Registro inédito del pato aguja en los alrededores de Villa María

Escribe: Lic. Cristina J. Rozzi Giménez
(*) Especial para El Diario

La reducción de los ecosistemas nativos nos revela un paisaje totalmente modificado, donde las especies silvestres se vuelven casi ausentes en un desierto urbano-agrícola. Solo en algunos rincones prevalecen relictos de lo que fue una vasta región de bosque xerófilo denominado Bosque de Espinal, nombrado así debido a las espinas que presentan los arboles típicos como algarrobos, chañares, espinillos, peje y tala.

Estos relictos ubicados en bajos inundables, áreas poco productivas, o en algún caso un bosquecito protegido por un propietario con conciencia y compromiso ambiental, constituyen refugios valiosos donde la avifauna encuentra los recursos necesarios para sobrevivir. En estos oasis de flora y fauna silvestre podemos disfrutar la observación e identificación de aves nativas, una actividad reconocida a nivel global por brindar recreación sana y colaborar con el conocimiento y conservación de las especies y su hábitat.

Esta actividad, que  puede realizarse de manera individual, en grupos o en familia, invita a ejercitar los sentidos mientras nos ponemos en contacto con la naturaleza. Realizar observaciones, identificación y caza fotográfica de especies silvestres es considerado uno de los bienes y servicios que brindan los ecosistemas.

Las aves son un grupo que por su diversidad, colores, canto y comportamiento son fáciles de observar a campo. Otros grupos resultan más difíciles de ver, por ejemplo, los mamíferos, reptiles o anfibios que presentan hábitos más esquivos ante la presencia humana. En los alrededores de la ciudad de Villa María estos relictos suelen estar asociados al río, arroyos o lagunas, esto resulta en hábitats propicios elegidos por aves acuáticas como patos, gallaretas, macaes, garzas, biguás, tachuris, pico de plata, etcétera.

Algunas especies han logrado adaptarse y presentan poblaciones estables durante todo el año. En ocasiones, la presión que sufren por la reducción y modificación de los ambientes naturales hace que algunos ejemplares se vean desplazados hacia áreas donde no habitan comúnmente.  Este año durante los primeros días de agosto se observó por primera vez para la zona una nueva especie de ave llamada pato aguja, cuyo nombre científico  es Anhinga anhinga.

El hallazgo se realizó en el paraje llamado Laguna Honda, donde el fotógrafo naturalista Facundo Ravera Amorin logró registrar el ejemplar. Se trata de una especie cuya distribución geográfica va desde el límite norte de la provincia de Córdoba hacia Santa Fe, Chaco, Santiago del Estero, Formosa, Corrientes, Misiones (Narosky e Yzurieta, 2010).

Habita desde el centro de Estados Unidos hasta el oeste de Ecuador y norte de Argentina y Uruguay. Es una especie de ambientes acuáticos, se alimenta principalmente de peces, a los que persigue bajo el agua para atraparlos con su pico agudo, también captura anfibios, reptiles e invertebrados acuáticos. Se pueden observar ejemplares solos o en grupos. Se posa en ramas cerca del agua y extiende las alas para secarse. Este ave mide entre 80 y 90 cm.

A escala global la población de pato aguja está disminuyendo debido principalmente a la degradación y destrucción de sus hábitats naturales y, aunque no se ha cuantificado su tamaño poblacional, según BirdLife International 2012, no se considera que esta declinación sea suficientemente rápida para  acercarse a  los  umbrales de vulnerabilidad.

Es considerado de Preocupación Menor  (LC)  en  la  lista  roja  de  especies amenazadas de la IUCN. La pérdida de hábitats, más el calentamiento global que está alterando los ciclos biológicos, puede ser una de las causas que empuja a las especies a explorar nuevos lugares. Tal vez este registro sea el primero de muchos. De conservarse estos relictos de bosque nativo podrían constituirse en la salvación para muchas especies.

(*) Licenciada en Ciencias Biológicas - Instituto Superior Víctor Mercante