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El regreso de los ladrillos de vidrio

En 1977, un artículo escrito por Carter B. Horsley para The New York Times proclamaba el “auge de los glamorosos ladrillos de vidrio”. Más de 40 años después, un escrito de Lilly Cao en la especializada Plataforma Arquitectura sostiene lo mismo
miércoles, 17 de junio de 2020 · 10:03

Considerados alguna vez como un material “de segunda categoría”, los ladrillos de vidrio comenzaban a ganar aceptación entre los arquitectos en proyectos residenciales y de restaurantes, debido a esa translucidez que entrega a su vez privacidad, interés visual y sentido del orden. Después de un uso breve pero generalizado, en la actualidad muchos asocian el material con estilos arquitectónicos anticuados de los 80; estética que pocos parecen interesados ​​en revivir. Sin embargo, algunos arquitectos contemporáneos han comenzado a utilizar este material de formas innovadoras y claramente modernas, ya sea para crear baños elegantes y minimalistas, bares y restaurantes industriales, ventanas residenciales vintage o incluso fachadas urbanas experimentales. “Como dijo Horsley, parece que los glamorosos ladrillos de vidrio están en auge, nuevamente”, afirma Cao en su artículo.

 

Luz y privacidad

El ladrillo de vidrio es un elemento arquitectónico de vidrio que admite el paso de la luz mientras mantiene la privacidad visual debido a sus propiedades translúcidas. La patente original para el ladrillo de vidrio, presentada en 1907, lo describe como el resultado de un proceso de fusión de dos secciones de vidrio en un solo bloque con un interior hueco. Esta combinación única facilita la translucidez del material y, por lo tanto, sus propiedades de luz y privacidad, así como sus cualidades aislantes, la amortiguación del sonido, el aislamiento energético y su resistencia al fuego. Estos bloques pueden ser de una gran variedad de tamaños, pero generalmente tienen un grosor de entre cinco y ocho centímetros. Durante el proceso de fabricación, los bloques pueden ser modificados de varias maneras, generando distintos efectos estéticos o niveles de transparencia, variando la textura o el color de los bloques, creando diferentes formas (como hexágonos), e incluso curvando los bloques para moldear un diseño predeterminado. De manera similar, es posible agregar esmaltes o inserciones a cada bloque, y se pueden imprimir patrones en el espacio interior o en la superficie exterior mientras se enfría.

Por lo general, un muro o ventana de ladrillos de vidrio se compone de una suma de bloques idénticos. Se ensamblan con relativa facilidad y se pueden fijar con diferentes métodos, siendo el mortero a base de cemento Portland, con varillas de acero de refuerzo, el más utilizado.

 

Un poco de historia

La historia del ladrillo de vidrio es compleja, y el material presenta variaciones mucho antes de su patentado en 1907. Durante siglos, los barcos utilizaron “prismas” para entregar luz solar natural debajo de sus cubiertas. Estas consistían en prismas de vidrio dispuestas en la cubierta, refractando y dispersando la luz natural en el espacio inferior sin debilitar los tablones, y solucionando los problemas que ocasionaban las velas y las lámparas de queroseno, que constituían un gran peligro de incendio para los barcos de madera.

Siguiendo este precedente, desde principios hasta mediados del siglo XIX, algunas ciudades comenzaron a incorporar prismas de acero en sus pavimentos, permitiendo que la luz solar ingrese a los espacios subterráneos abovedados. La Estación Penn original, ahora mayormente demolida, utilizaba prismas -llamadas vault lights en los Estados Unidos- en el piso de su explanada central, dejando que la luz de su techo de acero y cristal alcanzara las vías de trenes inferiores.

Finalmente, a fines del siglo XIX, Gustave Falconnier patentó el primer bloque de vidrio hueco, denominado Falconnier Hollow Glass Bricks. A diferencia del ladrillo de vidrio moderno, que se fabrica combinando dos piezas de vidrio, los ladrillos Falconnier eran huecos solo donde se soplaba el vidrio, lo que lo hacía menos resistente y duradero. Estos ladrillos se utilizaron principalmente para la construcción de invernaderos y como material de relleno para edificios.

A medida que el bloque de vidrio iba siendo perfeccionado, a inicios del siglo XX algunos arquitectos pioneros comenzaron a utilizar cada vez más este nuevo material. El pabellón de cristal de Bruno Taut, para la exposición Werkbund de 1914, presumía sus paredes de ladrillo de vidrio. Lo mismo hizo la famosa Maison de Verre, diseñada en 1928 por los arquitectos Pierre Chareau y Bernard Bijvoet...

Hoy en día, los arquitectos vuelven utilizando ladrillos de vidrio por una gran cantidad de razones; una de ellas es, por supuesto, su valor estético. Con su aspecto único y su capacidad de difundir la luz, las paredes y ventanas de bloques de vidrio no solo son declaraciones estéticas en sí mismas, sino que también pueden mejorar la iluminación y la calidad ambiental de todo un espacio.

Debido a estas ventajas, los ladrillos de vidrio también pueden utilizarse en una amplia gama de propuestas para “alegrar” determinados espacios.

Se pueden instalar en garajes y sótanos, u otros lugares donde se almacenan objetos de valor. Por supuesto, habitualmente se instalan en baños, permitiendo el ingreso de luz natural sin comprometer la privacidad del usuario. Y mientras las persianas y cortinas utilizadas en las ventanas tradicionales requieren que los usuarios prioricen la luz o la privacidad, el ladrillo de vidrio entrega ambas cosas simultáneamente.

Finalmente, los bloques de vidrio con sus centros huecos no solo entregan valores de aislamiento térmico similares a los de las ventanas de doble panel, sino que el mortero que une los bloques bloquea la infiltración de aire de mejor manera que los marcos de las ventanas tradicionales. Por lo tanto, ahorran energía no solo al difundir la luz natural y reducir la necesidad de iluminación artificial, sino también al ser herméticos y, por lo tanto, al reducir las corrientes de aire o la transferencia de calor.

Por todo ello, los arquitectos están comenzando a explorar nuevamente las propiedades estéticas y materiales de este elemento arquitectónico único.

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