Osvaldo Aguirre, autor de “Estado de sospecha”
Periodismo, operaciones y dictadura
Aguirre aborda la historia de Luis María Castellanos, un comunicador renombrado que terminó siendo acusado por haber operado a favor de la dictadura militar argentina. Un pormenorizado análisis sobre el rol del periodismo y su colaboracionismo durante la noche más oscura del paísEl periodista rosarino Osvaldo Aguirre publicó durante este año “Estado de sospecha”, un libro de investigación que reconstruye la historia de Luis María Castellanos (1943-2005), un periodista nacido en Santa Fe que ocupó puestos jerárquicos entre las redacciones de semanarios y agencias de noticias. Su carrera entró en un cono de sombras luego de ser denunciado ante la Conadep y durante el juicio a las Juntas Militares como asesor del exalmirante Emilio Eduardo Massera.
Desde este último evento, el nombre de Castellanos quedó asociado a la represión durante el terrorismo de Estado, y a eso se abocó Aguirre en una publicación repleta de investigación que supera las 200 páginas y que fue publicada este año por la Editorial universitaria villamariense, Eduvim.
Se sabe que Massera siempre se quiso diferenciar de Videla y que desde la Marina se buscó generarlo como candidato a manejar las riendas del país. Obvio, el coronel - o almirante- tuvo quien le escriba y de eso habla Aguirre.
-¿Cómo fue el proceso de escribir “Estado de sospecha”?
-El libro está basado en entrevistas con periodistas que trabajaron con Castellanos en distintos momentos de su historia. También se trabajó con archivos periodísticos judiciales y con el Archivo Nacional de La Memoria. Además, se sumó bibliografía sobre el tema, algunas cuestiones como las de Massera, Montoneros y demás. Con todo eso fui armando el libro.
-¿Existe un tiempo aproximado de creación?
-Tuve distintos tiempos de trabajo. Primero, yo había hecho una serie de notas sobre el personaje. En esas notas empecé a ver la posibilidad del libro, de tomar a Castellanos como una vía de acceso a un tema más amplio, como el tema del periodismo durante la dictadura. Allí fue cuando obtuve una beca de creación del Fondo Nacional de Las Artes. Con eso tuve una primera etapa intensa, donde hice la mayoría de las entrevistas, la búsqueda de archivos, y después hubo un segundo momento, que fue el de la escritura. Lo de escribir fue más tranquilo, lo hice en casa. Pero también sumé otras entrevistas. Fue una tarea de varios años, pero no estuve todo el tiempo dedicado de lleno al libro. Fue un trabajo intenso de hacer, porque algunas cosas eran más difíciles de conseguir y necesitaba más tiempo.
-El personaje de Castellanos fue bastante particular, y también lo de este oficio durante la dictadura. Hablamos de Castellanos como alguien reconocido….
-Fue reconocido por los propios sectores de poder. Una de las cosas que menciono en el libro es la preocupación de los militares por el control de la prensa y el tema de las relaciones públicas que se establecían entre militares y directivos que expresaban esa preocupación.
Los testimonios sobre el hecho de que Massera tenía el “alto” de pasar y darse una vuelta por las redacciones de algunos diarios en el momento del cierre. Eso estaba en la preocupación por controlar y era muy visible. Luego esto se hizo más normal en un punto, a partir del golpe. Se hizo formal porque empezaron a regir disposiciones para la censura de la prensa, respecto a cómo se tenía que informar y cómo no.
Se trató de una serie de imposiciones que, es necesario decir, contaron el consenso de la mayoría de las empresas y también de los periodistas.
-Hay muchos periodistas que también formaron parte de esa época, tal como Chiche Gelblung, que se lo ve hoy en la televisión luego de haber sido uno que le ha mentido a la gente…
-Hubo premios y castigos bastante arbitrarios. Me sorprende cuando muchas veces se lo ve a Gelblung como la expresión de cierta “picaresca”. También me sorprendió mucho cuando se homenajeó a Alfredo Serra (N. de la R.: periodista, escritor y docente que trabajó en el diario Crítica y la revista Gente). Se lo reconoció como “un maestro”, cuando estuvo ligado a las campañas de la dictadura, que fueron muy pesadas. Es como que hay una marca de olvido que, en cambio de la condena, tomó a algunos como la absolución de todos. Muchos no han tenido inconvenientes. Cuando hablamos de periodistas que colaboraron y apoyaron al golpe, parece que perdemos de vista el hecho de que estos periodistas respondían a empresas, no eran llaneros solitarios.
-Sí, suele pasar que se cargan las tintas contra trabajadores que respondían a alguien.
-Ocurre el caso, que yo comento en el libro, de la Revista Para Ti, cuando el director envió a un periodista y a una fotógrafa a entrevistar a una detenida. La nota se publicó con el título de “Habla la madre de un desaparecido muerto”. Se trata de una nota realizada a Jara de Cabezas, que la entrevistaron estando prisionera. Cuando se pidieron explicaciones, se empezaron a repartir culpas entre quien comandaba la editorial Atlántica, Aníbal Vigil, y Botinelli. Se trata de publicaciones que se convirtieron en símbolo de colaboración con la dictadura.
-La figura de Castellanos también es bastante particular, con muchas aristas
-Es una figura con muchos matices. Algo que me llamó la atención es el período de los 70, cuando trabajaba simultáneamente en el diario Noticias y en la Agencia Télam. En ese momento eran dos medios que, si bien respondían al peronismo, tenían orientaciones distintas. Noticias era los Montoneros y Télam está a la derecha del peronismo. Es decir, escribía a la mañana a favor de Dios y a la tarde, en contra.
También tiene sus aspectos, como el hecho de una formación cultural importante y es bastante particular la historia de su relación con Massera. Siempre se defendió diciendo que fue en términos profesionales.
-De los implicados, es el único que dice no haber tenido algo que ver. Porque Víctor Lapegna, otro periodista, lo reconoce.
-Sí, y hasta lo reivindicaba. No era que ocultaba esto, sino que lo reivindicaba como un encargo de la organización a la que pertenecía, Guardia de Hierro. También me sorprendió como él todavía sostenía una interpretación bastante delirante de esa época y cómo todavía sigue creyendo o sosteniendo lo que Massera tenía, para diferencia de Videla, diciendo que quería publicar la lista de desaparecidos. Ahí quedaron bastante desarticuladas, cuando Massera tuvo que responder.
-Es cómo que todavía persiste un halo de todos los que vivieron en los 70. Se duda sobre si sabían o no lo que ocurría.
-Y…, la historia no transcurre en blanco y negro. No es que los buenos están de un lado o del otro. Justamente, hay muchos cruces y, obviamente, víctimas, ese es el punto más claro. Hubo víctimas en estos años.
Es sugerente el interés que tenía Castellanos por la literatura, especialmente en la figura de los espías, que condensa las ambigüedades.
Perfil
Osvaldo Aguirre es un escritor nacido en Colón, Buenos Aires, en 1964.
Publicó, entre otros libros, las novelas La deriva (1996, 2012), Los indeseables (2008) y Escuela de detectives (2013), los libros de cuentos Rocanrol (2006) y El año del dragón (2011) y las investigaciones La pandilla salvaje, Butch Cassidy en la Patagonia (2004), Enigmas de la crónica policial (2016), La oscuridad dentro de mí. El relato femicida (2018) y La mujer diabólica. Historia y leyenda de Ágata Galiffi (2019). Compiló la obra periodística de Francisco Urondo (2013); el libro de entrevistas Les presentamos a R. J. Walsh (2017) y Leyenda Negra (2020), entre otros trabajos de edición. Colabora en Acción, Ñ, Perfil y La Agenda de Buenos Aires, entre otros medios.