Violencia hacia la mujer - Entrevista a Corina Fernández, la mujer en la que se basó la película “No me mates”

“Hay una salida”

Corina Fernández sufrió un brutal ataque de su ex y vivió para contarlo. Hoy, recorre el país hablando a quien quiera escuchar con un mensaje claro: “Hay una salida”, tanto en la recuperación del victimario como en la vuelta al equilibrio de la mujer
viernes, 20 de septiembre de 2019 · 09:00

Los pibes de la escuela Manuel Anselmo Ocampo estuvieron tres horas escuchando y compartiendo miradas sobre la violencia de género y ni siquiera miraron la hora. Querían seguir escuchando a Corina Fernández, la mujer en cuya historia se basó la película “No me mates”, que proyectaron ayer en la institución educativa y por la tarde, para el público en general, en el SUM de El Diario.

La mujer llegó a Villa María invitada por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), que organizó la actividad en el marco de los 35 años de historia en esta ciudad. 

 

La raíz de la violencia

“Manejo un concepto de la violencia desde la neurociencia, hice cursos interdisplinarios sobre el tema. Y si te tuviera que dar una definición de la violencia desde esa perspectiva, te diría que es el síntoma postraumático del maltrato infantil. Entonces, mi visión es desde ese lugar. Si bien el patriarcado y el machismo son una pata importante de esta temática, no es el eje fundamental”, dijo.

“No puedo adherir a la visión de que todos los hombres son psicópatas y hay que matarlos a todos, porque se hace una gran brecha en la que mujeres y hombres nos odiamos. Mi mensaje no es de ese lugar”, explicó.

“Entiendo que es un mensaje medio revolucionario el mío, porque si bien ahora está un poco más de moda el tema de la recuperación de los hombres, cuando lo decías hace diez años atrás, parecía una locura”, indicó.

Corina trabaja con la Asociación Argentina de Prevención de la Violencia Familiar, que lidera Graciela Ferreira. “Hay una realidad, la mayoría de los hombres no va a las terapias porque quieren. Van porque un juzgado los manda. Y si bien son violentos, no son tontos. Entonces, si encuentran una herramienta que les hace bien, que les sirve para descargar esa furia, ese enojo, vuelven y pueden recuperarse”, indicó.

No habla de estadísticas, pero sí de la experiencia personal, y puede decir que “el hombre que estaba golpeando desactiva el golpe inmediatamente después de la terapia, por eso estamos convencidas de que hay una salida”.

-¿Cómo decidiste llevar tu historia a una película?

-Siempre digo que en realidad no es algo que elegí, sino que yo me salvé porque tenía esta misión, la de ayudar a otros que atraviesan lo mismo que viví. Cuando salí del hospital después de 21 días en terapia intensiva, estaban todos los medios en la puerta. Algo de mi forma de hablar pegó y servía a otras mujeres que lo contara. Además, siempre me pasó que me encontraba con la gente justa. Así como encontré a Graciela Ferreira que me ayudó en mi proceso de recuperación y fue mi camino para trabajar con la asociación; así encontré a Gabriel Arbós, el director de “No me mates”.

Fue un día sábado a la noche que yo estaba mirando la tele. Mi hija había traído a la tarde un perro que se comió el control remoto y eso hizo que no cambiara de canal cuando empezó un documental de un director argentino que contaba su historia. La probabilidad de que yo me quede mirando ese programa era nula, salvo por lo del control remoto. Ahí escucho que le gustaba hacer películas de la vida real. Entonces me levanté, anoté su nombre y lo contacté por Facebook. A los diez minutos de saber quien era, me dijo que le interesaba contar mi historia. Así nació “No me mates”.

-El filme muestra esos primeros signos de violencia en el noviazgo. ¿No los advertiste?

-Lo que pasó en realidad lo descubrí después de la película. En una capacitación sobre violencia, hablaron del maltrato infantil en la infancia y sobre todo del abandono. Ahí me largué a llorar. Entendí que yo tenía a mis abuelos diplómaticos como apegos seguros, como figuras de protección. Y  cuando tenía cinco años, a ellos los destinaron a Beirut y por supuesto que a esa edad no entendí que era una cuestión laboral, lo viví como un abandono. Después, a los 15 años, me enamoré y tuve un noviazgo de tres años, hasta que el papá de él decide irse a vivir a Estados Unidos y otra vez, sufrí la herida del abandono.

Entonces vi que mi herida emocional es precisamente la del abandono, y estoy segura de que la elección del padre de mis hijas -el que se convirtió después en el primer condenado por femicidio en grado de tentativa de Argentina- tenía que ver con esa herida. Yo sabía que él no me iba a abandonar. A punto tal que el tipo se quería matar, pero antes quería matarme a mí.

-Ese proceso de violencia que viviste, tuvo su correlato judicial. ¿Cómo te fue ahí?

-Mi caso se hizo famoso porque hice 80 denuncias, ya que durante un año y medio rompió la perimetral más o menos tres veces por semana. Venía, me amenazaba y yo iba, lo denunciaba. Encontré total indiferencia en el Poder Judicial.

Pero bueno, al final fue condenado por femicidio -en grado de tentativa- porque si bien no me mató, fue un detalle. Porque me disparó al corazón. Fue porque no era mi hora.

-Hoy estás al lado de personas que sufrieron o sufren violencia. ¿Cómo asumís ese rol?

-Creo que la vida, Dios, me puso a las personas indicadas. No sé cómo fue que me fui quedando en la asociación de Graciela y también tengo yo mi propia asociación que se llama “Hay una salida”. Desde la asociación y desde la película, vivo transmitiendo lo que aprendí. En todos lados adonde voy, de Ushuaia a Jujuy, se quedan sorprendidos de esta mirada que busca el origen de la violencia en el maltrato infantil. Creo que es un aporte para no pensar a la violencia desde el resentimiento, del odio, sino desde el lugar de la recuperación.

La historia que impulsó la película

El 2 de agosto de 2010, Corina Fernández dejó a sus hijas de 9 y 10 años en la escuela del barrio Palermo. En la puerta de la misma institución, su expareja y padre de las niñas, Javier Weber, la esperaba disfrazado de anciano con un revólver calibre 22.

“Te dije que te iba a matar, hija de puta”, le dijo mientras le pegaba el arma al pecho descerrajándole disparos. Tres impactaron en el cuerpo. Se habían separado hacía un año y medio, y él no dejaba de repetirle que la iba a asesinar a ella, a las nenas y que se iba a pegar un tiro. Corina lo denunció por amenazas 80 veces.

Tras el ataque, ella estuvo internada 21 días en terapia intensiva. Su caso es emblemático: fue la primera vez en el país que un hombre fue juzgado y condenado por tentativa de femicidio. Le dieron 21 años de cárcel. Pasó cuatro detenido y murió enfermo y preso.

 

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