24 de marzo - Más y mejores derechos

“Políticas del despojo, nunca más. Memoria, Verdad y Justicia es dignificar”

Por Mercedes Vargas (*)

En marzo de 2016, la marcha del 24 llevó como bandera una conjunción inédita: “Neoliberalismo Nunca Más”. Recientemente asumido el gobierno de Cambiemos, se asistía al retorno de una política que vaciaba de forma y contenido derechos largamente consagrados, de la mano de un discurso negacionista, de impunidad y cuestionamiento respecto del terrorismo de Estado acontecido en nuestro país. Hacia marzo de 2018, la consigna de aquel 24 enunciaba: “Un país para pocos, Nunca Más”.

El cambio de gobierno nos enfrenta una vez más a un nuevo desafío: bastó y “basta”, valga el equívoco, de cuatro años de una gestión de gobierno que dio sobradas muestras de desidia y falta de sensibilidad social frente a lo que sus propias decisiones fueron generando en amplios espectros de la población y en sus diferentes niveles: estructural, institucional y simbólico. Hoy en día, frente a un Gobierno de distinto signo, asistimos a un escenario no menos paradójico que nos devuelve un retrato no menos preocupante:

Por un lado, una brecha de desigualdad que separa cada vez más a quienes gozan del derecho al acceso y consumo de bienes, de aquellos otros que se encuentran cada vez más a orillas, en los márgenes de un orden que los incluya. En cambio, los sume en la angustia de la falta de oportunidades, el trabajo precario y mal pago, el hambre y condiciones de in-sanidad cotidianas. Vidas deshechas, desechadas y desechables, piezas sueltas de un sistema que no calzan dentro de su engranaje. “Los nadies”, decía Galeano, aquellos que sueñan con salir de pobres, que cuestan menos que la bala que los mata.

Por otro lado, la pobreza del escenario actual ya no sólo se muestra bajo la forma de la carencia, de un menos, como necesidades básicas insatisfechas (NBI, como suelen referirse desde los censos y estadísticas). Como refiere el escritor y psicoanalista argentino Jorge Alemán, la pobreza en tiempos del capitalismo financiero y voraz se presenta también como un exceso, una desmesura. Esta nueva época nos lanza a repensar de un nuevo modo la producción económica, es decir, como medio de obtención de riqueza al tiempo que de generación de miseria que vuelve al sujeto objeto de desecho. La técnica junto al capital “reúnen en un mismo golpe la falta y el exceso”, afirma Alemán. La alianza entre la técnica y el capital parece prometer que con todo se puede o que nada es imposible, un mandato de omnipotencia que termina devolviendo una patética imagen de nosotrxs mismxs como consumidores consumidos, solos frente al desamparo de un otro ausente que se brinde al lazo, solos frente a los propios impulsos mortificantes. El nuevo ciudadano que ofrece el capitalismo lleva las marcas del proceso de consumo en sus modos de relación con el objeto: toxicomanías, narcotráfico, nuevas formas de servidumbre a través de los objetos tecnológicos, las redes sociales y la virtualidad de los lazos.

De manera que la lógica sin medida e ilimitada del capital arrasa dejando como saldo, a cuenta de todos (y de nadie al mismo tiempo), la responsabilidad de sus consecuencias. La pobreza con la que nos encuentra este nuevo momento político democrático conlleva el desafío de inventar nuevos modos de vida que subviertan aquella única oferta que el capitalismo realiza: el de ofrecernos a su demanda de “rendimiento ilimitado” y percibiéndonos “como deudoras de un acreedor inalcanzable”, refiere Alemán. 

En esta dirección, el Nunca Más de cada 24 de Marzo se vuelve no tanto slogan como sí potencia de un acto que señala un punto de basta, de corte, un límite frente a lo que se presenta como ilimitado en estos tiempos. “Nunca Más a un endeudamiento insostenible”, ha dicho el presidente Alberto Fernández en su discurso del pasado 1 de marzo. “Nunca Más a los sótanos de la democracia”, adelantó en su mensaje de asunción del 10 de diciembre en el Día de la Democracia y los Derechos Humanos. Su potencia articuladora de nuevas luchas y “deudas” en esta nueva gesta democrática se encuentra en permanente apertura, con efectos incalculables.

Para finalizar, cabe destacar que frente a este panorama que delineamos, de los legados de las luchas de los organismos de derechos humanos, que desde hace ya más de 40 años vienen dibujando los contornos del campo político en Argentina, es posible extraer varias enseñanzas. Aquí quisiera resaltar dos: en primer lugar, que en tiempos “líquidos”, de supuestas crisis de ideales, del “fin de la historia” y la erosión de los lazos, estos legados se erigen como armas simbólicas de una potencia inagotable, invencible y transformadora como lo demuestran año a año y en los distintos períodos de gobierno que transcurrieron desde la recuperación de la democracia a hoy; en segundo lugar, que una política de Memoria, Verdad y Justicia constituye la brújula que orienta el vector de nuevas demandas y reclamos que aún restan por disputar y concretar.

En definitiva, Memoria, Verdad y Justicia no sólo dicen respecto de las heridas que atraviesan el cuerpo social en nuestro país, sino también trazan los mojones a partir de los cuales se erigen los pilares y horizontes de nuestro actual orden democrático. Un lugar consagrado, a atesorar y custodiar, al que es posible acudir a fin de restituirle dignidad a lo desechado por el circuito destructivo del terror y el capital. Y allí donde “Nunca Más es Nunca Más”.

 

(*) Lic. en Psicología y Dra. en Ciencia Política por la UNC. Actualmente integrante del proyecto de investigación “Políticas y trabajos de memorias relativos al terrorismo de Estado en la Provincia de Córdoba”

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