Isaac Gornitz

Una vida en Casa Diva

domingo, 11 de agosto de 2019 · 20:02

La voz se le quebró, en los ojos se le amontonaron un puñado de lágrimas y pidió perdón por tener que hacer una pausa en su relato. “Para mí va a ser un día triste cuando haya que cerrar las puertas, y eso está llegando”, musitó Isaac Gornitz cuando se lo consultó sobre el futuro cercano de Casa Diva.

No se trata de un comerciante más. El personaje de esta edición vio desde la vidriera de la tradicional mercería en calle Corrientes, cómo se fue transformando la ciudad, atravesó crisis, disfrutó de los buenos momentos y siempre estuvo ahí, entre botones, cierres y otros tantos elementos que caracterizan a estos negocios que navegan entre la nostalgia de los accesorios que juntan polvos en las cajas con aquellos que todavía se demandan, en un mundo en donde cada vez menos gente se hace ropa y las prendas industrializadas ganaron todos los roperos.

Isaac pasó su vida dentro de ese comercio. Literalmente. El tiene 74 años y su padre abrió las puertas en 1945. “Siempre estuve a su lado en el negocio, por lo que cuando falleció mi papá para mí no fue ninguna sorpresa seguir con Casa Diva, al principio acompañando a mi mamá y luego al frente solo”. Desde hace un tiempo lo acompaña su compañera de vida, Laura. Sus cuatro hijos “siempre dieron una mano”, pero hoy son profesionales en distintos campos y algunos de ellos viven en Córdoba.

Solo una enfermedad puede hacer que Isaac falte a trabajar. “Es algo que llevo en el alma, son muchos años dedicados acá”. Casa Diva es un sello en la ciudad y para Isaac no hay grandes secretos. “Con trabajo. Y nunca le he fallado a los clientes, decirles que no tengo algo es mala palabra”, respondió sobre cómo se hace para perdurar.

De hecho, aseguró que tiene clientes “de siempre” lo que llegan al negocio con “la nieta de una hija que vimos crecer, a todos”. “Esto es una familia, la gente está acostumbrada al trato personalizado, a saber sobre sus familias, a recibir un obsequio nuestro a fin de año”, ponderó sobre las características que lo llevaron a ser elegido una y otra vez.

Muchos de los que entran a su negocio, inician sus charlas recordando que en ese lugar fue donde compraron la tela para el vestido de su casamiento, un puñado de años atrás, y eso lo enorgullece. Como así también cuando desde atrás del mostrador escucha que quienes pasan por la puerta y observan la clásica fachada exclaman “¡mirá, todavía existe Casa Diva!”.

Isaac considera que “Villa María avanzó mucho por la universidad que ha traído a mucha gente de afuera”, y opinó que “tenemos la suerte de que no hay una ciudad importante a 80 kilómetros a la redonda, entonces la gente recurre a nuestra ciudad”.

Fuera de las puertas de su negocio, muchos años de su vida los dedicó a trabajar por la comunidad judía local. Siempre referente, hoy algo más alejado de la entidad que abraza a los descendientes del pueblo hebreo y de los antiguos israelitas, resaltó que en Villa María llegaron a haber 140 familias de la colectividad, y estimó que hoy debe haber “no más de diez”.

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