Entrevista al cura que inició la fazenda de la Iglesia Católica en Morrison

“No sin altibajos, pero muchos chicos pudieron rehacer su vida”

Luego de más de tres años en la hacienda en donde se busca salir de adicciones, Fernando Malpiedi se hizo cargo de la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes, en el Ameghino. Sentido de vida, cambio de época, misterios y Dios
lunes, 9 de diciembre de 2024 · 07:47

Fernando Malpiedi (45) es, desde hace poco más de un año, el cura de la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes, la primera iglesia que encabeza en Villa María -antes tuvo una experiencia, solo los sábados, en Sagrada Familia, de barrio Mariano Moreno-.

  “En medio de esta oscuridad de transición, de crisis, de guerras, de grandes desafíos sociales, económicos y demás, la fe tiene mucho que decirle al mundo de hoy”

Es un sacerdote que inició la fazenda (hacienda, en español, una comunidad surgida en Brasil en 1983) de la Diócesis local en Morrison, en la que estuvo más de tres años.

-¿Qué te dejó esa experiencia?

- Fue fuerte y esperanzadora, porque generalmente cuando las personas llegan a una internación -es dejar toda la familia, amigos, su vida anterior por un año- están rotas, porque han tocado fondo.

-¿Cuáles son los pilares sobre los que se trabaja?

-Tres grandes: trabajo, comunidad y espiritualidad. Los chicos que logran sintonizar tienen cambios radicales, positivos. Está la particularidad de que muchas veces estos chicos que han cambiado, que se han animado, se hacen cargo de fazendas luego de un período importante de capacitación.

-¿Por qué es esperanzador? ¿Porque has visto que han salido de las drogas?

 -Sí, de drogas u otros vicios. Pueden rehacer su vida, volver a trabajar. No se da sin altibajos, pero hay muchas cosas lindas.

-¿Cuál es el quit de la cuestión para salir de los vicios que hacen daño? ¿Tener sentido de vida?

- Sí, el sentido de la vida y ver que en ese sentido de la vida Dios no viene a poner cargas si no a liberar, a fortalecer y a dar luz a sus vidas. Es poder encontrar también la presencia de Dios, que no juzga, sino que levanta. Además, está la parte comunitaria. Cuando uno está mal, por lo general tiende a cerrarse, a cerrar puertas, a perder la comunicación con los demás, a no expresar sentimientos. En la fazenda se está en comunidad.

“Las cosas del pasado ya no dan respuesta al presente, como cuando se entra en la adolescencia o en alguna crisis: lo que había ya no logra dar luz a todo y todavía no vemos claro el futuro, aquello hacia dónde vamos”.

-¿Esta experiencia te ha esclarecido la razón de la adicción?

-Es multicausal, y han estado desde siempre. Como dijo Víctor Frank, hay una pérdida del sentido de la vida. Como decía Sigmund Bauman, vivimos en una sociedad muy líquida, donde no hay norte, somos como barriletes. A esto se sumó la disolución de la familia, esta propuesta de superficialidad, apariencias. Es una mezcla de cosas.

-¿Y cuál es el sentido de la vida?

-Es una pregunta muy linda. Creo que cada uno tiene que ir descubriéndolo, y tiene que ver con cosas muy sencillas. La familia, los amigos, el trabajo, lo ordinario de cada día, y encontrar allí lo extraordinario: las señales, la presencia de Dios, el amor, la paz, la alegría. Pero no esa paz como se puede interpretar. Decía Jesús: yo vengo a traerles la paz, pero no es la paz del mundo. No es la paz de estar sin hacer nada o tener mucho dinero o tener mucho poder. Es una paz que tiene que ver con la ayuda a los demás.

-Mucha gente cuenta que no se encuentra, que no encuentra su sentido de vida.

-A veces, esto se puede expresar con palabras y otras con actitudes, como entrar en una tristeza, entrar en preguntas sin encontrar respuestas claras, o en búsquedas erradas. San Agustín buscaba el sentido de la vida y se fue equivocando de camino en muchos momentos, tenía más de 30 años cuando encuentra a Dios. En el libro Confesiones, dijo: te busqué tanto afuera de mí que te terminé encontrando en lo más ínfimo de mi intimidad. Es una propuesta creyente, pero tiene que ver con todos. A veces las cuestiones más sencillas están en la propia historia, en la propia vida, en la familia, los amigos. En lo pequeño. Tiene que ver con la Navidad también.

“El riesgo es obsesionarnos tanto, quedarnos tanto en lo superficial, en apariencias, enredarnos tanto en el sinsentido, que perdemos la vida, el horizonte de la eternidad, del misterio de Dios”.

Fernando llegó a una parroquia inserta en un sector de muchas diversidades. Enclavada en el Ameghino (el segundo barrio más habitado de Villa María), llega a diversos barrios limítrofes, en algunos de los cuales la necesidad golpea fuerte.

“Es una comunidad con muchas riquezas humanas y mucha variedad”, definió Malpiedi, quien recibió a elDiario en la casa parroquial. Lourdes cuenta con grupos como catequesis, rosarios, scouts, personas que dan la comunión a personas enfermas, solas y geriátricos. “Este año se incorporaron tres geriátricos”, contó. Tiene centros misioneros en barrios Botta y San Nicolás.

“El desafío es la misión, la evangelización. En la iglesia vivimos en una búsqueda de poder entrar en sintonía: de cómo presentamos el mensaje de fe -que tiene miles de años- a los jóvenes de hoy, a las personas de hoy. Un desafío que lo tienen también las distintas instituciones. Los jóvenes, por lo general, no se insertan en las instituciones”, analizó.

“Creo que el sentido de la vida tiene que ver con cosas muy sencillas. La familia, los amigos, el trabajo, lo ordinario de cada día, y encontrar allí lo extraordinario: las señales, la presencia de Dios, el amor, la paz, la alegría”.

Luego hablamos del misterio. “La vida es un misterio, el misterio que nos sobrepasa infinitamente. El riesgo es obsesionarnos tanto, quedarnos tanto en lo superficial, en apariencias, enredarnos tanto en el sinsentido que perdemos la vida, el horizonte de la eternidad, del misterio de Dios,­­­­ de un amor que viene hacia nosotros”, señaló.

- Estamos en una nueva época, ¿no?

- Sí. Francisco dijo que no solo estamos viviendo cambios en esta época, sino que estamos viviendo un cambio de época. Nosotros estamos en esa transición. A veces las cosas del pasado ya no dan respuesta al presente, como cuando se entra en la adolescencia o en alguna crisis: lo que había ya no logra dar luz a todo y todavía no vemos claro el futuro, aquello hacia dónde vamos. En medio de esta oscuridad de transición, de crisis, de guerras, de grandes desafíos sociales, económicos y demás, la fe tiene mucho que decirle al mundo de hoy. Sobre todo, en esta nueva mirada hacia el mundo.

-Hay mucho individualismo.

-Es el gran desafío de todos, empezando por nosotros. Francisco decía que el gran desafío es no estar detrás de escritorio, no estar a la defensiva, proponer lo que tenemos. El individualismo nos afecta a todos, somos hijos de este tiempo y estamos en continua lucha para no caer en el egoísmo.

Se cierra la entrevista. Nos acercamos al templo, que no tiene bancos porque han limpiado. Mujeres de la parroquia se acercan a hablarle en medio de la organización de la evangelización.

La gente se le acerca mucho “en la búsqueda de respuestas”. “A veces, de respuestas concretas a situaciones concretas, pero en el fondo hay una búsqueda de respuesta a las grandes preguntas de la vida”, cerró.­­

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