Juntos en el andar cotidiano enarbolamos los ideales que él nos dejó…

Fuimos uno, somos todos

La Asociación Profesor Juan Rocchi EBEC homenajea en las palabras de la Lic. Nancy Aráoz, exalumna y exdocente de la casa, a quien fuera su presidente, miembro de Comisión Directiva y rector del Instituto Secundario Manuel Belgrano, profesor Ricardo Luis Vagliente
domingo, 22 de noviembre de 2020 · 08:54

Cuando el cantautor cubano Silvio Rodríguez escribió La Maza, tan maravillosamente interpretada por Mercedes Sosa, entre tantos otros, creó dos imágenes metafóricas: la maza y la cantera. La maza es esa herramienta que representa al artista y la cantera simboliza la materia prima esencial que él necesita para crear sus canciones, aquello que le da sentido a la creación, ese conjunto de creencias, valores, fundamentos que le permiten transmitir un mensaje. Por eso, se pregunta ¿qué cosa fuera la maza sin cantera? Si no existieran esos fundamentos, si no creyera en lo que cree, el resultado sería hipocresía, superficialidad; así Silvio Rodríguez se describe a sí mismo como una herramienta del momento y del lugar que le ha tocado vivir haciendo la música que quiere y cree necesaria. Quizás por esto mismo un sujeto trasciende. Cuando los ideales, las convicciones, los sueños impulsan las acciones de hombres como el profesor Ricardo Luis Vagliente, todo adquiere sentido.

El 12 de noviembre de 2020, año de pandemia, nos dejaba el exrector del Instituto Secundario Manuel Belgrano. El profesor Vagliente había asumido en sus funciones como rector de la vieja casona de la familia Rocchi en 1972 y culminó sus actividades en mayo de 2001. Una extensa y rica trayectoria de un hacedor incansable y de un soñador como pocos. Si hay algo que lo define es justamente esa capacidad de realizar sus sueños sorteando obstáculos, enfrentando las adversidades, negociando sin renunciar a sus convicciones… muy pocos pueden. En su concepción de la autoridad siempre estaba presente la idea de libertad, pues, si falta el respeto y la confianza solo queda mera imposición, se le quita la propia naturaleza de su ejercicio. Con los estudiantes y con el personal a su cargo, el rumbo estaba claro. El comandaba el barco, pero siempre pensando que la tripulación era lo más importante. Creía en ellos, en sus capacidades. Sabía que para avanzar hace falta la palabra amorosa y el gesto firme.

Se propuso, junto a un puñado de docentes, la epopeya de construir el edificio en el barrio San Justo, allá por los años 80, cuando todo estaba por hacerse en esa zona que tímidamente comenzaba a crecer en población e infraestructura. Sin dudas, un gran visionario. Gracias a sus gestiones y su capacidad de convocatoria este proyecto comenzó a tomar forma, y, poco a poco, codo a codo toda la comunidad educativa trabajó a su lado.

Su liderazgo indiscutible nos permitió hacer propio ese sueño, convertirlo en una causa común… lo colectivo primó frente a lo individual y, contra todo pronóstico pesimista, se materializó y cobró vida hasta convertirse en lo que es hoy, una escuela con profundos valores éticos, aquellos que inspiraron a tantos y que, seguramente, será motivo de orgullo para la comunidad; el mismo orgullo que sintió Ricardo, el profesor, el padre, el ciudadano, al ver su obra terminada. Es de grandes la emoción expresada en el momento en que se descubrió la placa con su nombre en la inauguración del gimnasio del colegio. Las lágrimas y el gesto de sorpresa de ese rostro gastado por el tiempo y la experiencia vivida, dan muestra de la integridad de ese hombre, que deja un legado enorme para las futuras generaciones belgranianas pero que, sin dudas, constituye uno más de los educadores reconocidos que esta ciudad ha gestado.

 

¡Gracias, rector Vagliente!

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