DESTINOS / Alemania / Berlín

La variedad de una señora capital

Cabecera del país teutón, Berlín mezcla clasicismo y vanguardia a lo largo y ancho de su terreno. El peso de la historia a la hora de definirle el rostro, Segunda Guerra Mundial y Guerra Fría de referentes

Escribe Pepo Garay

ESPECIAL PARA EL DIARIO

Es una de las capitales más conocidas del mundo, dueña de una riquísima historia y jueza de buena parte de los destinos de Europa. Antigua base general del Reino de Prusia, actor principal antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial, es hoy un referente en términos políticos y culturales a nivel planetario. Ciudad global, sus dominios discurren entre la gloria y las tristezas del pasado y la vanguardia del presente. Bohemia y recatada, rebelde y académica, moderna y clásica, todo eso y mucho más es Berlín.

Conocer la cabecera de Alemania en la totalidad de sus facetas representa un verdadero desafío. Amplio es su mapa, en el que el viajero encuentra cantidad de atractivos. Varios de ellos han sido testigos de una parte importantes del siglo XX, nazismo, Segunda Guerra Mundial y Guerra Fría como capítulos predominantes. Sin embargo, hay muchos sitios que se desligan un poco de aquellos recuerdos, y nos hablan de otros quehaceres.

Este último grupo está conformado por emblemas como la Puerta de Brandeburgo. Icono capitalino, fue inaugurado en 1791, en la plenitud del Reino de Prusia (1701-1913). La majestuosidad del monumento, columnas incluidas, hacen referencia a ello. Anterior a la época es el Palacio de Charlottenburg, de soberbia estampa barroca, y posterior la Catedral, acaso una de las iglesias más imponentes del mundo (fundamentalmente por tamaño).

Síntesis de lo viejo y lo nuevo, y por lo tanto de la metrópoli y del país todo, es el Parlamento Alemán (Bundestag). De aires clásicos en general, está coronado por una futurista cúpula de cristal por la que se puede transitar. Una verdadera metáfora de la sociedad germana, tan conservadora y progresista a la vez.

 

Marcas del pasado y el presente

La parte más oscura de Berlín (esto dicho siempre en términos históricos), se distribuye en realidad por todo el plano. La Iglesia Memorial del Kaiser Guillermo, neorrománica y nostalgiosa, se hizo famosa tras los bombardeos aliados contra el régimen de Hitler. Lo mismo ocurrió con los casi 3.000 búnkeres que residen bajo los suelos, uno de los cuales puede ser visitado en el Museo Underwelten. El Monumento del Holocausto, en tanto, mantiene viva la memoria de los millones de judíos asesinados por los nazis en Europa. Con 2.711 bloques de hormigón respirando al aire libre y en pleno centro, la original obra emociona a través de su sencilla contundencia. En Alexanderplatz, la Torre de Televisión (Fernsehturm, la estructura más alta de Alemania), convoca con casi 370 metros de altura a los resabios de la división del país. Fue, durante un par de décadas, el orgullo de la Alemania del Este, que a través de la obra decía demostrar la superioridad del comunismo sobre el capitalismo.

Pero si de Guerra Fría y divisiones hablamos, ningún elemento hace tanto ruido como el Muro de Berlín. De sus originales 144 metros de extensión, hoy solo se conservan 1,3, que son suficientes para ponerle los pelos de punta al visitante. El antiguo paso conocido como Check Point Charlie (donde se otorgaban los visados para ir a Alemania Oriental), también guarda anécdotas de la posguerra.

Cercanos al muro, y a lo largo y ancho de la ciudad, los bares clandestinos, las casas de ocupas, las fiestas de música electrónica, los salones de arte contemporáneos y demás complejos del estilo, traen a la charla lo más liberal de Berlín. Unter den Linden, la conocida Avenida local, pone un poco de coquetería al cuadro. Diversa la urbe, se nota y mucho.  

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