo cerrar la mano derecha”.

Bermúdez: “¡No hay dolor, no hay dolor!”.

Ballas: “¡Qué mierda no va a haber dolor! Me duele como la puta madre!”.

 

Entonces el veterano maestro, agarrándolo de sus brazos y mirándolo fijo a los ojos. Le habló como si estuvieran solos en un Luna Park que hervía.

Bermúdez: “A ver. Dígame ¿qué dolor tiene el dolor? ¡No sea cagón, carajo, lo está viendo el país, lo está viendo Villa María!”.

En ese mismo reportaje Ballas contaría: “Me cagó la vida hermano, me cagó. Me laburó psicológicamente. Cuando me nombró a mi ciudad, me olvidé de todo”.

 

El round final

En el octavo round, Ballas conecta dos uppercups ascendentes de zurda, la única mano que utilizaba en los últimos minutos en plenitud. Iban 2 m 38 s cuando el árbitro venezolano Jesús Cellis llama al doctor Rubén Amoia (médico de turno) y este dice: “No puede seguir”. El árbitro marca el “no va más”.

Ballas respira hondo y observa atento la acción desde el rincón neutral. El Luna explota con el “dale campeón” que baja de las tribunas. Gustavo ya es campeón Mundial, mira al cielo y luego levanta los brazos. El árbitro se acerca y le levanta su puño derecho; un compañero de equipo entra al ring y lo sube sobre sus hombros. El pelado Quartapelle también lo abraza. Segundos después llega Paco Bermúdez y se genera el abrazo más prolongado. La ovación es estruendosa y emocionante. 

En Villa María la emoción se replica frente a cada casa y frente a cada televisor.

Tres días después, cuando Gustavo llegó a Villa María, lo recibió una de las caravanas más recordadas que la ciudad haya vivido, y un paseo en uno de los autobombas de los Bomberos Voluntarios.

 

El final del reinado

Forma parte de otra página de esta historia cuando resignó su corona, perdiendo el 15 de diciembre de ese año, ante Rafael Pedroza y bajo el calor sofocante de Panamá.

Tuvo otros dos intentos fallidos por recuperar el título, y luego pudo sumar algún cinturón más (Argentino, Sudamericano y Latinoamericano), pero no pudo repetir el brillo de aquel 12 de septiembre.

También sumó problemas personales donde el hombre traicionó al boxeador, donde el hombre y el deportista caminaron por recorridos separados.

Se retiró varios años después. Su última pelea fue un 14 de septiembre de 1990, curiosamente una fecha que en nuestro país se conmemora el Día del Boxeador.

?Los datos de la velada

?Gustavo Ballas (nacido el 10 de febrero de 1958, en Villa María), 23 años, con récord de 52 triunfos y 1 empate), 1ro. en el ranking mundial.

Suk Chul Bae (nacido el 22 de enero de 1960, en Seúl, Corea del Sur), 21 años, con registro de 14 triunfos, 5 por nocauts, 1 derrota y 2 empates. Estaba 2º en el ranking mundial y su técnico era Wha Ryong Riu. 

La pelea fue pactada a 15 asaltos y en el pesaje realizado en la Federación Argentina de Box, el villamariense pesó 51,300 kg y el oriental 52,160 kg.

Ese sábado la programación organizada por el promotor Tito Lectoure tuvo tres combates más con varios protagonistas del Gimnasio Mocoroa, entre ellos otro villamariense: Hugo Sergio Quartapelle.

Los combates fueron:

Categoría Gallo: Ramón Balbino Soria (de Villa Dolores, radicado en Mendoza) GPP10 a Luis Adolfo Gerez (Arrecifes).

Categoría Welter: Hugo Sergio Quartapelle (de Villa María, también radicado en Mendoza) vence por decisión técnica en el quinto round a Raúl Paz (Lomas de Zamora). Hubo un choque de cabezas que le produjo un corte profundo a Paz. La pelea estaba pactada a ocho rounds.

Categoría Welter: Miguel Angel Pereyra (Morrison, radicado en Mendoza) le ganó por puntos en seis rounds a Rogelio Florentín (Santa Fe).

?Gustavo en números

?-Hasta que se dio por finalizado el combate las tarjetas de los jurados eran las siguientes: Jesús Celis (también árbitro) 70-63; Luis J Rodríguez 70-63 y Luis Sulbaran 70-64, todas para Ballas.

-Fue el primer campeón Mundial Supermosca o Gallo Juniors.

- El segundo argentino en lograr un título Mundial en el Luna Park. El anterior fue Víctor Galíndez, el 7 de diciembre de 1974, ante Len Hutching. Curiosamente, el árbitro había sido Jesús Cellis, el mismo de la pelea de Ballas.

- Primer argentino en lograr el título Mundial siendo invicto y el undécimo en el historial.

Su trayectoria profesional: 120 peleas, con 105 victorias, 31 por la vía rápida, 6 empates y 9 derrotas. 

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