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Plata dulce, una “película” donde la mayoría pierde

Si no ser rico es el problema, hay que decir que lo padece la inmensa mayoría de la población mundial. Es conveniente tener cuidado con los vendedores de espejos de colores que desembarcan de tanto en tanto por estas tierras, para no encontrarnos después “en el ‘Barros’, todos manoseados”
jueves, 25 de noviembre de 2021 · 06:52

Cuando llega a tus oídos que ese vendedor de autos en el que tanto confiaste renunció a la concesionaria para dedicarse a los negocios financieros, cuando te dicen que ya no trabaja en la clínica la secretaria que te recibía cada vez que acompañabas a tu padre porque ella también emprendió el camino de las divisas…, algo comienza a “hacerte ruido”. Y más en una ciudad que (afortunadamente, en algunos aspectos), no deja de ser un pueblo grande.

Tengo grabado el momento en que un albañil que trabajaba al lado de casa me pidió un extraño favor. Hasta ese día, viernes, todo pasaba por rellenarle la botella de agua, conectarle la prolongación para la electricidad en nuestro domicilio, traerle mortadela y pan si iba a la despensa… nada del otro mundo. Pero esa tarde, después que le pagaron la semana y un saldo importante que le adeudaban, me preguntó si lo podía acompañar diez minutos porque andaba con mucha plata encima. Y fui con él hasta la esquina de San Juan y Alem. Subimos por una escalerita incómoda hacia el primer piso (nos pusimos de costado, contra la pared) para que bajara la esposa de un encumbrado empresario. Y ya ante el señor Barros, el laburante al que yo le hacía de guardaespalda, sacó el fajo gordo de billetes, apartó dos que volvió a meter en el bolsillo, y le entregó el resto. El “banquero”, que publicitaba su marca en las cuatro torres de iluminación de Plaza Ocampo, en las canchitas de fútbol cinco y en cada rincón que se le ofrecía, guardó la plata en un cajón, sacó un cuaderno, buscó la página encabezada con el alias por el cual lo tenía anotado y apuntó la cifra.

Todavía me duele repasar la escena y la charla posterior, en la que el muy buen albañil me explicaba que podía llevarse los intereses cuando quisiera, que los porcentajes que le pagaban eran muy superiores a los de cualquier banco… Y me duele más por todo lo que vino después, cuando se cortó la cadena, cuando un día la oficinita cerró y en el “Barros” quedó el tendal… Yo debí decirle aquel viernes que a esa película ya la había visto, pero me callé ante su inmensa ilusión. Me arrepentí de no haberle contado la trama: Plata dulce es una película que fue dirigida en 1982 por Fernando Ayala y protagonizada por Federico Luppi y Julio de Grazia.

El filme está ambientado en el final de la última dictadura, cuando se depreciaba la actividad industrial y se incrementaba la actividad financiera mientras la deuda externa aumentaba de manera exponencial. En ese marco, dos empresarios dedicados a la venta de botiquines intentaban mantener su fábrica abierta frente a los embates de aquella política económica de desindustrialización. Uno de ellos, Carlos Teodoro Bonifatti (Luppi), decidió entonces dejar de producir botiquines y dedicarse a los negocios financieros y especulativos, los cuales parecían estar en auge. Mientras tanto, su hasta entonces socio Rubén Molinuevo (De Grazia), se empeñaba en continuar con la fábrica. Al principio los hechos parecían darle la razón a Bonifatti, que mejoraba su nivel de vida: auto nuevo, casa nueva... Sin embargo, al poco tiempo se cortó la cadena, se derrumbó su sueño y aplastó inclusive a familiares que le habían confiado sus ahorros.

El final de Plata dulce ya está escrito. Y esta en YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=K8kPF52y4uM. Me gustaría que lo vieran. No dura más de tres minutos.

También se puede ver el primer capítulo de “El dinero en pocas palabras”, a través de la plataforma Netflix. Media hora más que ilustrativa, docente, en la que se analizan telares, pirámides, esquemas multinivel, nubes, fractales, flores, círculos de la plata y todo tipo de esquemas de negocios en los cual los participantes tienen que recomendar y captar (referir) a más clientes con el objetivo de que los nuevos aportantes produzcan beneficios a los miembros originales. Se requiere fundamentalmente que el número de ingresantes sea mayor al de los existentes y el esquema solo puede mantenerse mientras existan nuevos participantes en cantidad suficiente. Cuando los ingresantes merman, los beneficios de los participantes originales disminuyen y la mayoría termina sin ganancia tras haber financiado las de los primeros.

El camino de la plata dulce suele ser tomado para eludir la pobreza, las necesidades o bien para ingresar a un recinto donde muy pocos tienen cabida.

El informe Time to care (Hora de preocuparse), presentado al Foro de Davos por la ONG Oxfam (movimiento mundial formado por personas que trabajan juntas para acabar con la injusticia de la pobreza en el mundo), explicó que “la desigualdad económica está fuera de control”, puesto que 2.153 multimillonarios el dólares tienen más riqueza que 4.600 millones de personas. Es decir que si no ser rico es un problema, lo tiene más del 90% de la población mundial. Y en el mundo financiero no hay atajos para llegar a la solución, al menos no los hay para quienes no disponen de importantes sumas de dinero.

Sergio Vaudagnotto

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