“Es importante que todos hablemos de infertilidad, incluso aquellas personas que no la atraviesan”

Avatares emocionales de la infertilidad: reflexiones desde la salud mental

Luego de disertar en una jornada sobre la temática, el psicólogo Pablo Arriaga habló de los vínculos, las emociones, los pensamientos y las conductas de las personas que atraviesan esta experiencia
viernes, 20 de septiembre de 2019 · 12:01

Escribe Mgter. Pablo Sebastián Arriaga (MP 4818)

Especial para El Diario

Si bien en el discurso de las ciencias médicas existen diferentes denominaciones, como esterilidad, infertilidad, etcétera, dichos términos fueron construidos con la finalidad de precisar diagnósticos sobre las causas biológicas y los posibles tratamientos a realizar.

En este caso, la intención es poder mudarnos de los discursos médicos y hablar de los vínculos, las emociones, los pensamientos y las conductas de las personas que atraviesan esta experiencia.

Entre todos los términos posibles, elegimos la palabra “infertilidad” por su particular significado. Lo infértil, en su acepción más simple, es aquello que no produce. Pero al mismo tiempo, tomamos su variante opuesta, aquello que la infertilidad sí produce.

Si bien cada persona y cada pareja tiene una manera única de reaccionar y afrontar a las situaciones que se le presentan en la vida, se pueden nombrar algunos fenómenos más o menos frecuentes que se observan en el trabajo clínico, desde el ámbito de la salud mental, que indicarían aquello que la infertilidad sí produce.

La infertilidad produce malestar psíquico. Es probable que las personas sientan incertidumbre, porque se topan con algo desconocido que ocurre en sus cuerpos. A pesar de que la ciencia médica ha avanzado en las posibilidades de saber sobre las causas de este fenómeno, ello no se compara con todo aquello que aún no se conoce sobre el tema. Los tratamientos de fertilidad no han dejado de ser una suerte de acciones tentativas, donde nada es seguro y se intentan diferentes caminos para llegar a un mismo objetivo.

También suelen sentir impotencia, porque se impone la espera y la dependencia a factores inciertos, porque el cuerpo no responde a las expectativas de las personas que desean concebir y a veces tampoco a los tratamientos practicados.

Surgen pensamientos recurrentes acerca de un cuerpo fallado, que no funciona y que se siente extraño. A menudo los pacientes expresan miedo a los estudios diagnósticos invasivos, a sentir dolor, a la información que pueda surgir de ellos, a que los tratamientos no funcionen.

Entender la fertilidad como única razón de existencia puede llevar a incrementar los temores de no poder lograrlo, hasta el punto de generar una parálisis del proyecto vital de las personas. O por el contrario, puede condicionar una excesiva exposición del cuerpo a crueles e intensos tratamientos invasivos. A veces, esto ocurre a uno/a solo/a de los integrantes de la pareja o en ocasiones es una misma manera de reaccionar entre dos. En cualquier caso, puede derivar en graves consecuencias físicas, psicológicas y sociales.

Ahora nos referimos a aquello que la infertilidad no produce. Además, de la falta de una concepción biológica, la infertilidad se puede asociar a psiquismos alienados y vidas improductivas.

Una situación bastante frecuente es pensar que la infertilidad es sólo un problema biológico, pudiendo esto generar demasiada expectativa en el tratamiento médico, haciendo que las personas no se ocupen de las repercusiones subjetivas que le producen estos procesos. En este sentido, el autocuidado emocional no aparece.

Todas estas situaciones, entre otras, suelen provocar un progresivo vaciamiento emocional. Es frecuente escuchar a las parejas, sobre todo aquellas que más tiempo llevan realizando tratamientos médicos, cuando explican que han perdido la capacidad de sentir alegría, deseo sexual e interés por socializar. De repente, todas las áreas de las vidas de estas personas se han tornado infértiles.

Generalmente las personas que tienen dificultades para concebir un hijo se encuentran enfrentando situaciones de gran carga emocional en silencio. Un silencio que puede ser del hablar o un silencio del pensamiento.

El silencio del hablar cuando no se puede poner en palabras o no se puede hacer nada al respecto. El silencio del pensamiento es cuando uno no puede dejar de hablar mucho, pero sin decir nada. También es cuando uno no puede dejar de hacer muchas cosas sin detenerse a reflexionar sobre ellas. En cualquier caso, con ello se logra evitar el miedo, la frustración o la tristeza que aparecen cuando se recuerda el aspecto de la realidad que las causa.

¿Qué podemos hacer con todo esto? Es importante que podamos animarnos a hacer que la infertilidad produzca palabras y acciones que movilicen las emociones y los pensamientos que atraviesan a las personas que la padecen. Las parejas deben animarse a enfrentar los temores y las frustraciones que emergen a partir del diálogo sobre el tema. Es necesario que estén dispuestos a escucharse y animarse a aceptar la realidad. Por más frustrante que ésta sea, hablar de ella siempre llevará a un lugar de mudanza y cambio subjetivo hacia un mejor lugar.

También es importante que todos hablemos de infertilidad, incluso aquellas personas que no la atraviesan, porque en la actualidad el contexto social resulta un condicionante desfavorable. La falta de comprensión, los mitos, los prejuicios, las bromas o las culpabilizaciones hacen su aporte para que las personas que atraviesan estos problemas lo sufran en soledad, sin poder hablar y elaborar con otros sus cargas emocionales.

 

0%
Satisfacción
100%
Esperanza
0%
Bronca
0%
Tristeza
0%
Incertidumbre
0%
Indiferencia

Comentarios