Día del Cooperativismo

Los espacios culturales en pandemia

Emilce Gómez Galarza, espacio cultural La Solapa, Gualeguaychú

El COVID-19 ha puesto en evidencia, como suelen hacer las crisis la indispensabilidad de la cultura y la economía social para los individuos y las comunidades. Desde marzo permanecen cerrados, haciéndole frente a la realidad económica con la venta de comidas los fines de semana o alguna rifa. Hemos visto  cómo los trabajadores de la cultural pasaron a ser protagonistas necesarios de los hogares, en este aislamiento social obligatorio. Fuimos nosotros con los vivos en redes de músicos, las series y películas de actores, el libro que nunca tenían tiempo, todos y cada una de nuestras producciones. Los espacios culturales hemos demostrado una extraordinaria capacidad de reacción y resiliencia, veníamos de cuatro años en economía de pérdida, en donde la inversión en mobiliario, capacitaciones o el intercambio cultural era un lujo, se vivía con lo justo y menos. Pero esta crisis ha develado la precariedad de los trabajadores de la cultura, lo peor estaba al llegar.

En esta etapa de emergencia sabemos que no vamos a quedar todos, cerrarán las puertas muchos más de los que conocemos. Nos toca pensarnos en un después paralelo a la urgencia. Nos mandan del Estado nacional una encuesta para ver qué somos, cuántos y qué hacemos, la Provincia copia y pega el cuestionario, pero el municipio aún nada, nada. Seguimos con las rotiserías improvisadas en los salones. Tener todo en contra, sin ley de medios, la burocracia de papeles para la cooperativa, ser trabajadores de la cultura. En estas condiciones están sobreviviendo los espacios culturales que pueden y nos damos cuenta que estamos en emergencia.

En la asamblea que llevamos por Zoom tratamos de no caer en la preocupación apocalíptica, los medios de comunicación a esta altura ya están hablando solo del AMBA y Capital Federal. Somos defensores de la cuarentena y más aun de sectores mucho más vulnerables que nosotros. Pero somos trabajadores de la cultura, un sector laboral precarizado que apenas regulan sus leyes y sindicatos. Un movimiento tan importante como la cultura que es la identidad de los pueblos acá y en cualquier lugar del mundo, no puede desaparecer por un virus.

Lo difícil va a ser el después, si es que hay un después, los regresos a los teatros y las salas en todo el mundo quedan para lo último.

Aun cuando queda superdemostrado la importancia de la cultura.

Artistas denuncian la extrema burocracia impuesta por el Gobierno para acceder a la poca ayuda del Estado. Qué injusta que es la realidad con sus artistas, ¿cuándo habrá un proyecto cultural político que nos contemple? ¿Cuándo será el compromiso claro de la batalla cultural? ¿Cuáles van a ser los referentes culturales resultantes de esta crisis? Más allá de los aspectos coyunturales de la actual situación, ¿cómo debemos replantearnos el sistema social, económico y político para que los emblemas de la cultura moderna, es decir, la dignidad del ciudadano y la primacía del interés general, estén vigentes de nuevo? Cuánta y cuán profunda es la intención en los discursos que la batalla es cultural. Para nosotras y nosotros es  imperativo ético y político que las transformaciones siguen siendo culturales, que es con el Estado  imprescindible y debemos hacerlo sin pausa.

 

“Somos trabajadores  de la cultura, un sector laboral precarizado que apenas regula sus leyes y sindicatos. Un movimiento tan importante como la cultura, que es la identidad de los pueblos, acá y en cualquier lugar del mundo, no puede desaparecer por un virus”.

 

El sector tecnológico de la economía solidaria desarrolló nuevas plataformas digitales, software y videollamadas para mantener la comunicación con la comunidad.  

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