Vinos adulterados: Mansero y Soy Cuyano, ya pasaron 30 años de aquella tragedia

La historia ya más tiene 30 años, pero seguro que muchos aún la recuerdan. Un 21 de febrero de 1993, el bodeguero Mario Arnoldo Torraga había sido denunciado por adulterar vino y, por esto, causar la muerte de 29 personas en todo el país. Por aquella época el empresario era dueño de la bodega Nietos de Gonzalo Torraga SA.

Aún nadie lo sabía, pero muchos asumen que tal suceso generó que los vinos comiencen a venderse mejor en tetrabrik

Si bien lo negó durante varios años, en el juicio el bodeguero admitió haberle añadido alcohol metílico -(el conocido alcohol de quemar)- a las damajuanas identificadas con las marcas Mansero y Soy Cuyano. Esto, según se definió, se hizo queriendo reducir los costos, pero el drama fue mucho más allá.

Por aquellos momentos esta bebida alcohólica era popular. Es que el envase -hoy casi en desuso- tenía un costo de 3 pesos con 50 centavos frente a otras del mercado que costaban 5 pesos. Se trataba de vino blanco, el vino más bebido en aquella época, contraria a la de hoy donde el tinto es el más elegido por los argentinos para su mesa familiar.

Se dice que -tal vez- Torraga quiso sumarle alcohol etílico, pero “se confundió” y esta mezcla terminó provocando víctimas en Misiones, Corrientes, Entre Ríos y Buenos Aires. Se habla de cientos de miles de litros contaminados y se podía ver por la televisión diversos operativos en búsqueda de recoger todas las botellas.

Hubo intervenciones y Carlos Menem, por aquellos años presidente del país, decidió clausurar la bodega.

El bodeguero apareció caminando hacia el Juzgado Federal de San Juan donde se entregó un par de semanas más tarde. Habló de un “complot” para perjudicar la industria vitivinícola, pero ya tenía alguna condena previa. Había rumores, se hablaba de gente que lo quiso dañar y toda la provincia hablaba de una sola cosa (el país también, ya que no fueron solamente los sanjuaninos los afectados).

En nuestra Córdoba la intoxicación alcanzó dos localidades: la capital y Huinca Renancó, donde se decomisaron 600 envases y hubo una veintena de afectados -aunque ninguno de gravedad-, según reconstruyó el portal Ámbito.

Aún nadie lo sabía, pero esta historia estaba marcando el final de las damajuanas como envase y generaba el nacimiento de los tetrabrik o vinos en cartón. Las damajuanas solamente quedan hoy mencionadas en alguna que otra canción de cancha o una cumbia antigua.

El juicio fue en 1996, allí se lo condenó a 15 años de prisión. Otros empleados, entre ellos el enólogo, Armando Ribes, y su hijo Guillermo, recibieron penas menores. Se dijo que la intención era que al “estirar” el producto se mantuviera su graduación alcohólica mínima autorizada por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV).

“Durante el juicio se conocieron detalles impactantes: que tanto el dueño de la bodega, como su hijo, el gerente, el enólogo y el capataz conocían de la adulteración; que Torraga compraba el metanol en Buenos Aires, a un amigo suyo que tenía una droguería; y, lo más grave, que con el alcohol metílico encontrado en los envases se podría haber matado a 10 mil personas”, sumó la fuente mencionada.

Versiones, con el paso de los tiempos, hubo muchas. En la memoria queda una reunión familiar en Ensenada (provincia de Buenos Aires) que terminó con seis muertos -una de estas personas estaba embarazada- como consecuencia de haber brindado con estos vinos.

Otros padecieron ceguera y daños neurológicos irreparables. Es que, según consignaron algunas fuentes, las damajuanas habían sido adulteradas con una proporción 200 veces mayor a la permitida. En varias zonas del país eran las más baratas y tenían un depósito en Buenos Aires, desde donde se distribuía por cada rincón de la Argentina.  Debido al perfil del consumidor hubo pocas demandas civiles, y pocos atinaron a hablar con abogados para iniciar acciones penales.

Pasado el tiempo, el bodeguero -ya en libertad- terminó regentando un parripollo bien cerquita de la casa de Gobierno de San Juan.

Daniel Rodríguez

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