Con la música pegada al corazón

Kico Verderó, al compás de su acordeón marcó una tendencia, una época y también grandes momentos de nuestra historia. A sus 82 años, sigue con la energía intacta y el mismo amor por la música

Escribe: Daniel Rodríguez

Fotos: Victoria Araujo

Si algún desapercibido pasa caminando por avenida Carranza, en Villa Nueva, sin saber que cerquita del cruce de ruta 2 y 4 vive Kico, se tomará una sorpresa al escuchar los sonidos de tango, milonga y paso doble que desprenden desde la vivienda.

Es que él, César Feliciano Verderone, conocido popularmente desde hace décadas como Kico Verderó -nombre artístico que se desprende de una pronunciación apresurada-, sigue trabajando, construyendo y latiendo conjuntamente a su acordeón, bien pegadito a su pecho, como debe ser. Con 82 años a cuestas, el intérprete de música popular sigue enérgico y con ganas de contar historias.

“Estoy completando un par de formularios y copiando mis canciones para mandarlas a Sadaic”, afirma, mientras suelta la lapicera sobre una hoja que tiene dibujadas blancas, negras y corcheas. Tiene 28 obras escritas y pretende mandar por lo menos 14 en los próximos días.

Acompañado por su esposa, Ana, el músico no duda en sacarse el sombrero para colgarse el instrumento y posar simpáticamente ante la visita de El Diario.

Cada documento, póster y reconocimiento son un tesoro, y él los protege como tales. “Acá me hace falta acomodar el escritorio para tener todo”, testifica mientras se lamenta haber perdido varios libros y algunas anotaciones “por la creciente del río que vino en 2014 y se llevó todo”.

En una caja, conserva algunos reconocimientos musicales y un libro donde él mismo narró su extensa biografía.

 

El oficio de hacer bailar

En una charla donde rememora gran parte de su historia, la que hizo danzar a la región (y también al país), el hombre valora el sacrificio de sus padres: Juan Verderone y Rosa Bompani, quienes ya desde la localidad vecina de Ana Zumarán lo incentivaron a que cumpla sus sueños y deseos.

“Mi papá era comisario y tenía que estar atento a los  departamentos Unión y General San Martín”, recuerda a la vez que valora el hecho de que don Juan contribuyó para la compra de su primer amor de dientes blancos.

“Fui taxista, peluquero, albañil, candidato a intendente y me faltó un año para recibirme de abogado”, cuenta el músico que posee una lucidez resistente al paso del tiempo.

Una vez llegado a una Villa María que aún sumaba varias calles de tierra, Kico primero se ubicó sobre calle Corrientes y luego sobre Santa Fe. Allí emprendió sus estudios con “El Chala”, un profesor de acordeón a piano “donde nacieron los más destacados músicos”, narra.

Por aquella época también conoció a Manuel Argüello quien sería un compañero inseparable de aventuras; al que trae al presente con un acentuado afecto.

Más tarde, también en conjunto con Oscar Lucarelli formarían “Los Tres Acordeones”, tiempos en los que él tenía 20 años y “La Cumparsita” era uno de los grandes éxitos de los que ofrecía.

“Estábamos con Lucarelli y Colunga, pero su papá (el de Colunga) que era médico, nos sacaba corriendo; no quería sacar nada de la música. Ahí justamente empecé a dedicarme a la música e hicimos los primeros bailes en el Trinitarios”.

Dueño de miles de kilómetros y de anécdotas, Verderone muestra fotografías en donde también se lo ve al locutor Héctor Cavagliato como uno de los presentadores.

 

Más tarde llegaría “Jazz Continental”, “Los Good Boys” y finalmente el “Trío Colombia”, en donde su mujer haría la percusión para acompañarlo. “A mí me daba celos cuando él llegaba a las cuatro de la mañana con olor a tabaco”, dice Ana mientras sonríe.

En su carrera se destacó el hecho de que fueron de los primeros grupos en completar su agenda de fin de semana; tocando todos los sábados y domingos donde quiera que fuese. Tan acrecentada fue su carrera que llegó a demostrar su habilidad en tanto lugares como El Rosedal a metros del Zoológico Carlón, El Hotel Palace (hoy edificio municipal) o en diversos concursos de cantores barriales. El Parque de Villa Nueva, El Algarrobo, el Club San Lorenzo de Las Playas, Etruria, Hernando o hasta en el mismísimo Teatro Colón de Buenos Aires.

Respecto a esto último, el entrevistado comentó: “Fuimos desde Tierra del Fuego hasta la Quiaca con Lorenzo Barbero y la Orquesta de la Argentinidad; ahí fue cuando estuve en El Colón”.

“Llegamos a hacer giras interminables de 90 días recorriendo toda la Argentina”, exclama con total humildad. Es que su gran dote lo llevó a subir en la misma noche a las mismas tablas que artistas del calibre como Palito Ortega, Sergio Denis o Leo Dan. “También me gusta mucho Sergio Denis, siempre que podía lo iba a ver, ahora, con el accidente que sufrió, todavía no pude ir a saludarlo”.

“Me acuerdo también estuvimos en la Botica de Enrique Urani, en pleno de centro de Villa María”. Donde también estaban Cachito Corazón y Pichón de Gallareta. “Era para reírse”, menciona.

 

Los grandes amigos

Es imposible que cada momento de la charla no esté intervenido por los acordes. Es que, al refrescar su memoria y sus canciones, Kico comienza a hacerlos sonar, o bien a golpear la mesa suavemente emitiendo un compás y recitando diferentes piezas (como “Canción a mis abuelos”).

“El acordeón es difícil de tocar y lleva tiempo. Las cosas que se aprenden rápido son las cosas malas”, destaca el músico, sintetizando que aún sigue en continuo aprendizaje.

Allí se lo ve, tomándolo suavemente mientras se puede observar su nombre grabado en el centro de la acordeona. 

En la charla también se desprenden nombres de otros virtuosos locales que dejaron su huella, tales como Roberto Sorial, quien fuera cantante de “A Puro Tango” y el recientemente fallecido Antonio “Chiquito” Bringas. Respecto a este último, alega: “Era un muy buen cantor”.

“También me acuerdo, el mejor cantor que acompañé fue Osvaldo Cané, quien falleció cantando “Justo el 31” (una pieza inmortalizada por el tanguero uruguayo Julio Sosa”). “Sufría mucho del zurdo” reflexiona, mientras apoya la mano derecha sobre su corazón.  También “estaba el Sordo Sanz, una de las mejores guitarras que nos acompañó” .

 

Un jugador de toda la cancha

Ya en los últimos tiempos, con el Trío Colombia (del que formó parte su esposa), tocaban de martes a domingo en la ya extinta peña en Achalay Huassy (ubicada Jujuy y Alvear) “Ahí también aprendimos a cocinar empanadas, locro y más cosas; porque en los intermedios nos metíamos en la cocina”. “Luego la cerraron, es que teníamos un pequeño parlantito que salía fuera y algunos vecinos les molestaba”.

La conversación se va extendiendo, en medio de la confianza y el confort de poder compartirla y más imágenes continúan fluyendo: “Me acuerdo que con el ‘Pelado’  Moreno organizamos Locura 70, acá en la Plaza (de Villa Nueva), donde logré traer a Los Imperiales”. (N. de la R.: Locura 70 fue un evento masivo que aglutinó durante varias jornadas a diferentes vecinos de las villas y la región).

Más cerca en el tiempo, llegaría una gira (la última) con Jorge Ardúh; hecho que merece un párrafo aparte, porque al hablar de Ardúh nos referimos a un destacado músico, pianista, arreglador, compositor y director de orquesta, también conocido como “El Fantasista del Teclado”. El (Ardúh), compuso el gran éxito “Juventud del 40”, por ejemplo.

Así, con la música latiendo en cada momento, proyectando y recordando los antiguos éxitos, Kico sigue trabajando rodeado de instrumentos, afecto, una lapicera y un papel, de los que se sirve para que las creaciones no se pierdan jamás en el olvido. “La gente en la calle me grita: “¡No te mueras nunca!”, señala contento, mientras vuelve a colocarse su sombrero para despedirse. Seguro adentro, los fuelles volverán a desdoblarse mientras su voz desempolva alguna canción inolvidable.

 

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