Dolor por la muerte del poeta y hacedor cultural Alejandro Schmidt

Un mar de tinta difícil de borrar

A los 65 años, dejó de existir uno de los mayores publicadores y difusores de la literatura local. Con más de 50 títulos, legó una obra y un estilo de sentir y contar
viernes, 5 de febrero de 2021 · 10:15

Dueño de un carisma muy especial, durante las últimas horas del miércoles la noticia del fallecimiento del poeta, editor y periodista local Alejandro Schmidt cayó como un balde de agua fría.  Nacido un 3 de mayo de 1955, y escritor desde los 12 años, Schmidt falleció a los 65 años a causa de problemas cardíacos y dejó un mar de tinta y palabras que será difícil de pasar por alto en la escena villamariense y nacional.

Si bien en un principio permaneció internado en un hospital de Córdoba capital, los últimos meses estuvo situado en la ciudad de Río Cuarto.

Con más de 50 obras (y varias creaciones inéditas), el escritor dirigió diversas revistas literarias tales como Luna quemada, Huérfanos, El gran dragón rojo y La mujer vestida de sol.

Además, entre 1990 y 2007 dirigió la Editorial Radamanto, desde la cual se editaron plaquetas, folletos y libros donde se difundió la poesía y ayudó a muchos artistas villamarienses a ser leídos en puntos tal vez impensados.

Partes de sus letras fueron traducidas al inglés, alemán, italiano, francés, portugués, catalán o rumano. Además, dos de sus libros fueron transcriptos al sistema braille. También dirigió colecciones para las editoriales Recovecos y Buena Vista.

Algunos de sus títulos más conocidos fueron: “En un puño oscuro”, “Patronato”, “Dormida muerta o hechizada”, “Oscuras ramas”, “Mamá”, “El diablo entre las rosas” y “Una sombra llena de perros”, entre otros.

Durante los últimos tiempos también se apoyó en las redes sociales, siendo “Rey Ciego” su perfil tanto en Facebook como en Instagram. A pesar de haber sido prolífico, siempre se sinceró: “Yo no escribo libros, escribo poesías”.

 

“La cosa es así”

Siempre frontal y con una enorme biblioteca abierta para todos, también se desenvolvió como preceptor en el IPEM 49 Domingo Faustino Sarmiento (ex-Escuela del Trabajo). Por esta misma cuestión, muchos exalumnos y directivos lo recordaron con dolor y cariño.

Padre de Rodolfo, Alejandro le dio su vida a la escritura y la lectura. En la antología inédita “La dificultad y otros libros” (Recovecos, 2005), él se definía: “Mire, la cosa es así (esto, vivir), voy al trabajo, a mi casa, cuido a los míos, me tomo un café, leo los diarios, leo cuatro libros a la vez, escribo, no hay nada más porque si hubiera más, yo no podría escuchar cómo rompe el ángel su vaso de piedra contra el día”.

 

Dolor y despedida

A través de las redes sociales, la despedida fue enorme y sentida. “Alejandro Schmidt se despojó de su poesía, la sembró en la tierra y allá va, en un viaje de desnudez, como un ser bivalvo, mitad ángel, mitad demonio, tal como nos vamos todos”.

“Si tuviera que pintar este ser que nos deja, pintaría una mitad en llamas y cenizas, y otra de plumas blancas y gigantes, para que pueda seguir escribiendo su poesía sobre las nubes”, sintetizó Susana Giraudo.

“Murió Alejandro Schmidt. Uno de los grandes poetas de Argentina, y me quedo corto. Nos puteamos un par de veces. Después nos reconciliamos. En este momento recuerdo que una mañana en un café de Villa María me habló de Edith Vera. Se le caían las lágrimas. Descansa en paz”, expresó Gustavo Borga.

“Durante 10 años nos escribimos semanalmente, tengo aquí sus cartas, escritas a mano, su letra y su voz en la memoria, cartas sobre lo que estábamos leyendo, escribiendo, escenas de vida de Rodolfo, de mis hijas, de Mónica, de Alberto. Visto a la distancia, años dorados... después todo se fue volviendo muy difícil y entonces ya no supe cómo hacer y ya no hubo encuentros, pero sí la lectura intensa de sus libros, que están aquí todos juntos y tienen un lugar especial en mi biblioteca, tan especial como la caja que dice Cartas de Alejandro”, aportó María Teresa Andruetto, entre tantas otras voces de instituciones y editoriales.

Así era Alejandro, frontal e inexplicable. Cuando se le preguntó acerca de las publicaciones de “buena o mala poesía”, él solamente sonrió y respondió “¡Que publiquen todos! ¿Qué mal le puede hacer un libro al mundo?”.

“No importa si la edición es linda, más cara o más barata: lo importante es la palabra”, reflexionó en una nota a este medio durante marzo de 2018; tal vez por ello sus libros fueran publicados en editoriales independientes.

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