La expansión del COVID-19 en el mundo

Coronavirus: sobre evolución, infectados, letalidad y pruebas

Expertos señalan que la proporción de casos sin reportar podría ser del 50%, por lo que “la tasa de letalidad rondaría el 1%”

En enero el virus estaba concentrado en China y sólo existía un goteo de casos en otros países a través de viajes en avión. A final de mes había 10 mil casos en China y 129 fuera. Pero en febrero se activaron varios brotes en Corea del Sur, Italia, Alemania o España. Ahora hay casos confirmados en la mayor parte de Asía, Australia, Norteamérica y Europa.

 

El avance de casos

China es el país donde apareció el virus y donde se han producido más infecciones. Pero otros países tienen ya un número significativo de casos confirmados: Corea del Sur, Italia, Irán, Japón, Francia, Alemania y España superaban los 200 enfermos el 5 de marzo.

El ritmo en cada país es diferente. Japón, Hong Kong, Singapur han visto crecer las infecciones paulatinamente desde enero. En otros países como España, Francia o Alemania, los casos se dispararon muy rápido siguiendo la estela de Italia, que dio la voz de alarma en Europa. Luego la alarma se prendería en todo el continente americano. Es importante entender que hablamos de casos confirmados. Es decir, estamos midiendo dos fenómenos al mismo tiempo: el aumento real de infectados en cada país y la capacidad de detectarlos por parte de sus autoridades.

La evolución en Europa es un buen ejemplo de esto. Tras la explosión de casos en Italia se ve un aumento en muchos países, pero la razón no es solo que haya más infecciones, sino un pico de detecciones porque los países reforzaron sus protocolos: “Es probable que este cambio haya tenido un gran efecto en el número de casos. La transmisión de la enfermedad puede ser alta, pero no es plausible que sea tan alta como para generar los picos que hemos visto en muchos países”, dice Adam Kucharski, profesor de la London School of Hygiene & Tropical Medicine.

En España los casos se dispararon después del 25 de febrero, cuando comenzó a hacerse prueba de COVID-19 a personas con neumonía de origen desconocido. Hasta entonces el protocolo era aplicar test solo a personas con síntomas que hubieran tenido contacto con casos confirmados o que hubieran visitado las zonas de riesgo.

 

Claves para frenar un brote

Una forma de intentar comparar el ritmo del virus en cada país es ver su evolución desde que se confirmaron los primeros casos. La situación de Corea es ilustrativa. El país tuvo un goteo de casos hasta la tercera semana, cuando de golpe se dispararon. En ese punto su curva es casi una recta porque coinciden dos tendencias crecientes: más infectados y más test. La pendiente se reduce después, lo que corresponde a un crecimiento todavía exponencial pero más lento.

La clave para frenar un brote es reducir el ritmo al que crecen los casos. Es lo que está consiguiendo China, donde las infecciones dejaron de crecer exponencialmente a mediados de febrero, cuando la cuarentena y las medidas de distanciamiento hicieron efecto.

En los países europeos, en cambio, el virus aún está en expansión. En Italia los casos diarios empezaron siendo unos 70 al inicio del brote, pasaron de 500 la segunda semana y alcanzaron los 1.700 en la tercera. Francia, España o Alemania crecen a un ritmo parecido al italiano, pero parecen ir unos días por detrás.

 

La letalidad registrada por país

La relación entre muertos y casos registrados se entiende como un dato relevante, aunque sabemos que es una medida imprecisa de la verdadera letalidad del virus. Al menos por dos razones. El primero es que las muertes suelen llegar con retraso, dado que la enfermedad puede durar varias semanas. Eso explica seguramente que la mortalidad en China haya crecido del 2,1% en enero al 3,7% en febrero.

Ese retraso tiene otras implicaciones. Las primeras muertes por COVID-19 en España han sido personas que no habían sido diagnosticadas. “Estas muertes apuntan a que el virus llegó antes de lo pensado”, afirma Antoni Trilla, del Hospital Clínic de Barcelona). El virus lleva al menos cuatro semanas circulando sin ser detectado, en España y otros países como por ejemplo Italia. “Si tienes una muerte cuando todavía no hay mucha transmisión, eso sugiere que podría haber unos pocos cientos de infectados”, nos dice Kucharski. La lógica es clara: si la mortalidad ronda el 1%, detectar un muerto implica tener unos 100 infectados hace tres semanas, que es lo que tarda la enfermedad en matar. Y esos 100 casos es probable que se hayan extendido a 300, 500 o mil el día que se produce la muerte.

Otra dificultad para medir la letalidad es que hay infecciones que no se detectan porque ocasionan síntomas leves. Si se contabilizasen esos casos, las tasas de letalidad bajarían. Es lo que sugiere el caso de Corea del Sur, que está haciendo más pruebas que nadie y ahora mismo reporta una mortalidad del 0,6%. Son buenas noticias, pero solo relativamente: aunque la mortalidad del coronavirus fuese un tercio de lo que dicen los datos actuales, seguiría siendo bastante peor que la gripe común.

Tampoco hay consenso sobre cuántos casos indetectados existen en cada país. El epidemiólogo de la Universidad de Oxford Christopher Fraser ha explicado que la proporción de casos sin reportar podría ser del 50%, por lo que “la tasa de letalidad rondaría el 1%”. Coincide en eso el doctor Bruce Aylward, de la OMS, que ha dicho al New York Times que “no hay evidencias (en China) de que estemos viendo solo la punta del iceberg, con 9 partes de 10 hechas de zombies ocultos que difunden el virus. Lo que estamos viendo es una pirámide: la mayor parte está a la vista”. En cambio, el experto en virus de ARN Adolfo García-Sastre, investigador del Hospital Monte Sinaí de Nueva York, piensa que “existen de cinco a 10 veces más infectados que lo que se está contabilizando actualmente, lo cual reduce mucho su letalidad”.

 

La importancia de los test

Para juzgar los datos de casos confirmados es importante saber qué esfuerzo está haciendo cada país por detectar todas las infecciones. Las diferencias son grandes: Corea ha hecho 3.400 test por cada millón de habitantes, Italia o Suiza han hecho entre 500 y 600 y Estados Unidos había hecho apenas dos por millón cuando dejó de publicar sus datos hace unos días.

La capacidad de detección de los países afecta a sus tasas de letalidad. No parece casual que Corea, que es el país que más test ha hecho, tenga la tasa de muertos más baja. Es razonable pensar que si los países hacen más test -y detectan más casos leves- sus cifras de letalidad se acercarán a las del país asiático, que ahora mismo es la más baja de todas.

Fuente: ElPais.com

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