NOTA Nº 632, escribe Jesús Chirino

Moisés Meik: hasta siempre

domingo, 22 de noviembre de 2020 · 08:52

Ante la irremediable y dolorosa noticia acerca de la desaparición física de Moisés Meik fueron muy numerosas las expresiones de condolencias en diferentes medios. En todos esos mensajes, muchos originados en ámbitos profesionales, más allá de resaltar sus logros intelectuales, fue constante el destaque de la sensibilidad y capacidad que tuvo para darnos amor a quienes nos distinguió con su amistad. Aquí, más allá de repasar aspectos de su relación con la ciudad, para recordar su figura invité a Matías Cremonte, abogado del cual Moisés siempre me hablaba por el gran respeto profesional que este le despertaba. 

 

Conexión con sus raíces

El pasado sábado 14 de noviembre, en la ciudad de Buenos Aires, emprendió su último viaje. Siempre fue un hombre afable, modesto e incansable trabajador. Abogado especialista en Derecho del Trabajo, exjuez del Trabajo en La Matanza, asesor sindical y docente universitario. Intelectual de inmenso prestigio que trascendió las fronteras argentinas, siempre mantuvo una constante conexión con Villa María, su ciudad natal, a la cual regresaba tantas veces como sus obligaciones le permitían.

En esas visitas contactaba con sus afectos, recorría instituciones y dictaba conferencias a las cuales no pocas veces traía invitados amigos y amigas que forman parte de lo más granado del derecho laboral en el país. Estudiantes, abogados, docentes, gremialistas y trabajadores asistían a sus charlas dictadas en el Centro de Investigaciones de la Economía Social (CIESO), en la delegación local de la Ucasal, la UNVM, el Colegio de Abogados o el Inescer donde formó parte del grupo de personas que dieron lugar a la creación de la institución. La profundidad y claridad de sus exposiciones le permitían desarrollar conceptos complejos ante muy heterogéneas asistencias. 

Siempre conectado con sus orígenes humildes, muchas veces iba hasta el 1600 de la calle Santa Fe, en el barrio Florentino Ameghino, para ver la casa donde vivió con sus familia paterna. Hijo de Alejandro Meik y Sofía Jamnitzky, nació el 22 de noviembre de 1936, a poco de iniciarse la gobernación de Amadeo Sabattini, político radical para el cual el concepto de “justicia social” fue de mucha importancia. Moisés valoraba a ese médico, destacada figura de la ciudad. Pero, a lo largo de su fructífera vida, también pudo trabajar y compartir esfuerzos con una pléyade de villamarienses que enriquecieron la vida comunitaria e intelectual de la localidad. El inmenso amor que tenía por su ciudad hacía que en cualquier lugar del mundo en el cual se encontrara hablara de Villa María. Siempre atento a los acontecimientos locales, se mantenía informado consultando la página de El Diario, donde muchas veces colaboró con este espacio dominical.

 

Sembró para la construcción de una sociedad justa

Quiero rescatar la descripción realizada por el prestigioso laboralista Ricardo J. Cornaglia al escribir que Moisés era “un caballero andante, para quien el derecho no era ambiguo, ni estaba divorciado de la ética. Para quien la injusticia sufrida por otros, era una herida abierta en su carne”. Así era Moisés, hombre con una inconmovible coherencia en su actuar. Inscripto en la corriente crítica del derecho laboral, entendía al mismo como un campo de análisis en el cual se conjugaba el conocimiento teórico y técnico e incluía una visión emancipatoria de los trabajadores.  A su vez comprendía que desde la clase trabajadora, sector social subalterno, luchamos para conseguir nuevos equilibrios que nos permitan el real ejercicio de los derechos básicos para poder vivir con la dignidad que el sistema económico de la libre empresa obstaculiza o directamente nos niega. Moisés trabajaba en la construcción del camino que nos llevará a ese lugar. Lo hacía mediante sus escritos, las conferencias y clases, con el asesoramiento gremial y el importante trabajo que hizo en el campo sindical. Por ejemplo, la labor dentro de la CTA, junto a profesionales como Horacio Meguira, Cecilia Pérez Correa, Luis Campos y tantos otros.

 

El maestro se fue, pero dejó mucho sembrado.

 

A Moisés Meik, in memorian

Hasta la victoria siempre, maestro

Escribe: Matías Cremonte*

 

Se nos fue un grande, el querido Moisés, maestro de varias generaciones de laboralistas.

No alcanzan estas líneas, no existen suficientes, para completar lo que significó para el mundo laboralista. Fue militante estudiantil y político, abogado de trabajadores y sindicatos, juez, profesor… y sobre todo, un tipo generoso.

Cómo no recordarlo entrando a cualquier foro con su sonrisa pícara y su mirada cómplice, su boina y su maletín, para escuchar a cada joven que le tocara exponer en un panel.

Con un objetivo claro, transformar la realidad de una sociedad injusta, se preocupaba por lo que llamaba “el derecho del mientras tanto”, y para eso no escatimaba esfuerzos. Siempre curioso, estudiaba cada nuevo artículo, ensayo, nota periodística. No había libro o fotocopia que no estuviera totalmente subrayado y anotado con su letra apasionada.

Tenía sus maestros a los que siempre referenciaba, algunos ya fallecidos, pero no le incomodaba mencionar a los presentes, incluso algunos menores que él. Su humildad era fuera de serie. Su obsesión eran los abogados y abogadas jóvenes, el futuro, a los que dedicaba su mayor esfuerzo. Se prodigaba recomendando lecturas, escuchando, nutriéndose de la candidez, pero debatiendo con firmeza. Logró que cada quien se sintiera especial.

Sutilmente condicionaba su participación en un evento a que se invite a dos o tres jóvenes que él mismo proponía. Era un director técnico de inferiores, de semillero, y a todos los hacía debutar rápido, nunca era antes de tiempo para él, había que salir a la cancha, formar un gran equipo en el que nadie sobraba.

Fue su última satisfacción. Advertir que el laboralismo tenía ya una camada parada en sus plantas para confrontar con “la derecha”, con los “liberales”.

Dejó deudos por todo el mundo. De su siempre presente Villa María natal -incluso en esa tonada que nunca perdería- hasta Madrid, con paradas en todos los pueblos intermedios, el día de la triste noticia de su partida no tardaron en surgir recuerdos, saludos, semblanzas.

En todos los casos resaltando su pasión por el derecho del trabajo, su generosidad y su alegría de vivir. Porque no completaríamos su memoria si no recordáramos al viejo divertido que nos acompañaba a beber la anteúltima después de un congreso,  riéndose como uno más o disfrutando de miles de asados y con sus tantas sobremesas.

Tuve la suerte de compartir muchas cosas con Moisés, largos viajes en auto a congresos de abogados o de trabajadores. Todo lo disfrutaba. Y para cada intervención pedía consejo antes y opinión después, invirtiendo humildemente los roles.

Me quedo con dos imágenes: erguido señalando con el índice a los jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación dando su alegato firme contra la violencia del despido; y mirando la cámara de su teléfono con una lupa el último 7 de julio -Día del Abogado y la Abogada Laboralista- en el evento virtual que organizamos desde la (su) Asociación de Abogados y Abogadas Laboralistas, regalándonos un emotivo discurso que, aún no lo sabíamos, era su despedida. Se titulaba Y la nave va…

¡Buen viaje y hasta siempre, maestro!

 

*Matías Cremonte, expresidente de la Asociación de Abogados y Abogadas Laboralistas de Argentina, vicepresidente de la Asociación Latinoamericana de Abogados Laboralistas (ALAL).

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