Historias de boliches

Kabranca, la cúpula como faro dorado de la región

sábado, 26 de octubre de 2019 · 15:35

Escribe: Juan Ramón Seia Fotos: Máximo Acosta

Estacionan el R12 flamante a la vuelta, por la Naciones Unidas. El se retoca el bigote y la “cubana” mirando al espejo retrovisor mientras ella se acomoda la cabellera vaporosa y chequea por última vez el maquillaje. El se baja prendiéndose un Parisiennes mientras ella se repasa el vestidito corto con una mano. Después de previar en Mónaco vinieron a conocer el nuevo boliche que abrió una semana atrás, ubicado un poco lejos en la costanera, arriba del Club Central Argentino. Se trata de uno bastante grande que viene con todas ínfulas a destronar a las confiterías del centro, a las legendarias Chac y Kreo. Es diciembre de 1980, es verano, y aunque en el país se respiran aires bastante turbios y de ominosa densidad, los villamarienses quieren salir a bailar, a divertirse, a empezar a despedir el año.

 

Suben los casi 20 escalones que separan la discoteca con el firmamento, se abren las puertas, una barra al costado se encuentra presta para el pedido de bebidas espirituosas, una ronda de filas de sillones dobles y bicolores se dispone alrededor de la pista y más allá, sobresale una consola de gran tamaño con discos de vinilo capitaneada por un disc jockey que, según cuentan, viene importado de Brasil. Pero sus miradas, como las de todos en el lugar, se ven atraídas por un gigante y circular calendario azteca que se despliega en el techo. Las luces doradas comienzan a resplandecer hacia todas partes y la vida nocturna de la ciudad se decide a cambiar para siempre convirtiendo a la disco de la “cúpula” en un faro para toda la región.

 

Gigante de la tierra 

La prehistoria de Kabranca nace en Mónaco, el bar ubicado frente a La Madrileña, donde uno de los habitúes, Remo Salera (quien falleciera en enero de 2014), le insiste durante infatigables noches al  dueño del local, Osvaldo Gascón, de montar juntos un gran boliche allá en la costa.

 

“La cúpula del club en ese entonces era como un palomar, así que tuvimos que hacer una loza de un metro, obra que nos demandó seis meses de trabajo bajo las órdenes del arquitecto Turletti”, contó Gascón quien obviamente le dijo que sí a Salera. Remo, mientras tanto, preparaba en su carpintería todas las maderas que irían en el cielorraso. Debido a su empresa, Salera viajaba frecuentemente a Misiones, donde en forma casual o causal, conoce al disc jockey Máximo Acosta.

 

La hoja vital de Máximo es para una nota aparte o una “road movie” directamente: nacido en Paraguay, se exilia de muy pequeño con su familia en el litoral argentino. Luego de oficiar de operador de radio cruza a Brasil motivado por la pasión por la música y por el amor de sendas ‘mulheres’ que lo terminan convirtiendo en un disc jockey requerido en confiterías de San Pablo y Río de Janeiro.

 

En una de sus tantas vueltas al país, y trabajando en una discoteca misionera, conoce a Remo quien lo termina de convencer tras varios intentos. Según Gascón fue Acosta quien ideó el nombre al boliche: “En ese momento estaba de moda Keops de Carlos Paz así que buscamos alguna referencia antigua. Máximo tiró lo de Kabranca que es una deidad azteca y significa gigante de la tierra”.

 

El afamado calendario lo esgrimió el dibujante e ilustrador Osvaldo “Corto” Otoño y el cartel de la fachada lo diseñó y construyó con una amoladora el mismo día de la inauguración, Roberto Babalfi.

 

Máximo en las bandejas

La fecha formal de apertura fue el 19 de diciembre de 1980, pero días antes se había brindado una velada para amigos e invitados especiales. Según recuerda Máximo no fue con “bombos y platillos”: “Como Remo y Osvaldo habían aportado mucho para la construcción y demás, no había quedado plata para traer los equipos de sonido que yo había conseguido en Brasil. Le pedimos que no los hiciera Trona, pero ese día no estaban listos. Así que pedimos prestado unos bafles a Jorge Alamo que era disc jockey en ese entonces y lo conectamos con un grabador que habían dejado unos albañiles con un casete de Julio Iglesias. Yo me escondía de la vergüenza”, relata entre risas.

 

Luego, sí, llegaría su momento de gloria y reconocimiento. “De alguna forma fui como un referente para varios disc jockeys de ese momento por varios motivos. Primero porque traía los vinilos que se editaban en Brasil que acá se escuchaban o se podían conseguir recién un año y medio después, como me pasó cuando me cansé de poner ‘All night long’, de Lionel Richie, y la gente no sabía qué era. Y otra fue por la tecnología que yo tenía por la cual podía mezclar y variar la velocidad de los discos, algo que era muy común, pero en ese momento me preguntaban cómo hacía”.

 

Como dato de color contó que por un buen tiempo, y a pedido de los dueños, Máximo tenía que simular ser brasileño porque así había sido promocionado por estos pagos. “Imaginate cuando tenía chamuyar una chica. ¡Era imposible!”, rememoró jocosamente.

 

El incendio

El martes 19 de junio de 1984 la ciudad amanecía con un título catástrofe de El Diario: “Se incendió Kabranca”. Durante varios días seguidos, el medio gráfico había seguido de cerca lo que sería una de las noticias más recordadas de aquella época.

 

Treinta y cinco años después Gascón esboza un porqué: “A ciencia cierta no hay una explicación puntual, pero creemos que hubo un cortocircuito en la cabina del disc jockey que luego se expandió hacia los cortinados. Ese fue un grave error nuestro al igual que no teníamos un seguro, como se debería haber hecho adecuadamente”.

 

La legendaria discoteca continuaría luego en la planta baja del club donde luego funcionaría el Salón Dorado mientras arriba se intentaba refaccionar la pista afectada y en la escuela de manualidades de la calle General Paz los alumnos repujaron y rehicieron el simbólico calendario.

 

Posteriormente su vigencia se prolongaría hasta 1990 cuando aparecerían discos como Flop y Fancy y los pubs como La Caleta que empezarían a captar públicos sin cobro de entrada. En el ínterin se celebrarían miles de sábados bailables, con algunos espectáculos incluidos como Gian Franco Pagliaro o Sergio Denis, los viernes de los colegios secundarios, algunos matinés dominicales y las elecciones de reinas como la recordada entronización de Helen Natali, quien luego sería ungida como Miss Argentina 1981.

 

Sin dudas, una discoteca que quedará en la historia grande del entretenimiento villamariense. n

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