“Cabeciadas” en el rio

Por Ernesto Fernández Núñez

 

A la una de la tarde, cuando el sol de la siesta de verano corta a plomo la ciudad, por la bajada Entre Ríos, van llegando de todos los barrios los participantes al Mundialito de “cabeciadas”, a disputar el premio, que será efímero, apenas 24 horas, para volver a disputarse al otro día.

Con Eduardo hacíamos la dupla perfecta; él, la hacía picar en el agua un metro antes de los arqueros, sobre una cancha soñada en el río, arena y tres centímetros de agua, la pelota salía incontrolable. Mi fuerte era el rebote, valía doble, y al estilo de los arqueros de antes volaba sacando pelotas de los ángulos ficticios.

En esa cancha éramos invencibles. Las cuatro de la tarde nos encontraba campeones o subcampeones.

Cierto día, preparados como siempre para defender la corona, a la una de la tarde ya habíamos perdido el primer partido, a las dos el segundo y quedamos afuera. Silencio en las tribunas.

Nos miramos con Eduardo, futuro abogado y presidente de Alumni.

En este campeonato algo está mal, le digo, exigiendo que piense.

Sí, dice, no hay rueda de repechaje, que según la FIFA es obligatoria.

Todos los delegados estuvieron de acuerdo.

Ganamos la rueda de repechaje y fuimos a la final y ganamos, en total 15 partidos, 300 pelotas cabeceadas, 43 rebotes, 15 palomitas, tres dedos sacados de su lugar y fisurados, inflamación del talón de Aquiles, dos hematomas sobre el ojo derecho, una oreja a punto de desprenderse. Fue gloria triunfal y retiro, por consejos de amigos, médicos, padres y amenazas de nuestras novias. Siempre me acompaña la bajadita de la Entre Ríos, donde suelo ir, en sueños, a encontrarme con mis amigos, y con ese río de las mil historias.

 

Más de
80%
Satisfacción
20%
Esperanza
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Bronca
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Tristeza
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Incertidumbre
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Indiferencia

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