DESTINOS/La Paloma (Uruguay)

Un clásico de Rocha

En el este del vecino país, esta pequeña localidad ofrece una estampa bien veraniega. Las virtudes de sus playas, contacto directo con la naturaleza y actividades para todos los gustos
domingo, 24 de noviembre de 2019 · 11:30

Escribe: Pepo Garay

ESPECIAL PARA EL DIARIO

El Atlántico se despereza, y activo y enérgico le da a La Paloma, en la plenitud de la costa de Uruguay, su brillo imprescindible. La pequeña localidad (cinco mil habitantes), ubicada a 1.000 kilómetros al este de Villa María, a 240 de la capital Montevideo, en el cabo de Santa María, ofrece unas hermosas playas para pasar un verano a pleno.

La fórmula es infalible: días de arena dorada, mar bendito, familias con sus niños jugando y pasándola bien, jóvenes que descansan de la noche anterior y se preparan para la próxima fiesta. Incluso, están los atrevidos que se le animan a olas invertebradas con sus tablas de surf. Todos ganan en el oriente. 

Aquello sucede en el corazón de Rocha. El Departamento conocido por su movida temporada estival (aún con tarifas que al alicaído bolsillo argentino le duelen) y que cuenta entre sus aliados a destinos como Punta del Diablo, Valizas, Cabo Polonio o San Ignacio, por caso. Sitios icónicos que esta vez se hacen a un lado, dejando todas las miradas posadas sobre La Paloma.

 

Balnearios de diferentes estilos

El llamador por excelencia, ya se dijo, son los balnearios. Hay para los gustos más diversos, siempre (o casi) con el calor punzante que genera el radiante febo, y el agua salada y la brisa marina como antídoto.

Entre las playas mejores, destacan Anaconda, Los Botes, Costa Azul, La Aguada y La Balconada, por solo nombrar algunas. Las dos primeras son ideales para quienes buscan pasar mañanas, siestas, tardes e incluso atardeceres y noches en paz. Alejadas del casco urbano, brindan bosquecillos a las espaldas para contactar directamente con la madre naturaleza.

La Balconada, en cambio, es la elegida por los jóvenes (uruguayos y argentinos en su inmensa mayoría) con lo que ello implica. Suena la música y se lucen las modas playeras, acaso medias bolicheras (sin ser Miami Beach, movimiento hay). Con todo, el sector también es disfrutado por las familias e incluso parejas de adultos mayores.

En cambio, La Aguada y Costa Azul suelen ser patrimonio de los surfistas. Allí es donde las olas se vuelven más salvajes, en un escenario bien atractivo para la contemplación y el divertimento. 

 

Bosques en rededor y vida de camping

Amén de las elecciones y las preferencias de cada grupo, todos aprovechan el ambiente general de La Paloma. Clase media que domina, y que hace colocar los carteles de “lleno total” en los múltiples campings instalados aquí y allá. En dichos espacios se potencia el espíritu local, y sus acuarelas de bosques frondosos y purificantes. El asado va acompañado de sombra que se agradece, la carne que se hace lenta, a la uruguaya, con parrilla alta y leña de cofrade. ¿Qué es eso de carbón? En el hermano país, las cosas se hacen con paciencia. Aseguran los amigos orientales, que así se saborea mejor el mundo. El viajero coincide.  

Ya en el centro, de pocas cuadras pero vital, lo urbano se luce apenas, con un puñado de edificios de departamentos habitados por la turisteada de diciembre a marzo, fundamentalmente. En la zona también hay diversidad etaria y de estilos, siempre en armonía. Se lucen restaurantes, barcitos, plaza central, feria artesanal, y hasta cine y casino. El verano cantando a sus anchas.

 

Laguna bien uruguaya

Hacia el este, aparece la Laguna de Rocha, donde lo uruguayo engrandece su hechizo. Relax sensato, que mezcla río y comienzo del mar, de villa de pescadores haciendo juego con diversidad de aves, flamencos y cisnes de cuello negro, por ejemplo.

Volviendo a La Paloma, resurge la panzada en el agua, los juegos de cartas al sol, las revistas de temporada, los libros, los crucigramas, y el infaltable tiqui tiqui al celular. También la caminata por el pequeño puerto local, y la estampa infaltable del faro y sus acantilados vecinos. Construido en el año 1874, es uno de los emblemas de La Paloma. Verlo en fotos, es remontarse inmediatamente a esta villa que tantas alegrías provoca.

 

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