NOTA Nº 587, escribe Jesús Chirino - A 20 años de su muerte
Armando Fabre en el recuerdo
Cuando en Córdoba ya había sucedido la Reforma Universitaria, durante la primavera de 1918, en la localidad de James Craik, por primera vez se llenaron de aire los pulmones del niño que llamaron Armando Fabre. Desde pequeño tuvo problemas de visión, fue miope estable hasta que a los 25 años, por desprendimiento de la retina, quedó completamente ciego. Su condición no le impidió ser un escultor prestigioso y recibir premios nacionales e internacionales por sus obras.
Dibujo, pintura, locución, letras y escultura
Dicen las crónicas que a los 7 años había llegado a Villa Nueva. Iniciando sus estudios de dibujo y pintura en la Academia de Antonio Arborio, en Villa María, y egresando en 1937. Fue aquel un año importante en su desarrollo, pues en el mismo también inició sus publicaciones literarias en los periódicos villanovenses “Etapa” y “Viento Sur”. El sitio Arte de la Argentina, declarado de interés cultural y educativo por la Academia Nacional de Educación, señala que Fabre es “caso único en el arte mundial”. También relata que “su infancia no fue fácil. Debió dejar la escuela primaria en cuarto grado para ir a trabajar al campo”. Otro dato que agrega la referida página es que por años vivió “de los carteles que pintaba, tratando de lograr nuevas técnicas o, por lo menos, otras características publicitarias. Ingresó a la Escuela Complementaria de Arte en 1944 siendo alumno de Antonio Gargiulo y Elena Guarnaccia, quienes le enseñaron al tacto, a desarrollar la imaginación...”. En oportunidad de su muerte, los medios gráficos locales también señalaron la importancia de sus estudios con Gargiulo, unos de los autores de la escultura de Rivadavia ubicada en la plaza Independencia de Villa María. También le dictó clases Elena Altamira, unida en matrimonio con Gargiulo. Esas instancias académicas tuvieron lugar en la Escuela San Martín de Artes y Oficios del Patronato Nacional de Ciegos, en la Ciudad de Buenos Aires. Sus primeras obras fueron en barro, construía formas geométricas para luego pasar a elaboraciones más relacionadas con el realismo. Anteriormente había desarrollado diferentes trabajos juntando maíz, vendiendo diarios y realizando locución publicitaria. En los años 30, su voz recorrió las calles del país promocionando una reconocida marca de pasta dental.
Las crónicas destacan que se unieron en matrimonio con Sara Domínguez, Mima y tuvieron dos hijos Miriam y Alberto. En el primer tiempo de casados vivieron en Las Varillas, luego se afincaron en Villa Nueva.
El adiós
Volviendo a los inicios del multifacético artista, las crónicas señalan que ya formado como escultor abrió en Villa Nueva un taller de marmolería donde realizó importantes obras. Se contabilizan 46 creaciones de este escultor, distribuidas en diferentes lugares de la geografía argentina y en el exterior. Entre las más destacadas se cuentan el monumento al presidente Hipólito Yrigoyen, de cuatro metros de alto; el San Martín situado en la plaza Capitán de los Andes de Villa Nueva. Una crónica de 1999 señala que “algunos consideran que la obra más importante y querida por Fabre fue Centinela Pampa, otra figura gigante que domina la geografía de Chazón”.
Hace 20 años, cerca de las 7 de la mañana, el miércoles 27 de octubre de 1999, sus pulmones dejaron de respirar. Al día siguiente, en su tapa, El Diario tituló: “Duelo en Villa Nueva. Murió Armando Fabre”. Entonces presidía el Ateneo Cultural La Posta, que había fundado en 1992, y era una figura reconocida del quehacer artístico-cultural de la zona. En el año 1990 había sido declarado Ciudadano Ilustre por el municipio de Villa Nueva, el mismo que tres años antes lo había premiado con un escudo y una plaqueta por sus más de 50 años de trabajo artístico. Alrededor de las 10.30 del 28 de octubre de 1999, algunos vecinos y amistades despidieron sus restos que fueron depositados en el cementerio San José de Villa Nueva. El día posterior se publicó en El Diario que la despedida fue “...bajo una incipiente llovizna, un reducido grupo de personas donde se contaban, a sus dos hijos, familiares y un puñado de amigos de la cultura villanovense. En ese sentido, y como suele suceder, se observó una ausencia absoluta de representantes del sector dirigencial de la ciudad, ya que sólo asistió la secretaria de Gobierno de la Municipalidad, Elisabet Sileoni”. En la ceremonia se escucharon varias palabras de despedida, todas en versos. Entre quienes hablaron se contó a Carlota de Moreno, poeta e integrante del Ateneo La Posta y su entrañable amigo y, entonces, director de Cultura, Pablo Granado.
Fragmento de las palabras leídas por Pablo Granado en el cementerio San José
Agitar banderas
Cuando muere una gran persona
no se llora
se agitan banderas
Una bandera roja por su sangre
una bandera azul por su paciencia
una bandera verde por su esperanza
una bandera amarilla por su inteligencia
No te lloramos, Armando
no lloramos la irreparable muerte
la lógica caída a la ceniza
el viraje a la nada
No te lloramos pero te lloramos
agitando un viento de banderas
Una bandera para tus manos
que amasaban arcilla
y parían estatuas
y seguían amasando
y surgían como por arte de magia
un San Martín y un Yrigoyen
y una madre
y un indio centinela custodiando la pampa
Una bandera para tu palabra
que enseñaba la historia de esta tierra
Las manos de Armando se movían
desorientadas, en el aire
nadaban en la sombra
de pronto tocaban la reja de una ventana
la acariciaban
la palpaban milímetro a milímetro
la medían
la estudiaban
y entonces nos decía:
esta reja la forjó Belocio
el herrero, que tenía el taller
en la esquina de San Martín y Comercio
que hizo la cruz de la iglesia
y que se murió de viejo
siempre en la misma esquina
siempre en el mismo pueblo
y así seguía hablando don Armando
del Paso de Ferreyra
de la estancia
y de la calle honda
y de los cementerios
y los campos trillados
en su niñez de pobre
y de cuando era feliz
repartiendo diarios
calle por calle.