Frases repetidas, sin sentido, en una grave situación mundial

Escribe Nancy Musa

De nuestra Redacción

Frases repetidas, algunas sin sentido, la ilógica de la supuesta lógica, personajes que no se comunican entre ellos, solo hablan consigo mismos, deseos individuales en un escenario invadido por el vacío para representar soledad de los humanos y la insignificancia de la adoración a ídolos vacíos.

Estas son las características del teatro del absurdo. Eugene Ionesco escandalizó con sus primeras obras post Segunda Guerra Mundial. Ionesco y Samuel Beckett fueron los pilares del género que se basaba en un texto burlesco que llevaba a un juego dramático; y viceversa.

Las escenas que se vieron en las marchas anticuarentenas, en CABA, podrían tranquilamente ser parte de una obra del absurdo. El coronavirus disparó las más insólitas expresiones, en la ciudad más afectada por los contagios. Frases apuntaladas en la negación de la pandemia, en la existencia de una conspiración mundial para esclavizar, un nuevo orden donde todos los presidentes se pusieron de acuerdo para inventar muertos. Y detrás de esos conceptos, la velada consigna que “se muera el que se tenga que morir porque yo estoy sano”.

“El virus no existe, no queremos guetto, no hay que escuchar los infectólogos, los hisopados están adulterados, quiero ver las autopsias en vivo, estamos en una infectadura”. Algunos de los dichos, además de los cánticos e insultos contra el mandatario nacional y a periodistas de uno de los canales de televisión.

Luego, la frase matadora “se despertó el monstruo de Latinoamérica” y “hay que ir a vivir a Punta del Este”. 

Si el problema que vive el mundo con la pandemia no fuera tan grave, uno podría imaginar que es parte del show de un par de comediantes para divertirnos en medio de la cuarentena.

Pero mientras ese grupo reducido que responde a algunos vivos, que no salen de su casa y buscan el conflicto social, dice que la pandemia no existe, hay millones de personas cuidando su vida y la vida de los demás. Hay millones de trabajadores exponiendo diariamente su vida para evitar las muertes.

No es un show. No es una broma. Personal sanitario, de las fuerzas de seguridad, de las fuerzas armadas, entre otros, están al lado del pueblo ayudando. Los políticos con responsabilidad de gobierno, más allá del signo partidario, están al frente del combate al Covid-19.

Millones de argentinos en todo el país, que no termina en la General Paz, están padeciendo afectivamente y económicamente porque consideran la necesidad de cuidarse, cuidar a los suyos, cuidar al prójimo.

 

El odio en toda su intensidad

No es show, no es una broma. En países vecinos los muertos se arrojan en fosas comunes y los centros de salud están desbordados hasta el punto que “tienen que elegir a quien salvar y a quien dejar librado a su suerte”.

En Estados unidos, los muertos se multiplican mientras su presidente juega al golf y come pizza. En la mayoría de Europa contabilizan diariamente los estragos de La Parca.

Los países que pudieron controlar los efectos del virus, fueron los que tuvieron las cuarentenas más estrictas.

Ante tanta evidencia, cabe preguntarnos ¿por qué hay ciudadanos que dicen tantas frases sin fundamentos?

Pedir trabajo es correcto, preocuparse por la economía es correcto, porque muchos la están pasando mal y están desesperados.  Pero detrás de la marcha hay un interés claro: atacar al gobierno nacional, porque nadie le reclamó nada a Horacio Larreta, todos contra Alberto.

El odio afloró con toda su intensidad. El odio al peronismo. Nuevamente la alusión a los negros, a los pobres, el clasismo en su máxima y el racismo en su máxima expresión. La mayoría de los concurrentes aseguraron tener como referentes al Partido Libertario.

Repetición de frases que solo pueden ser dichas desde la ignorancia o desde la perversidad.

¿Alguna persona con sentido común puede pensar que los gobiernos quieren tener inmovilizada la economía porque se les ocurre?

La economía del mundo cayó, a lo largo y a lo ancho del planeta. Estados Unidos ve crecer potencialmente el número de muertos, de desempleados y por si fuera poco enfrenta movilizaciones contra la violencia racial que hicieron arder al país del Norte.

 

“La plaga no está hecha a la medida del hombre”

“La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto, el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan.” Un pasaje de la novela “La peste” de Albert Camus.

Los hombres que hacían negocios, seguían planeando viajes, dando opiniones insólitas porque se creían libres, porque no creían en las plagas, cuenta Camus en su obra y la remata: “Nadie será libre mientras haya plagas.”

Precisamente, queremos ser libres es una de las frases que más repiten a manera de mantra los que se niegan a cumplir las normas.

Queremos democracia, insisten, mientras atacan a los que piensan distinto.

Cada uno de nosotros es responsable de sus propias acciones. Sin embargo, en bambalinas desfilan los apuntadores, los que incentivan la desobediencia civil, la bronca, mientras viven cómodos y sin sobresaltos. Y no se hacen cargo de nada, ni se van hacer cargo de los muertos.

Porque siempre a los muertos se lo tiraron a otro.

En el teatro del absurdo se habla de los ídolos vacíos. Los ídolos de barro. Un proverbio chino dice “El ídolo de barro si tiene que cruzar un río no puede salvarse ni a sí mismo”, por eso mandan a los demás a cruzar el río.

Ellos viven del oro, de la plata, del círculo de su ombligo y la pandemia dejó al descubierto sus pies de barro.

 

¿Hacia dónde va el  mundo?

Imposible saber hacía dónde va el mundo después de esta pesadilla. Hay analistas que ya imaginan la “caída del Imperio americano” o el estrepitoso final del capitalismo financiero.

Observando los hechos que vienen sucediendo, de pronto nos preguntamos ¿qué hay detrás de la escena? ¿Qué historias se están cocinando a fuego lento? ¿Volveremos a la normalidad?

La historia de la Humanidad está escrita con guerras, violencia, economías que se derrumban y vuelven a construirse con los cimientos de la desigualdad. “El nuevo orden mundial nos quiere esclavizar”, destacan ciertos delirantes.

¿Acaso no somos esclavos de los grandes poderes? ¿Qué oportunidades tienen los marginados del sistema?

¿Este orden mundial es justo, es equitativo, prioriza la igualdad, la fraternidad, la libertad?

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