FilosofIa - José María Aricó

El imborrable legado de un pensador villamariense

Próximos a cumplirse los 30 años de la desaparición física de uno de los pensadores latinoamericanos más importantes del siglo XX, los rastros de su invención teórica y su compromiso militante siguen inspirando a nuevas generaciones de intelectuales que, motivados por el afán de la transformación social, orientan su esfuerzo en el ejercicio de la acción y el pensamiento situados. El villamariense de conocida pasión por el socialismo, la democracia y la cultura, es uno de los máximos exponentes del marxismo en nuestro continente, siendo su labor editorial aporte fundamental para desentrañar los dilemas políticos del presente y de un tiempo por venir

Escribe: Francisco Rivera (*)

Especial para El Diario

El sinfín de referencias informales, estudios académicos y anécdotas personales que giran en torno a la figura de José María Aricó no dejan de rehabilitar el legado intelectual de un militante político que además fue un gran pensador. Ahora bien, ¿cuáles son las características que vuelven a alguien un intelectual cuya agudeza teórica es digna de ser recordada por sus semejantes? Para el reconocido sociólogo boliviano Fernando Mayorga, un buen pensador es aquel que logra establecer tres diálogos al mismo tiempo: con los clásicos, con sus contemporáneos y con la realidad que le tocó vivir. Por su parte, en tanto gran marxista latinoamericano, Aricó dejó su marca imborrable al delinear una manera específica en la que se vuelve posible leer ciertas coyunturas políticas locales a la luz de determinados desarrollos teóricos universales.

La recuperación de la obra de Marx para pensar problemas latinoamericanos (como así también las de Gramsci, Max Weber, Walter Benjamin, Hans Kelsen y Carl Schmitt) constituyó un antecedente metodológico que logró tensionar los usos irreflexivos de estas filosofías a la hora de pensar el presente de América Latina, pero a su vez permitió rehabilitar antiguas dicotomías del pensamiento filosófico occidental como lo son el vínculo entre la teoría y la praxis, lo universal y lo particular, el idealismo y el materialismo, entre otros tópicos de singular relevancia. Sin abandonar su adscripción al marxismo, Aricó nos legó una serie de huellas o signos de reflexión a partir de los cuales se vuelve posible actualizar una filosofía de la praxis que tiene como dominio propio la materialidad social y política latinoamericana de la que su propio pensamiento no pudo desligarse, siendo su propio pensamiento un fiel resultado del contexto en el que se vio inscripto.

 

Cuestión de praxis

Si optamos por dimensionar el estatuto propio de la filosofía que tiene por objeto la praxis, o mejor dicho, de la filosofía que es práctica en la medida en que su objeto se comprende y se realiza en la acción del pensar, nos encontramos ante un vasto itinerario de filósofos que han hecho su aporte a esta rama del saber. En efecto, quizás haya sido Aristóteles quien con mayor claridad ofreció una clasificación de las distintas áreas del conocimiento que (con ciertas modificaciones) sobrevive hasta nuestros días. Lo que Aristóteles pudo señalar con gran claridad es que la ciencia o episteme -de ahí la palabra epistemología- puede dividirse en tres grandes continentes: las ciencias teóricas que dedican su estudio a aquello que es necesario y no puede ocurrir de otra manera, las ciencias productivas o técnicas (hoy diríamos el arte) dedicadas a la elaboración de objetos bellos y útiles, y finalmente, las ciencias prácticas dedicadas a la acción que se inscribe en un plano de contingencia, dicho en otros términos, las ciencias que se dedican a aquello que puede ser de otra manera y por lo tanto que admiten deliberación y elección.

Para Aristóteles, la diferencia entre las ciencias teóricas y las ciencias prácticas radica en que éstas últimas tienen por meta la acción considerada como un fin en sí mismo, siendo el objeto de la acción cambiante y dependiente de la experiencia del agente. Para decirlo en términos contemporáneos, siempre refiere a un contexto histórico-social y político, es decir, a una coyuntura. En tanto pensador de coyuntura, Aricó logró delimitar el campo donde se vuelven inteligibles ciertos elementos teóricos universales de la teoría marxista en vinculación con el conjunto de luchas políticas que lo atravesaron personalmente, para su desgracia, ciertas experiencias fallidas y profundas derrotas de los proyectos emancipatorios en todo el continente. Durante los años 60 y hasta la primera mitad de los 70, las iniciativas de Aricó estuvieron marcadas por una lógica de intervención política mediada por la constante reflexión teórica. De esta manera, las revistas y editoriales de las que participó, además de sus propios escritos, remitieron siempre a una estrategia de elaboración de insumos teóricos para el debate sobre diversos temas como lo son el partido político, la historia, el Estado, la noción de modo de producción, la revolución, la guerra de guerrillas, los consejos obreros, entre tantos otros.

 

Elementos universales

Quizás el aporte más importante de la práctica-teórica de Aricó haya sido la traducción de ciertos elementos “universales” con respecto a determinadas realidades fundamentalmente “equivalentes”, aunque expresadas en lenguajes diversos. En tanto que es posible traducir una universalidad a formas singulares que deben ser comprendidas en su especificidad, el marxismo latinoamericano en el que abrevó el villamariense implicó un ejercicio constante de traducción que remite siempre a la producción de una novedad teórica que busca evitar la mera traslación o aplicación de conceptos ya constituidos a realidades diversas y por demás heterogéneas. La adopción de una posición heterodoxa en relación al Partido Comunista Argentino es una muestra práctica de ello, como así también la conformación -junto con Oscar del Barco, Héctor Schmucler y Samuel Kicszkovsky- de la revista Pasado y Presente y más tarde en Buenos Aires -con su amigo Juan Carlos Portantiero- la fundación de la revista La Ciudad Futura; además de los numerosos ensayos, artículos y libros, entre los que destacan: “Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano”, “Marx y América Latina”, “La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina”, “La hipótesis de Justo: escritos sobre el socialismo en América Latina”.

De lo especulativo y a lo concreto, de lo universal a lo particular, en suma: de la teoría a la acción y viceversa, el marxismo de Aricó encarnó una forma muy específica de vivir la verdad de los condenados de la tierra, para decirlo en los términos del argelino Frantz Fanon. Su legado filosófico, entonces, es irreductible a una colección de postulados teóricos y consignas políticas vacías de facticidad, pues su práctica-teórica constituye un reflejo cabal de lo que los griegos denominaron vida buena, esto es, la existencia propiamente humana que se realiza en el pensamiento y en la acción, ambos inescindibles de la comunidad de semejantes por quienes es digno luchar.

 

(*) Tesista de la Licenciatura en Filosofía en la Facultad de Filosofía y Humanidades (Universidad Nacional de Córdoba). Integrante de distintos equipos de investigación sobre filosofía antigua, moderna y contemporánea

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