194º - Aniversario de Villa Nueva - Por Gina Casinelli

No puedo limitarme solo a decir: “Soy de Villa Nueva”

Cada vez que me preguntan de dónde soy, no puedo limitarme solo a decir: “Soy de Villa Nueva”, porque siempre estoy agregando datos, de cómo es, en qué parte de Córdoba está, de lo que hay en la ciudad, de su gente y de su idiosincrasia. Muchas veces la defino con el clásico cliché “Es una ciudad con alma de pueblo” donde todo se siente diferente, más relajado y sencillo. Estar ahí es como bajar mil cambios, es como sentarte en la vereda con tu mejor amigo, mate o cerveza de por medio, viendo la gente pasar.

Tengo los mejores recuerdos de mi niñez y adolescencia en Villa Nueva y creo que no pude haber crecido en un lugar mejor. Por ejemplo, recuerdo con nostalgia el club del trueque, allá por los comienzos de la década del 2000. Mi papá Nino estaba en la comisión del barrio Centro del Rosario y todos los sábados mi abuela Marta hacía ñoquis para canjearlos y mi hermana Anabella y yo la ayudábamos pasando los ñoquis por el tenedor para darles la forma. También teníamos árboles de limones en el patio de casa, así que armábamos bolsitas para venderlos allá. Todo se vendía tan rápido que para el sábado siguiente teníamos que doblar la cantidad. Al principio me gustaba eso de estar detrás del tablón vendiendo, después solo iba para jugar con los chicos del barrio.

Otra de las cosas que me llenan de orgullo son los Carnavales Gigantes. La primera vez que bailé fue a los 4 años para el barrio San Antonio, porque mi barrio no tenía comparsa. Después cuando mi barrio armó una me sumé y las últimas veces que participé fue para Los Olmos donde hice grandes amigos que siempre recuerdo con mucho cariño. Era un poco tímida al principio, no me anotaba el primer día, pero cuando empezaba a escuchar todas las tardecitas el sonido de los bombos y redoblantes me agarraban más ganas, bailaba en mi pieza y me terminaba anotando a los dos o tres días.

Amo mucho los Carnavales Gigantes porque podés pasar de la risa al llanto de emoción en un segundo, por el calor, el respeto, la disciplina y el amor que se viven ahí, que no lo vi muchas veces más en otros lugares y solo lo entiende el que lo ve desde adentro.

Además, entre los mejores recuerdos están las cantatas que hacíamos en la plaza cuando estaba en la primaria del Instituto Inmaculada Concepción. Ahí participaban todas las escuelas primarias y por semanas ensayábamos todos juntos en los patios de las escuelas, era lindo conocer otros chicos y hacer amistades nuevas. También la escuela de verano municipal, un colectivo nos pasaba a buscar por la plaza para ir todos juntos al  Centro de los Viajantes. Llegábamos todos transpirados de la cantidad que éramos, por calor, y nos tirábamos de cabeza a la pileta. ¡Los mejores veranos sin dudas!

Las Fiestas Patronales, las procesiones de la Virgen del Rosario, con los cirios hechos de botellas cortadas con velas y cartón, los pesebres vivientes, los bailes en la plaza o en el Parque, los desfiles cívico-militares, los cursos en la Casa de la Cultura, las tardes de río y sol, las vueltas en bici por la ciudad y las cenas familiares en el patio en los veranos, y muchísimos recuerdos lindos más son los que me encantaría poder revivir.

Mi mayor deseo es ver crecer a mi Villa Nueva, que me ha dado tanto y a la que le debo muchísimo. Nada me hace más feliz que volver a visitarla y llenarme de su energía

 

¡¡¡Felices 194 años,  mi querida Villa Nueva!!!

 

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