NOTA Nº 75, escribe Jesús Chirino

La Calera: recuerdo de sus últimos tiempos

Aunque en 1954 una ordenanza lo designó barrio General Roca, siempre se lo llamó La Calera. El uso popular, más allá de las normas legales, impuso esa designación tan relacionada con los orígenes del primer caserío en el lugar. En 1905 ya estaba instalándose la fábrica de cal que marcaría la identidad del barrio. Silvio Walter Elizondo se acercó a El Diario para contar sus recuerdos de los últimos tiempos en que se fabricó cal en el lugar

 

La cocción de rocas

El hombre quería compartir una foto en la cual aparece su familia y la parte superior de los hornos de la calera de Villa María. Se trata de una imagen y un relato de importancia para la reconstrucción de la historia de ese sector popular cercano al cementerio La Piedad. 

Silvio nació en Almafuerte, en abril de 1958, de padres nativos de Los Cóndores. Su tío José Fernández, hombre conocedor del proceso de producción de cal en su localidad de San Agustín, junto a Concepción Coria, su esposa, vino a Villa María y fue encargado de "la calera" que funcionó en esta ciudad.  Recordemos que la cal se produce mediante la cocción de las rocas calizas o dolomitas mediante flujos de aire caliente que circula en los huecos o poros de los fragmentos rocosos. Es por ese procedimiento que las rocas pierden bióxido de carbono produciéndose el óxido de calcio.

 

"Llegamos a la calera"

Impulsados por una situación económica difícil a principio de los años ´60 del siglo XX, lo trajo su madre a Villa María en busca de oportunidades para trasladar a toda la familia. Cuenta que "al final del cementerio viejo, aún no existía nada del nuevo, había una entrada que, decían, era para el cementerio de los turcos. Pasada esa entrada, prácticamente empezaba campo, a dos cuadras estaba la fábrica de cal. Al lado del cementerio había una edificación, una casa altísima y viejísima que le decían la escuelita. Allí vinimos a parar. Había sido una escuela rural". Recuerda con nostalgia el "inmenso" patio, lugar que fuera escenario de los juegos durante los recreos del alumnado. El padre de Silvio vino después de su madre y comenzó a trabajar bajando carga que traía el tren del ferrocarril francés. Lo explica diciendo "cruzando las vías, allí donde ahora es el Parque Pereira y Domínguez, se hacía lo que se llamaba ´el trasbordo´. Venía el tren de San Francisco con mercaderías. Cuando llegaba se ocupaban changarines para el trasbordo que era bajar las cosas y cargarlas en camiones o carros. Mi papá hacía changa allí". Cuando aflojó ese trabajo, y Ramona Elizondo, su madre, tampoco ganaba mucho limpiando casas, la tía Concepción les ofreció ir a vivir a la pieza donde guardaban las herramientas de la fábrica de cal. Recuerda "era una pieza grande que se llovía, pero no había otra cosa. Así llegamos a la calera, la fábrica de cal, yo tenía seis o siete años". 

 

Dinamita en los grandes troncos 

En la foto está la madre de Silvio y no su padre, porque entonces se habían separado, ella y sus hijos continuaron viviendo en la calera. Recuerda lo pequeñita que era la escuela del lugar. En relación con las tareas laborales dice: "El sistema de trabajo era arcaico y duro. A mi tío lo trajeron como experto porque allá, en San Agustín, trabajaba en lo mismo. El trabajo era muchísimo. Las piedras de cal venían de las sierras, de San Agustín, de Corralito y otros lugares. Las traían en camiones, se bajaban y con una noria y una zorrita se las llevaban al horno. Un caballito daba vueltas para enroscar el cable. Así subían la cal, se tiraba adentro y cuando estaba lleno, el horno se prendía fuego". El material para la combustión era leña, "traían camionadas, solían venir troncos inmensos. Tenían, en una parte de la casa, un lugar donde había un cartel que decía ´prohibida la entrada´, allí había dinamita". Cuenta que a los grandes troncos, Fernández les hacía un agujero y les ponía un cartucho de dinamita, “recuerdo que cuando él dinamitaba, estábamos todos escondidos. Iba mi tío y prendía la mecha, supongo, porque nunca pudimos estar cerca. Luego corría y explotaba, partiéndose el tronco”. 

A un lado del horno había un desnivel, donde iba cayendo la cal. Era un túnel donde se sacaba la cal cuando llegaba alguien que, por ejemplo, traía una orden de lo que había comprado en Casa Seppey. 

 

El tren del progreso 

"En la esquina Sabattini y Catamarca había una ferretería viejísima, de los Ballesteros. Si usted iba a comprar algo que no tenían, le decían que aún no había llegado el vagón que traía las cosas desde Buenos Aires. Un buen día llegaron tres vagones de cal viva, molida y embolsada. Esa fue la muerte de la fábrica de cal. El progreso había terminado con eso". Era a principios de los 70.  

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