De centro clandestino en la dictadura a refugio de la economía popular

Un lugar que necesita una restauración: la muerte y la vida

Una nota periodística sobre “el Refugio Libertad”, que se erige en el predio que albergaba el Grupo de Artillería 141 del Ejército Argentino, expone la necesidad de iniciar obras antes que el tiempo deteriore más los edificios
miércoles, 21 de julio de 2021 · 08:30

El Refugio Libertad ocupa 70 hectáreas de las 880 de un campo ubicado a 60 kilómetros de la ciudad de Córdoba, donde se encontraba el Grupo de Artillería 141 del Ejército Argentino, que funcionó como centro clandestino de detención y tortura durante la dictadura militar.

“Hoy es un lugar luminoso, lleno de vida, gracias al impulso de un grupo de mujeres de la economía popular”, contó Javier Pennacchioni, en una nota distribuida este mes por la Agencia Télam.

Concretamente, el campo se ubica en la margen norte del río Los Molinos y colinda con las localidades y ejidos de José de la Quintana (al norte y noroeste), Villa San Isidro (al noreste) y Los Molinos (al sur); todas ellas de menos de 1.000 habitantes.

En el momento de esplendor  del lugar “dicen que llegaron a vivir 3.000 personas”; era “un centro económico y neurálgico” y “durante mucho tiempo, la vida en la zona giró en torno a la presencia del Ejército y de la Iglesia”, explicó Pennacchioni.

Lo cierto es que según describe en otro pasaje de su artículo, las construcciones ubicadas dentro el predio se encuentran “en estado de total abandono desde que el GA141 fue trasladado en el año 1993 y, a pesar de que en el predio siguió presente una guardia (dependiente de la Fábrica Militar de Río Tercero), los edificios fueron en buena medida desmantelados”.

“La única excepción a esta situación es una planta potabilizadora de agua que se encuentra dentro del predio y que abastece a la Cooperativa José de la Quintana, que distribuye agua en la localidad que lleva el mismo nombre”, agrega el periodista.

 

Preservar la historia, la vida y la arquitectura

Lo escrito pone en evidencia la necesidad de recuperar esas instalaciones, ya que en muchos de sus muros quedan frases escritas por quienes pasaron sus horas más difíciles en ese lugar. Memoria, para que las peores historias no se repitan.

Y más necesaria se hace la restauración, si se toma en cuenta que allí circulan y trabajan decenas de personas que integran unas diez unidades de la economía solidaria dedicadas la producción agrícola, ganadera, a la apicultura y a la cunicultura, entre otras actividades.

Ello es posible gracias a que la rama rural de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (Utep), los denominados Trabajadores Unidos por la Tierra (Traut), en su mayoría mujeres, logró en 2018 la posesión de 70 hectáreas de las 880. Y “con un notable esfuerzo, haciendo todo a pulmón, pudieron convertir el lugar en un campo comunitario”.

Desde junio de ese año, por medio de un Convenio firmado entre la Agencia Administradora de Bienes del Estado (AABE) y la Asociación Civil Construyendo Dignidad, se accedió a un permiso de uso.

Mercedes Ferrero, integrante de Traut, contó al periodista de Télam siente “orgullo de pertenecer a un grupo de trabajadores que está haciendo una tarea que es enorme”.

“Estamos tratando de producir alimentos sanos para las propias familias y comunidad de la zona", contó la trabajadora, para agregar que “la idea es ir generando una red de comercialización cuando la escala productiva aumente”.

Por ella, por ellos, por la vida, por el trabajo, por la memoria, la arquitectura y la obra pública, que en momentos como el actual juega un papel fundamental en la economía, las autoridades harían muy bien en diseñar una restauración.

 

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