La pandemia, según tus vecinos - Teatreros en el Chalé Scopinaro - “Si se para todo, cómo pagamos el alquiler...”

Ya está disponible la cuarta entrega

El Covid-19 nos hace en la fragilidad. Te informamos a través de las voces de los especialistas, de las estadísticas… Y desde hace unos meses te presentamos historias narradas por sus protagonistas. Están disponibles en Plano Detalle, en la portada de la web de El Diario
jueves, 21 de enero de 2021 · 08:30

Lo que sigue es parte de lo que podés encontrar en la cuarta entrega de estas producciones de La Forastera, para nuestro medio, titulada La herejía.

Sucede. Quiero decir: no sé si a todos, ni de qué manera o en qué momento pero, a veces, uno se pregunta por qué está haciendo tal cosa, para qué.

Andrés Brarda, 36 años y un hijo, es oriundo de Tancacha, localidad ubicada a 90 kilómetros de Villa María, y cuando terminó el secundario, viajó a la capital provincial para estudiar. Se recibió de instrumentador quirúrgico y trabajó en esa ciudad por ocho años.

-Estuve encerrado en un quirófano hasta que me di cuenta que no me apasionaba, dice.

Entonces, renunció a todo porque, desde hacía tiempo, había otra visión de mundo.

Sucede. Quiero decir: tal vez a la mayoría, quizás no, pero, cada tanto, uno tiene algo para decir y no sabe cómo y por eso tantea.

Andrés era adolescente y probó con la música. Comenzó a tocar la guitarra, el bajo. Lo hizo por tres, cuatro años pero quedó en eso, en intentos. En la casa de sus padres, separados, se leía poco. En realidad, en la de su madre, no había libros. Sin embargo, gracias a sus dos hermanas mayores, que vivían con ella, conoció a Mafalda, del humorista gráfico Quino. Además, su tío, cerrajero, le pasaba la revista cordobesa de humor “Hortensia”. En la del padre, teatrero, escritor de pueblo, acumulador y coleccionista, a pesar de que había libros, él recuerda que ojeaba la historieta cómica chilena “Condorito” y no mucho más. Después, hubo un tiempo en que dejaron de verse.

Entonces empezaron a enviarse cartas y se reencontraron. Ya lo dijo mejor Ricardo Piglia: “La correspondencia es un género perverso: necesita de la distancia y de la ausencia para prosperar”. Esa escritura sirvió para que, más tarde, produjera textos propios: cuentos. Y hubo gente que los leyó. Ya tenía más de veinte años y las lecturas pasaban por George Orwell, Edgar Allan Poe, Mario Benedetti, Roberto Arlt, Julio Cortázar.

-Me dicen: “Che, pero mirá loco, los cuentos tuyos están buenos porque tenés mucha facilidad con los diálogos”. Eso me dio un empujón, recuerda Brarda.

En Córdoba tuvo una trayectoria vaga como actor con un conjunto de vanguardia llamado Teatro La Cochera.

-Quien dirigía el grupo creaba con el actor. Me sentía mucho más a gusto que en un teatro más clásico, en el que te dan un texto y un personaje.

Sucede. Quiero decir: de pronto, uno encuentra respuestas.

Andrés Brarda, en 2013, en Río Tercero, formó el colectivo teatral Teatro de Herejes. En 2015 llegó a Villa María y sus compañeros le pidieron que los dirija.

-Y dije: “¿Están seguros? No sé si voy a poder coordinar, guiarlos hasta un resultado artístico.

Hoy, Teatro de Herejes es una Asociación Civil Sin Fines de Lucro compuesta por veintitrés personas y él la preside. Además es director artístico, escénico, dramaturgo, diseñador gráfico y audiovisual, y dicta talleres de formación teatral.

Sucede.

Es un atardecer caliente y húmedo, más de treinta grados, de un martes de finales de diciembre de 2020. En la esquina de San Juan y Lisandro de la Torre se levanta la arquitectura normanda -masiva, geométrica- del chalé Hereje, antes chalé Scopinaro, del que se cuenta siempre lo mismo: que el empresario cordobés Juan Minetti encargó su construcción, en la década del 30, y se la regaló a su hija María cuando se casó con el médico Arturo Scopinaro; que es una de las tres que hay en el país -las restantes están en Mar del Plata y en las sierras de Córdoba, y Minetti también se las obsequió a sus otras dos hijas por el mismo motivo-; que la familia tenía alrededor de nueve empleados (entre los que había mucamas, cocineras y chofer); que se hacían reuniones sociales en los salones, galería y jardín; que la viuda, después de un accidente vendió la casa y se fue de Villa María; que el chalé funcionó, desde entonces, como pensión, hostal, bar; que luego quedó abandonado y se deterioró; y que hace dos años, en diciembre, Teatro de Herejes lo alquiló a cambio de hacer las reparaciones que hicieran falta y de pagar un monto mínimo porque se habían cansado de ser nómades: en 2019 hicieron cincuenta y dos funciones entre ellas la reconocida “Amerindio”,  que tenían que montar y desmontar en el Arenero Municipal.

En el chalé, además, podían hacer su teatro: uno de vanguardia, uno en el que no haga falta un escenario, en el que una historia se pueda contar, por ejemplo, en un baño.

En una de las salas, en el primer piso, un cuadro abstracto ocupa gran parte de la pared y por las ventanas entra una luz débil. Hay dos sillas: junto a Brarda está uno de sus compañeros, que habla sobre el teatro:

-Esta es mi forma de decirle al mundo: “Esto soy, esto hago, esto quiero”.

Mauro Adán, 40 años, nació en Córdoba capital y se crió en Villa Libertador, un barrio popular, al suroeste de la ciudad, con su madre, tres hermanos y cuatro tías. Hizo la primaria en una escuela a metros de su casa y el secundario, en Nueva Córdoba, lo contuvo.

-Yo venía de una infancia con una familia problemática.

A los 13, mientras estudiaba, comenzó a trabajar en un supermercado como ayudante de caja, embolsando, y a los 17 siguió como cajero. No había otra y lo entendía: su madre trabajaba por hora, el dinero no alcanzaba para comer...

-Yo tenía muy en claro que no quería pasar necesidades económicas.

Cursó la Licenciatura en Comunicación Social, en Córdoba, y entró en un banco: se aseguró un ingreso y en 2005 tomó talleres de formación teatral. En 2011 se recibió de comunicador y dijo: “Ya está, ya tengo el título. Puedo buscar otro tipo de trabajo”. En 2012 estaba decidido: se inscribió en una tecnicatura en el Teatro Real y la terminó.

-El banco había cambiado su política y eso hizo que yo ya no esté tan cómodo, dice Adán.

El también había cambiado.

-El teatro no es un lugar cómodo nunca. Es algo que te pone constantemente en el precipicio y te hace pensar si saltás o no.

Entonces renunció y se fue a México con su pareja, donde vivió dos años y medio con una obra propia, hasta que quisieron regresar a visitar a sus familias. Llegaron y tramitaron una beca para volver a aquel país: esta vez no pudieron y hubo que pensar alternativas.

Brarda, por entonces, dictaba el taller “Escenarios urbanos” en el Centro Cultural Comunitario Leonardo Favio. Adán se sumó al grupo pero al poco tiempo, con su pareja, eligieron otro destino: Brasil, donde vivieron unos cuatro meses. Brarda pensó que no volvería a verlos pero regresaron. Lo hicieron y desde ese momento Adán se incorporó a Teatro de Herejes: es actor y director escénico, forma parte del elenco, también dicta talleres y coordina, con otros compañeros, el chalé.

Los lunes se reúnen con los demás miembros del Colectivo de Teatristas Autoconvocados de Villa María y Villa Nueva (Coteau) con el que lograron que los atienda el intendente, con el que consiguieron bolsones de alimentos, con el que redactaron un manifiesto.

-El teatro es volver a lo orgánico, a la tierra, al encuentro...

-La pandemia nos cagó como elenco artístico...

 

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