OPINION

El fútbol y la educación: ¿caminos separados?

Escribe: Martín Roganti*

Existe una premisa en relación al jugador de fútbol y su posibilidad de escolarizarse en los distintos niveles educativos, que nos gustaría, como mínimo, poner en discusión: “El futbolista que se dedica de lleno, no puede estudiar, no tiene tiempo”. Es algo muy común de escuchar, para quienes formamos parte del amplio mundo del fútbol, y que se ha naturalizado a través del tiempo, con culpas repartidas entre todos los actores. Esta premisa disocia al fútbol del estudio, sin un fundamento o argumento lógico.

La formación del jugador de fútbol empieza desde muy temprano (cada vez más) y lamentablemente, salvo honrosas excepciones, no tiende a ser integral, no apunta a la persona en su conjunto, lo hace solo apuntando al mercado en el que será “útil” el jugador. Ese mercado abarca una franja etaria acotada, si se lo compara con el laboral, por lo que la ausencia de esa formación “integral” a la que hacíamos mención al inicio del párrafo, termina siendo más que determinante en el porvenir del jugador.

Con suerte y habiéndose cuidado mucho, se puede vivir del fútbol hasta los 34, 35 o 36 años en buen nivel, nivel que permita generar ahorro, y es a partir de ese momento, si se logró hacer carrera y contemplando un buen escenario, que el jugador deja de ser jugador para volver a ser (lo que nunca dejó de ser) una persona “común”.

Hasta ese momento, la vida que lleva dista bastante de la que hace cualquier persona ajena al fútbol, por lo que el cambio resulta muy abrupto cuando ya no se juega más. Dejar de vivir de lo que a uno le gusta, para luego insertarse en el mercado laboral, implica entre otras cosas, pasar de trabajar tres horas por días a gusto, a trabajar ocho o diez, de lo que se encuentre. Implica también competir en un mercado laboral con mucha oferta, y en inferioridad de condiciones en cuanto a la formación y experiencia.

Esto que describimos hasta ahora es muy genérico, buscando poner en contexto al lector, pero existe una multiplicidad enorme de realidades e historias, donde en la mayoría de ellas, quién persiguió el sueño de ser futbolista quedó mucho antes en el camino, bien sea porque “dejó el fútbol” o porque “el fútbol lo dejó a él”.

El momento en el cuál se empieza a pensar en el retiro, es el mismo en el que se comienza a pensar en lo que viene, y es a partir de ahí dónde se hace más notoria la necesidad de haber aprovechado los años anteriores sentando una base para el futuro desconocido.

De lo comentado, es que resulta imprescindible romper con la premisa expuesta al inicio, primero para poder empezar a pensar al futbolista en un contexto muchos más amplio que el de “jugador”, que tenga como mínimo una formación básica que le permita en un futuro contar con más herramientas; y segundo porque dicha premisa es falsa.  Es fundamental la continuidad en la escuela de los niños que emprenden este camino, emigrando hacia otras ciudades y viviendo en pensiones de clubes, ya que el tiempo que va dedicado a los entrenamientos, no son más de tres horas diarias en total, y las exigencias son normales, por lo que resulta imposible de pensar en que no hay tiempo para estudiar. A esta edad es lógico que la mayor responsabilidad recae en los padres o tutores y también en las instituciones que los reciben, que mayoritariamente no imponen como condición de poder perseguir ese sueño, el terminar el secundario. Esto es primordial, que el chico, o chica, termine el secundario. Cuando el jugador pasa de la etapa formativa de inferiores a ser profesional, o bien amateur viviendo del fútbol, la responsabilidad de su formación académica ya es solo suya. La continuidad en los estudios, a nivel terciario, universitario, o través de capacitaciones o formaciones profesionales, le otorgarán no solo un respaldo importante al momento de pensar en “colgar los botines”, sino que también le darán un gran valor agregado, ya que la experiencia personal del futbolista es riquísima, única y muy importante; lo adquirido en los años de pensión y vestuarios se convierte en una experiencia muy positiva si se piensa en el trabajo en equipo, liderazgo, desenvolvimiento bajo presión, superación de adversidades, y muchas otras “habilidades blandas” muy demandadas por empleadores, que colocan al exjugador de fútbol en condiciones de competir y aportar.

Sin lugar a dudas, si se busca unificar la carrera del futbolista con los estudios, mínimamente secundario y mucho mejor aún terciario o universitario, se logrará al menos mantener incluidos a los chicos/as en el sistema educativo, algo que ellos mismos valorarán, independientemente del mayor o menor éxito alcanzado en sus carreras deportivas, sobre todo cuando busquen insertarse en el mercado laboral.

*Contador público - MP 50-02882-7

Exjugador de fútbol. Intermediario y representante de futbolistas

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