Recuerdos de una mujer que marcó un camino de confianza y tradición

Hace ya 86 años, Alcira García Ceballos de Spila comenzaba a desarrollarse como la primera abogada en la ciudad. Hoy la familia mantiene los mismos valores adaptándose a los tiempos que corren en el estudio Spila-Durán
domingo, 20 de octubre de 2019 · 11:40

Cuando uno ingresa al local ubicado en La Rioja 1253 puede sentir que la fraternidad, la calidez y el trabajo continuo de una familia, han hecho lo suyo tras casi nueve décadas en la profesión. En una fecha tan especial como la de hoy se resalta la figura de Alcira García Ceballos de Spila, quien fue en su momento la primera abogada en ejercer en nuestra ciudad, ello durante la década del 40.

Rememorando la historia de su madre en su día, Alcira del Valle Spila, titular de la Escribanía Spila-Durán, dialogó con un periodista de El Diario y también aprovechó para llevar adelante un recorrido histórico por demás cautivador.

“Nosotros venimos todos de una familia de escribanos”, detalló la notaria. “La historia comienza el 26 de junio de 1933 cuando mi padre, Domingo Pablo Spila Perachiolo, comienza a ejercer su profesión en la ciudad”.

El (Domingo), quien también fue senador de la UCR por el Departamento Tercero Abajo, se ubicó en Santa Fe al 1278 (donde actualmente se encuentra el centro de rehabilitación INEDI). Tal escenario terminó siendo fundamental para todo lo que vendría después.

Allí, dentro de una casona grande, enorme, con 900 metros cuadrados cubiertos, se ubicó estando soltero. Más adelante, por medio de la recomendación de un amigo, llegaría ella: Alcira García Ceballos. Pero Alcira llegaba desde Nueva Córdoba (Córdoba capital) con un precedente muy importante: en 1940 había logrado conseguir su título como abogada, que no era poco.

Ante tal acontecer, la entrevistada destacó: “Es importante notar esa fecha porque no hay que olvidar que la mujer comienza a tener derechos políticos en 1947”, y agregó: “Esa circunstancia es particularmente destacable, porque cuando mi madre comienza a estudiar Derecho, según ella me relató, había tres mujeres dentro de la facultad… el resto eran todos varones”. Sin dudas, en el imaginario popular la profesión tendría mucho de masculinidad y a contramano, con sus convicciones bien marcadas, Alcira terminó volviéndose lo que quería ser.

Al arribar a la ciudad, llegó a ser parte del equipo notarial y finalmente se unió a Domingo para nunca más separarse. El 17 de octubre de 1941 se casaron.

Más adelante, el padre concluiría unas materias para convertirse en especialista en leyes “y los roles se invirtieron”, detalló la reporteada.

En 1998 Alcira falleció; pero dejó un legado, un precedente y una huella que sin dudas le allanó el camino a más de una colega. Por esa misma razón, Olga Riutort, cuando estaba encargada de la Secretaría de la Mujer en la provincia, destacó la labor de aquella trabajadora y el diploma con el que fue honrada fue recibido por su hija.

Haciendo un espacio también para comentar acerca del matrimonio que ambos compartieron, la conocida escribana y durante varios mandatos delegada del Colegio Profesional, refirió: “Su matrimonio fue increíblemente unido; tuvieron la suerte de ser una pareja, no sé si perfecta, pero con mucha afinidad. A ellos los unió el trabajo, muchas veces la adversidad y muchas veces la prosperidad, pero jamás se separaron”, subrayó.

Aquella profesión encausada por los padres terminaría dando sus frutos y hoy las generaciones se reúnen para trabajar mancomunadamente. Alcira recuerda que siendo aún una niña recorría la casa entraba al estudio ubicado en el ingreso del edificio familiar. “Recuerdo que para que no rompiésemos nada, mi madre nos indicó que tengamos cuidado con las hojas que tienen un sello (el del Colegio). A esos papeles no había que romperlos, rasparlos ni pintarlos”, definió con ternura.

 

“Tenemos la confianza de la gente”

Con el paso de los años, el espacio ha permanecido y sigue siendo un punto referencial en la ciudad. “No solo es permanecer… es haber transitado todo con un sano orgullo y con mucho apego a la profesión”, explicó Spila.

A la vez, también hizo espacio para reconocer “la voluntad, los recuerdos presentes, los proyectos futuros y el deseo de continuar”. Otro dato no menor es el constante perfeccionamiento y avance en la materia.

“También, como convicción personal aprecio que nunca nadie tuvo nada para decir, profesionalmente hablando, de nosotros como familia. Ese es el capital más grande, son muchos años para demostrar que somos personas honestas, no más que nadie, pero honestas”.

“Tenemos la confianza de la gente. El escribano es un ser de confianza, donde vos depositás tu confianza: el patrimonio, que no es poco”.

“El patrimonio es el esfuerzo de la vida del cliente. El (el cliente) te confía eso porque le tiene fe al escribano, y fe viene de confiar. La confianza es lo que nos une”.

“Nuestra relación con los clientes, más allá de que somos una familia, es de confianza, de amistad, de respeto, honestidad y de todo lo que una persona puede brindar a otra en momentos de inseguridad o turbulencia”, cerró.

 

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