Otro abordaje de la sexualidad

Siempre fuimos un volcán en erupción

Históricamente negada y bajo un manto de oscuridad, la masturbación femenina, hoy, encuentra sus espacios de luz. Una aproximación al universo de la autosatisfacción mediante la perspectiva de diferentes autoras y enfoques
domingo, 22 de diciembre de 2019 · 11:00

Escribe Stefanía Coggiola ESPECIAL PARA EL DIARIO

 

Mientras cabalgo suave sobre la almohada un portazo me saca de un hachazo de mi acto. Es mi hermana, tiene la cara encendida, los cachetes que parecen salirse de su rostro y grita: ¡Mamá! T se está tocando. Me quedo inmóvil, no sé si cambiar de posición o saltar de un brinco de la cama. Elijo la que considero mejor, me quedo tiesa, simulo dormir. Mi madre grita desde la cocina, me dice sucia. Dice sucia y algo parecido a la lava me quema por dentro. La culpa, que es poderosa, que arde y ya no de placer, desintegra mi aventura íntima, propia, de nadie más, la de estremecerme en espasmos bañados en goce, con destellos de placer que no entiendo, pero que me llevan a un lugar al que siempre querré volver. Tengo doce años y el sol de la siesta se desparrama en el patio delantero.

Charlamos con V en un bar. Recordamos nuestra adolescencia, hablamos de masturbación. En general y de forma aplastante, en nuestras memorias todo se trataba del goce del otro. En un grupo conformado por siete mujeres, nunca, nunca, nunca, mencionamos la palabra masturbación de manera positiva. Si era mencionada, era motivo de rechazo, de asco, de burla. Cuando nos juntábamos los domingos, nadie decía, ay qué bien que la pase anoche, me hice una gran paja, descubrí que si me toco así o asá me vuelvo loca de placer, exploto como un volcán fantaseando que x me hace tal cosa. Al contrario, en la construcción de nuestra sexualidad, vivimos absolutamente encandiladas por complacer el deseo del otro. Lo cierto es que casi todas nos masturbábamos, solo que, cuando teníamos quince, no lo decíamos en voz alta.

"Pussy", de Stefani Zucotti

Autosatisfacción, autoconocimiento, autoplacer

 Noelia Benedetto es licenciada en Psicología, sexóloga con perspectiva de género, terapeuta de parejas y especialista en salud mental interdisciplinaria, explica que, desde la sexología clásica, no se habla de masturbación sino de autoestimulación. Sucede que la palabra masturbar está relacionada a la palabra perturbar, vinculada con el pecado de Onán - de allí el término onanismo - ungido en torno a una cuestión religiosa y moral. No profundizaremos aquí ya que la religión ha tenido demasiados caracteres dedicados, pero diremos que la palabra onanismo se ha utilizado como sinónimo de masturbación y que Onán es un personaje bíblico que eyaculaba sobre la tierra y en consecuencia fue condenado a muerte por derramar el semen porque no quería dejar embarazada a su cuñada, esposa de su hermano muerto. Nada más y nada menos.

 Retomando a Noelia, sobre el placer, dirá: “En la sociedad judeo cristiana en la que vivimos, si bien se habla mucho del placer, es poco el acceso libre que se le da. Recién en las últimas décadas se ha planteado la posibilidad del acceso al placer y en estos últimos años el acceso igualitario al placer. Pero la mirada en la sexualidad está puesta siempre y cuando sea en condiciones de monogamia, heteronormatividad, relaciones estables, varón-mujer cis con fines reproductivos. Entonces, la cuestión sexual se reduce a la situación de coito. Todo lo que sería destinado al placer, un placer recreativo y no reproductivo es algo que ha estado cajoneado”.

Y continúa: “Siempre se ha pensado en la autoestimulación como algo más de varones, pero no de cualquier varón, está permitido el acceso no sin ciertas sanciones para los adolescentes solteros, varones, cis. Para las mujeres no necesariamente el acceso ha sido el mismo, por lo tanto esto se mantiene en un nivel de oscurantismo. De hecho, el clítoris tiene reciente desarrollo, lleva unas décadas, de nombrarlo, de plantearlo, pero como es un órgano eminentemente abocado al placer de las personas con vulva, no se le ha dado tanta difusión hasta que los estudios de género y la sexología empezaron a blanquear estos temas”.

 

Coño potens

Coño potens se llama el libro de la autora española Diana J. Torres publicó en 2015. Se trata de un manual sobre su poder, su próstata y sus fluidos. En palabras de la autora, este fragmento: “El hecho de que a una niña se le diga que tiene una vagina por la que entrará el pene y por la que, consiguientemente, saldrá un bebé, obviando por completo la existencia de un clítoris y de una próstata, genera a nivel mental un vacío muy difícil de llenar a posteriori”.

Sobre todo, el libro habla sobre la eyaculación. Echa luz sobre el manto de tierra que nos cubre, por ejemplo, cuando dice esto: “Es curioso cómo en ocasiones el patriarcado se tira piedras sobre el propio tejado. Al negar por tantos siglos la existencia de la eyaculación de las mujeres, silenciar su conocimiento y condicionarlas a través de la cultura para que no eyacularan, lo que estaban realmente haciendo es ¡convertirlas en menos fértiles! Algo totalmente contraproducente con la idea de que nuestros cuerpos son los campos donde estos cabrones plantan la mayor fábrica de producción de capital: la creación de más humanos”.

A través de la experiencia personal de la autora, se pone en el tapete eso que no se dice, eso de lo que no se habla:  “El clítoris es un órgano y la próstata otro, y por mucha relación que puedan tener sus dinámicas, no generan lo mismo ni necesariamente al mismo tiempo. Cuando pensamos en ‘eyacular’ es inevitable que nuestro único referente cognitivo de esto sea la eyaculación masculina, sobre todo si nunca se ha eyaculado. Esto puede resultar muy confuso pues nos lleva a pensar que eyaculación y orgasmo van siempre de la mano”.

 

El segundo sexo

Simone de Beauvoir en el Segundo Sexo, publicado el 24 de mayo de 1949, dedica un capítulo entero a la iniciación sexual. Dice: “En cierto sentido, la iniciación sexual de la mujer, como la del hombre, empiezan en la más tierna infancia. Hay un aprendizaje teórico que se prosigue de manera continua desde las fases oral, anal y genital hasta la edad adulta. Pero las experiencias eróticas de la joven no son una simple prolongación de sus actividades sexuales anteriores; a menudo tienen un carácter imprevisto y brutal; y siempre constituyen un acontecimiento nuevo que crea una ruptura con el pasado”. Esta frase: “Todos los psiquiatras están de acuerdo respecto a la extremada importancia que para ella tienen sus comienzos eróticos, que repercuten a lo largo de toda su existencia” ¿No es verdad que recordamos cada evento, cada situación erótica en la que se sentaron las bases de nuestra sexualidad?

La autora explica que el clima en el cual se despierta la sexualidad femenina es completamente distinto al que encuentra alrededor un varón. Pensemos en cuántas veces hemos presenciado la escena en la que niñas y niños reciben un reto por estar tocándose las partes íntimas. Pero, más allá de esta escena recurrente, los varones han sido invitados históricamente al banquete del placer, a conectar con su sexualidad, con su placer. Para las mujeres es bastante diferente el recorrido. Es un recorrido teñido de oscuridad.

 

El informe Hite

En 1976 Shere Hite, académica especializada en sexología, publica El informe Hite, un estudio sobre la sexualidad femenina. Provoca una revolución mundial porque habla de lo que nadie hablaba y, sobre todo, porque le pregunta a las mujeres qué piensan y sienten acerca del sexo. Diseña una encuesta que contiene las preguntas correctas que permiten que las mujeres puedan expresarse. Hasta ese momento las encuestas habían estado llevadas a cabo por hombres que tenían la tendencia de indicar qué se debía sentir. Es impactante como, desde todos los planos, han intentado decirnos cómo sentir. El placer y el goce no han quedado fuera del intento eterno de ponernos bajo sumisión.

 “¿Qué importancia atribuye usted a la masturbación? ¿Ha visto alguna vez a una persona masturbándose? ¿Qué aspecto ofrecía? ¿Puede imaginarse a las mujeres que usted admira masturbándose? ¿Le gusta masturbarse? ¿Físicamente? ¿Psicológicamente? ¿Con qué frecuencia? ¿La lleva eso al orgasmo siempre, habitualmente, a veces, en raras ocasiones o nunca? ¿Qué tiempo le toma generalmente? ¿Cómo se masturba usted? Dé, por favor, una descripción detallada. Por ejemplo: ¿usa para estimularse: los dedos, la mano, la cama? ¿Dónde se toca exactamente? ¿Mantiene las piernas juntas o separadas?”. Son algunas de las preguntas del cuestionario que llevó a cabo en Estados Unidos hace décadas, pero que podrían funcionar hoy, a pasos del año 2020, a la perfección.

 

Yo sí, yo no

G. no se masturba. Nunca lo hizo. Cuando les contó a sus compañeras de la facultad que no podía llegar al orgasmo durante el coito sus amigas le devolvieron una pregunta ¿Vos te masturbás? Allí comenzó su recorrido para acercarse al placer. No es fácil, aún no ha logrado sentir placer mediante la autoestimulación. Pero lo sigue intentando. Porque como casi todo, lleva tiempo y dedicación.

 Pensemos en una persona que hace desde los siete que siente algo que describió como “una electricidad que me recorre todo el cuerpo”. Es M. y cuenta que comenzó por un movimiento inesperado, se agachó a buscar algo debajo de la cama y quedó posicionada de tal manera que permitió una fricción de su pussy con la cama. Cuando se dio cuenta que podía provocar el placer mediante la fricción, siguieron la almohada, los peluches y así. Al pasar los años intentó comentarlo con su grupo de amigas. Fue un silencio rotundo y devastador y hasta le dijeron qué sucia sos. Ella siguió. Luego vinieron las caricias sobre la ropa y después, ya a los 17, pudo tocar la piel, mojarse los dedos y sentirse cómoda con eso. Dice que conocerse la ayudó a encarar el sexo con un otro de manera diferente, que ella ya sabía lo que le gustaba, dónde, cómo.

 No alcanzan 1.500 palabras para hablar de autosatisfacción. Muchas cosas quedaron afuera. No hablamos de por qué no forma parte de la educación. De por qué no está en los manuales de Educación Sexual Integral. De por qué no se habla en los entornos familiares. Así que habrá una segunda entrega, pero antes y por si hay alguien que lee esta nota y nunca se ha tocado, sentido, olido, gustado, hay un tema que se llama La danza de los principiantes de la banda Mi amigo invencible que dice así: “Su sombra es de animal / se libera / no vuelve más. Y encendió algo para no apagarlo más / encendió algo para no apagarlo más”. Encender algo para no apagarlo más. Siempre fuimos un volcán en erupción.

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