Cuando la prensa asume el discurso del régimen

domingo, 16 de marzo de 2025 · 09:00

La sociedad argentina tiene experiencia acerca de los operadores mediáticos que, simulando ser periodistas, justifican el accionar de los regímenes violentos. Son quienes no publican informaciones u opiniones que puedan poner en duda el discurso oficialista, solo reproducen los partes de prensa del poder y realizan afirmaciones sin fundarlas en dato alguno. Durante la última dictadura, surgida de un golpe de Estado, la prensa hegemónica jugó un importante papel en la justificación del horror llevado adelante por los delincuentes que gobernaban

La prensa hegemónica que justificó la represión

Durante la dictadura iniciada en 1976 un gran sector de los medios de prensa formaron parte del aparato que justificó y legitimó el accionar violento del Estado. Grandes medios argentinos llevaron adelante verdaderas operaciones criminales alejadas de la práctica del periodismo, participando de manera activa en la construcción de un orden represivo. Si bien existieron periodistas que resistieron con valentía, aquellos otros que formaron parte de la prensa hegemónica se encargaron de llevar adelante una actuación sistemática para legitimar las atrocidades del terrorismo de Estado. Recordemos que cuando hablamos de los crímenes de la dictadura señalamos, por ejemplo, el secuestro y la desaparición forzada de personas, las torturas, los robos de bebés, la corrupción del poder, la violencia de género, la aplicación de un plan económico que endeudó al país a la vez que enriqueció a los amigos del poder de entonces y un largo etcétera de latrocinios y actos de violencia.

Debe quedar en claro la existencia de periodistas que se negaron a la práctica de un periodismo canalla, alejado de cualquier viso de profesionalidad. Es más, en una investigación presentada en la Universidad de La Plata se señala que al menos 172 trabajadores de prensa y reporteros gráficos fueron desaparecidos en la dictadura.

El que se hace llamar “el gran diario argentino”, Clarín, el día del golpe de Estado, en 1976, tituló “Nuevo gobierno”. A primera vista, puede parecer una frase neutral, pero no lo es: esconde el horror de las torturas y las desapariciones. En las páginas de este diario puede verse que asumió como propio el discurso del poder dictatorial. Este medio no solo actuó como una especie de boletín oficial del Gobierno de entonces, sino que se asoció al poder del Estado terrorista, junto con dos diarios más, para apropiarse, de manera ilegal, de la empresa Papel Prensa, sociedad anónima que fabricaba el papel para diarios.

 

Prohibieron otras voces y la crítica

El mismo día del golpe, el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”, emitió un comunicado diciendo que sería “reprimido con la pena de reclusión por tiempo indeterminado el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas o personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o al terrorismo” e iría preso “el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes, con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de las Fuerzas Armadas, de Seguridad o Policiales”. Es decir, prohibieron que se escucharan otras voces o que se criticara el accionar de las fuerzas armadas.

 

Sintonía local con la prensa canalla de Capital Federal

Las revistas “Somos”, “Gente” y “Para ti”, del grupo editorial Atlántida, estuvieron entre las que más apoyaron y difundieron el accionar dictatorial, incluso antes del golpe de Estado. El director de redacción de “Gente”, Samuel “Chiche” Gelblung, inauguró el estilo de mezclar farándula con política.

En diciembre de 1975, la revista publicó una nota central titulada “Nochebuena con Videla en Tucumán”. Así, presentaron en sociedad a Jorge Rafael Videla, en ese momento, como vocero de los planes de las Fuerzas Armadas.

La misma “Gente” publicó, el 1º de abril de 1976, una nota donde presentó a los integrantes del nuevo Gobierno con una foto y un pequeño currículum vitae de cada uno. En el artículo se dice que “las Fuerzas Armadas, por fin, decidieron tomar el poder” y afirman que “la nueva situación se inaugura, entonces con los mejores augurios y las más certeras constancias sobre la unidad de las Fuerzas Armadas y la coherencia de sus pensamientos”. También se señala que el golpe era “inevitable” para “la instauración final de un sistema político adecuado a la realidad y las necesidades nacionales”.

Durante el mismo mes, 14 días después de la referida nota de “Gente”, en el diario “Noticias de Villa María y la zona” se publicó un artículo bajo el título “Reflexiones para todos”. Allí se planteó que “los primeros días de gobierno de la Junta Militar trajeron tranquilidad a la población, pusieron un orden necesario y mostraron las intenciones de gobernar sin discriminación para ningún sector social ni político”. La nota, firmada por Rodolfo Ghezzi, asumió el discurso de la dictadura. La misma posición había tomado la editorial, sin firma, aparecida el 6 de abril en el diario local “Momento”, donde se cantaban loas al supuesto orden que la dictadura había instaurado en la administración municipal de Villa María. Un análisis de estos artículos periodísticos se encuentran en el libro “Dimensión municipal de la dictadura. Resistencias y adhesiones en Villa María”, cuya autoría me corresponde.

 

También en tiempo de democracia

Abundan los ejemplos de la prensa como parte de la maquinaria que generaba una visión distorsionada de la realidad, a fin de justificar las atrocidades del Gobierno militar. Incluso pueden rastrearse continuidad de esas conductas luego de recuperada la democracia. Así tenemos, por ejemplo, que en diciembre de 2012 el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata leyó el fallo contra los genocidas del denominado “Circuito Camps”, donde se pudo escuchar que señaló la complicidad cívico militar con los delitos de genocidio, a la vez que se ordenó investigar las complicidades de funcionarios judiciales y eclesiásticos, y también se pidió el análisis del rol que cumplió el diario La Nación durante el desarrollo del propio juicio.

El 10 de diciembre de 2012, La Nación publicó un editorial titulado “¿Justicia o venganza para Jaime Smart?” (quien fuera ministro de Gobierno bonaerense durante la dictadura). La nota tiene una bajada diciendo: “Es de esperar que prime la justicia y no el afán revanchista al resolver la situación del exministro de Gobierno bonaerense”. El Tribunal consideró que se trató de una amenaza que se produjo cuando se desarrollaba el referido juicio que duró 15 meses, contó con 89 audiencias y el testimonio de 400 personas. En ese juicio se dictaron 23 condenas perpetuas a los represores, entre ellos Miguel Etchecolatz, el genocida que en 1977 supo participar de un programa de televisión invitado por el periodista Mariano Grondona.

 

Ser receptores pasivos de noticias no nos informa

La complicidad de la prensa hegemónica con la represión, la violencia y los ataques a los derechos de los ciudadanos es algo que continuó luego de recuperada la democracia. Se trata de operadores en  los medios de prensa que trabajan para imponer los discursos oficialistas: no habilitan otras voces que no sean las que repiten el discurso del poder. Toman como verdad lo que se dice en los partes de prensa de los gobiernos, no habilitan las críticas al accionar oficial, participan de la construcción de “enemigos públicos”, asumiendo denominaciones que se generan desde las esferas gubernamentales (durante la dictadura, quienes practicaban el terrorismo de Estado señalaban como “terroristas” a quienes se oponían a ellos). Hacen simplificaciones de la realidad con categoría maquineas (buenos y malos; patrióticos y apátridas; violentos y quienes golpean, pero ordenan).  Repensar estos y otros mecanismos que pueden utilizar los medios de prensa para manipular la información, es algo necesario para no olvidar que no puede consumirse información sin estar munidos del tan necesario sentido crítico que nos permite evaluar, preguntarnos y dudar. Ser lectores, televidentes o radioescuchas pasivos nos aleja de la posibilidad de estar realmente informados y asumimos los discursos que otros nos imponen.

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