DÍA DE VILLA MARÍA - 157 años
El fantasma y las rosas
Villa María es una ciudad que tiene sus orígenes en el ferrocarril, como muchas otras de la región. Fue fundada en 1867 y, con el paso agigantado del tiempo, se ha convertido en una de las ciudades más importantes de la provincia de Córdoba.
Gracias a su progreso, esta localidad posee más de 130 carreras de Nivel Terciario y universitario, por lo que se ha convertido en un importantísimo polo educativo en el centro del país. Hoy a Villa María es reconocida como “La Ciudad del Conocimiento”. Y como toda población, Villa María también posee su propio folclore urbano que la llena de maravillas y orgullo a través de sus mitos y leyendas, como el hermoso relato escrito por el doctor Aristóbulo Balestrini, en la década de 1970, sobre una leyenda que reza sobre los atributos medicinales y curativos de las aguas del río Tercero. También existen muchos otros relatos sobre eventos misteriosos que ocurrieron en la ciudad y en sus alrededores, aunque ninguno causó mayor estupor que un caso que mantuvo en vilo a todos los pobladores en la última década del siglo pasado, especialmente, a los vecinos circundantes al cementerio La Piedad. Y aunque el tiempo transcurra, no ha habido otro hecho que llamó más la atención que ese episodio en donde involucró a un chofer de taxi que se ganaba la vida honradamente, y que esa extraña experiencia le afectó sus capacidades psicológicas y espirituales. Era una mañana de abril del año 1994. El chofer, quien alquilaba el auto a su patrón por el término de 12 horas diarias, había tenido una mañana muy tranquila. Nada hacía presagiar lo que viviría horas más tarde en el cementerio de la ciudad. Se encontraba circulando por la calle Mendoza y se detuvo frente al Hospital Pasteur. Allí una mujer, entrada en años, ascendió al vehículo y solicitó ser trasladada hasta la plaza céntrica. El hombre recordó muy bien ese viaje porque fue el último que realizó en total normalidad. Una vez en el destino prefijado, la anciana pagó el viaje, descendió, y el conductor la perdió de vista en las veredas de la plaza Centenario. Luego se dispuso a ordenar el dinero en su billetera y a descansar unos minutos para continuar su cotidiana tarea. Cuando intentó colocar la marcha para iniciar el movimiento del vehículo, quedó pasmado del susto al ver a una mujer que se hallaba sentada en el asiento trasero, ya que jamás había oído el ruido de la puerta, ni se percató del ascenso de la misteriosa pasajera. Rápidamente, se disculpó por su actitud y sonrió para ganarse la simpatía de la mujer. Esta, con la cabeza baja, no contestó a esas galanterías. Entonces el hombre le preguntó hacia dónde debía transportarla y nuevamente no obtuvo una respuesta. Ante esa actitud, el chofer giró su cabeza para interrogar nuevamente a su pasajera y se quedó unos segundos observándola. Vio que la mujer tenía puesto un vestido blanco, de una tela vieja, ya amarillenta por el paso del tiempo, y en sus manos traía seis rosas rojas. También observó la palidez en el rostro de la joven, aunque quedó anonadado ante la belleza que presentaba la muchacha. Ahí le preguntó directamente mirándole a los ojos sobre el destino del viaje, y la dama le indicó que la llevase hasta el ingreso principal del cementerio La Piedad.
El conductor emprendió la marcha hacia ese destino, y en el trayecto intentó iniciar una conversación con la hermosa pasajera, interrogándole el motivo por el cual iba a llevar flores a esa necrópolis municipal. Ahí fue cuando la muchacha le anotició que su hermana había fallecido hacía exactamente tres años en ese día, de una grave enfermedad y, que a pesar de todo el esfuerzo que realizaron los especialistas, no pudieron salvarle la vida. Esa fue toda la conversación que pudo obtener de la extraña. Cuando el taxi se detuvo frente al ingreso principal del cementerio, el chofer giró su cuerpo para indicarle a la mujer el costo del viaje, pero se sobresaltó del susto al ver el asiento vacío.
Mayor fue el asombro cuando la muchacha le golpeó el vidrio de su ventanilla para abonar el viaje, ya que jamás oyó el abrir y cerrar de ninguna de sus puertas traseras. Y después de pagar su viaje se retiró del automóvil de alquiler y el hombre siguió sus pasos con la mirada asombrada por lo que acababa de suceder. Fue ahí en donde fue testigo de lo que sus ojos jamás olvidarían. La extraña dama se encaminó directamente hacia el elevado muro del cementerio, y no hacia el portón de ingreso y, ante la mirada impávida del chofer, la mujer atravesó las sólidas paredes, quedando las seis rosas tiradas en el suelo, en la parte exterior de la necrópolis. El hombre no podía creer lo que acababa de suceder. Velozmente, y muy asustado, emprendió una ligera corrida hacia la comisaría de la calle General Paz, y denunció ese increíble episodio. Rápidamente, se apersonó un móvil policial con el denunciante a bordo, y solo hallaron las seis flores en el suelo. A raíz de este hecho se labró un expediente policial. El chofer del taxi quedó tan afectado por la terrible experiencia vivida que se dijo que no pudo seguir ejerciendo ese empleo. Algunos dicen que pasó sus últimos días en un neuropsiquiátrico, y que falleció poco tiempo después de ese hecho. Lo cierto es que los medios periodísticos sacaron a la luz el caso del fantasma y el taxista. Y aunque el tiempo haya pasado, aquello jamás se olvidó. Hoy cuando alguien recuerda algún hecho de características paranormales sucedido en la ciudad de Villa María, enseguida le viene a la memoria la mujer que atravesó el muro del cementerio La Piedad y sus hermosas rosas rojas.