Villa Maria, mi ciudad

Por Alejandro Coschica

 

Cada vez que camino las calles de mi ciudad, me digo a mi mismo que tengo el privilegio de vivir en un lugar impresionante, donde lo sublime y lo práctico, el vértigo y la tranquilidad, la sapiencia y lo popular, la laboriosidad y el dolce far niente, conviven y se complementan armoniosamente.

Villa María tiene una oferta educativa de primera calidad, con dos universidades nacionales y varias privadas, que nos hace crecer y tener cada vez más villamarienses adoptados.

A la vez que esos lugares expanden artistas que nos engalanan, nos divierten, nos enseñan. Profesionales que nos ayudan a crecer como polo de inversiones y mejora e incrementa la radicación de empresas importantes por nuestros recursos humanos, deseados por muchos.

Pronto tendremos médicos que curarán nuestras nanas.

Un sistema de salud encabezado por el Hospital Pasteur, y un buen número de clínicas y sanatorios, que cuida y protege a toda la población y a los de la zona, sin importar su condición social.

Un movimiento comercial e industrial fuerte, pujante, generador de muchos empleos; a la vez, lo suficientemente atomizado como para no depender de una sola empresa en lo que sería o podría ser la gloria o el ocaso de un pueblo.

Una oferta de servicios abundante. Hoteles, restaurantes, bares y pubs, casino, teatros, espectáculos, lugares de fiesta y eventos, el glorioso Festival Internacional de Peñas y otros recitales importantes, en el Anfiteatro más bonito y seguro de todo el país.

Una ciudad segura, en donde todos somos iguales en servicios, una ciudad sin garrafas, sin pozos, sin canillas comunitarias.

Una ciudad preocupada por todos y cada uno.

Dejo al último lo mejor, las calles y veredas anchas, llenas de árboles y pájaros, para perderse despacio.

Un río sabio y tranquilo, con aguas transparentosas, con arenas, sauces y moras.

Caminar la costanera, cobijado por lapachos rosas, blancos y amarillos.

Disfrutar las campanas de las flores de los palos borrachos, y pasear por la calle Mendoza con sus plátanos inmensos.

Y juntarse a tomar algo, dejando correr la vida, tal vez sin darnos cuenta de lo bien que la pasamos, y de este lugar hermoso que nos cuida y nos protege.

Feliz Cumpleaños, Villa María, la mejor ciudad del mundo para vivir.

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