Alicia Peressutti habló de la difícil y dolorosa labor que lleva adelante Vínculos en Red para rescatar a las víctimas de las redes de explotación

Trata de personas: una nueva forma de esclavitud

Peressutti contó cómo es el proceso de liberar a las víctimas de trata y los peligros que conlleva, el trabajo de Vínculos para que puedan recuperarse y reinsertarse socialmente, y la falta de apoyo económico del Estado nacional
lunes, 31 de enero de 2022 · 07:39

La esclavitud es una de las peores aberraciones de la humanidad. En la presentación del libro “Género, esclavitud y tortura a 200 años de la Asamblea del año XIII”, Juan Manuel Olmos, presidente del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires entre 2011 y 2015, afirmó que la esclavitud es una modalidad criminal que permanece en el mundo bajo otras formas y etiquetas, una de ellas es la trata de mujeres y niñas para la prostitución. Alicia Peressutti dice que quienes luchan contra ese flagelo deben también vencer el espanto de enfrentarse día a día con la desaparición de mujeres y niñas para ser prostituidas, un final al que llegan no sin antes ser violadas, golpeadas, torturadas.

Esta vez Peressutti dejó de lado su labor como auditora general de Villa María para hablar como la cabeza de Vínculos en Red, una asociación civil que se conformó -justamente- para ayudar a combatir este delito. Desde ese rol, nos contó cómo es el largo proceso de rescatar a víctimas de trata, los peligros que conlleva y la falta de apoyo económico del Estado nacional para el sostenimiento de una estructura destinada a contener y reinsertar socialmente a las personas rescatadas que, en la mayoría de los casos, están física y emocionalmente destruidas.

“Empecé con la trata de mujeres en 1998 cuando estaba cursando una enfermedad. En ese momento me acerqué a las hermanas Adoratrices, porque la médica japonesa que me atendía en Córdoba me recomendó que a mis quehaceres sumara un voluntariado, ella consideraba que un voluntariado ayuda a no morir, que sana. Me metí de lleno a colaborar con las monjas y logré una gran empatía desde un principio”, recordó.

“Así comencé a involucrarme en la trata de personas, y en esto fueron claves dos monjitas: las hermanas Cruz y Margarita, en mi formación y en la mirada. Ellas me decían que era importante ayudar a una persona a cambiar su vida -aunque fuera a una sola- que sea víctima de la explotación, la prostitución o la trata”, remarcó.

“En esa época la ruta pesada estaba llena de prostíbulos, donde las chicas estaban paradas en las vidrieras, invierno y verano, semidesnudas, en ropa interior, en exposición, a la venta. En ese sentido Villa María es uno de los pocos lugares del mundo parecidos a Amsterdam, donde las mujeres se ofrecen igual. Hasta ahí íbamos con las Adoratrices por la tarde, sobre todo los sábados y domingos, para hablar con ellas. Llegábamos hasta los prostíbulos e invitábamos a las chicas a talleres de distintas actividades, los ‘fiolos’ las dejaban ir a participar, supongo que para evitar enfrentamientos con las monjas, aunque sabían que las hermanas trataban de ayudarlas a salir de la prostitución. También seguramente a muchas ‘desaparecidas’ no las vimos. A veces las abordábamos en las esquinas, era solo pararnos y saludarlas, preguntarles cómo estaban, tomábamos mates, era vencer el ridículo y el espanto. Aprendí con las Adoratrices a que a esas chicas hay que mirarlas con amor, con esperanza, sin decirles nada malo, para que vuelvan a atenderme otra vez”, afirmó Peressutti.

“Las monjas infundían mucho respeto entre los ‘fiolos’ con su hábito, eso en determinadas oportunidades me salvó la vida, porque cuando tuve que estar en lugares complicados para buscar a alguna chica, pedí prestado un hábito. Aunque parezca un contrasentido, los proxenetas siempre tienen cruces y estampitas de santos o vírgenes, al igual que las chicas, que las llevan como protección para volver sanas a su casa cada noche”, señaló.

“Las Adoratrices hicieron un trabajo impecable, ayudaron a un sinnúmero de mujeres, muchas venidas de otras provincias que pudieron salir de la explotación y rehacer su vida en Villa María. Ayudaron aún a las que se llaman independientes, aunque no existe mucha independencia en esto, porque a veces tienen que caer en pagarle a alguien para protección, incluso a la Policía para que las dejaran estar en la calle”, apuntó.

“Al poco tiempo, la hermana Cruz me aconsejó que forme una ONG que se ocupe de la prevención, de denunciar y de la incidencia política para tratar de lograr legislación, ya que las Adoratrices se dedicaban a la asistencia y atención de víctimas de trata, pero no trabajaban esos aspectos. En una ONG podían participar laicos y laicas, personas de todas las religiones o ateas, gente comprometida, que no es mucha”, sostuvo Peressutti.

“Cuando arranqué, me ayudó mucho el pastor Alejandro López, quien fue candidato a intendente; Sandra Vaca, y una o dos personas más. Con los años se fue sumando gente, aunque hubo personas que estuvieron temporalmente. En un principio llamamos a la ONG Padre Pío, después, como no todos éramos católicos, le cambiamos el nombre por Vínculos, que, providencialmente, se condice con lo que hacemos, porque trabajamos para que las personas víctimas de trata se puedan recuperar y tener vínculos sanos”, precisó.

 

¿Dónde está tu hermana ahora?

“Vínculos se fundó en 2001, en paralelo seguía con las monjas, ellas se encargaban de dialogar con las chicas, nosotros empezamos a denunciar, al principio a escondidas y por explotación de la prostitución ajena, porque en Argentina la Ley de Trata es de 2008. Recién después pudimos denunciar por trata de personas”, aclaró Peressutti.

“Rescatar a una víctima siempre fue un trabajo tremendo, pero encima antes se decía que la trata no existía, que la mujer que se prostituía era independiente y lo hacía de forma voluntaria, era feroz. En el 98 y 99 la trata no era trata a nivel mundial, y en Córdoba, hasta 2012, cuando José Manuel de la Sota prohíbe los prostíbulos en la provincia, en localidades chicas llegó a haber hasta siete prostíbulos habilitados como wisquerías. Viví muchas situaciones de riesgo, con advertencias de todo tipo, por rescatar chicas y denunciar, ya que antes había que poner tu nombre y documento para hacerlo. Ahora existe el 145 para hacer denuncias anónimas para que investiguen, claro que siempre es más rápido poniendo el nombre”, aseguró.

“Además de la denuncia, con Vínculos trabajamos la prevención, que se hace a través de talleres en las escuelas, en los que se cuenta lo que es la trata y lo que hacen las mafias. Cada taller lo inicio con una pregunta: ¿dónde está tu hermana ahora?, eso es para que tomen conciencia de cómo operan las redes de trata, y para advertir que cualquier persona, aunque sea tu vecino, que pasa datos sobre niñas o jóvenes vulnerables, es parte de esa mafia. Los talleres nos sirvieron para que otros pueblos conocieran a la asociación, y nos ayudaran a establecer víctimas cuando son rescatadas”, subrayó.

La titular de Vínculos dijo que los talleres tienen varios objetivos: visibilizar el tema, evitar que los varones sean clientes, que la escuela trabaje esta temática en la currícula, y “encontrar nuevos voluntarios, porque hay gente que se cansa de tanto dolor”.

“Por otro lado, gracias al trabajo de algunas organizaciones claves, entre las que se encuentra Vínculos, comenzó a haber persecución penal del delito. Ahí empezó un trabajo articulado con las fiscalías, que nos llamaban para saber a quién acudir para la asistencia de las víctimas o nos enviaban chicas que habían sido vendidas por sus familias desde niñas para la explotación sexual. Ahora es un poco más viable hallar a niñas explotadas, antes no, se las encontraba de adultas, después de haber sido prostituidas durante 20 años, destruidas, totalmente dañadas. Hubo criaturas entregadas a los 4 años a redes de pedofilia, otras de 6, de 8, para ser prostituidas. Al principio están ocultas, pero con los años dejan de ser redituables y pasan a un circuito más visible. Esas chicas iban a nuestras casas por un tiempo”, puntualizó.

 

La casa, un símbolo

“Así surgió el sueño de que Vínculos tenga una casa propia para albergar temporalmente a niñas, mujeres y personas víctimas de explotación sexual que se rescataban. La casa de Villa María fue construida para refugiarlas, y es todo un símbolo, porque si está ahí, significa que la trata existe, algo de lo que ningún político quiere hablar. Trabajamos en conjunto con Nazareth y Mama Antula, porque las personas rescatadas la mayoría de las veces llegan con adicciones, en parte para soportar lo que tuvieron que vivir”, consideró Peressutti.

“La casa tiene custodia federal y hay equipos técnicos con psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, operadores; las personas que se encuentran allí tienen actividades diarias y estudian, como parte de su tratamiento de reconstrucción emocional y espiritual, porque lo que se busca es su reinserción social para que se puedan ir. Hay quienes están algunos meses, quienes están años y quienes están muy poco tiempo, los niños por lo general están más. El tratamiento es larguísimo, a veces dura toda la vida, y hay que respetar los tiempos de cada uno”, explicó.

“En Córdoba se han hecho muchos avances, por eso hay muchas víctimas que se derivan a la provincia, a nosotros nos beneficia que haya 427 comunas y municipios, porque hay más lugares para reinsertar a estas personas que quieren abandonar el lugar donde fueron victimizadas”, añadió.

En este punto, la referente de Vínculos habló de las dificultades para el financiamiento que enfrentan las asociaciones.

“La trata es un delito federal, en realidad los fondos deberían venir de la Nación, sin embargo no están. Hay un montón de gente que es voluntaria, como yo, pero no alcanza la buena voluntad en esto y quisiéramos tener más recursos para mejorarles los sueldos a esos profesionales de los equipos técnicos”, indicó.

“Algo nos llega por Nazareth, porque está inscripto en el Ministerio de Salud y recibe fondos para la trata de adicciones, que terminan volcándose a la misma persona que, a la vez, es víctima de trata. También hacen aportes muchos municipios, no solo el de Villa María, por ejemplo, la Municipalidad de Dalmacio Vélez nos apoyó siempre, a pesar de que nunca envió a nadie para tratar. La Provincia siempre ha buscado alguna manera de ayudarnos, pero de la Nación no recibimos nada, a pesar de que estamos haciendo un trabajo que le correspondería al Estado”, enfatizó.

“Fuimos al Ministerio de la Mujer y al Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, pedíamos 150 mil pesos por mes, y no conseguimos nada. En esos espacios del Estado, los funcionarios, que cobran para hacer su trabajo, están para resolver problemas graves y para sostener a las organizaciones que trabajan, pero no nos dan un peso para comida, ropa, para pagar sueldos. Los municipios y la Provincia ayudan, pero la Nación no provee de nada, la única vez que recibimos fondos fue en la época de Carolina Stanley (ministra de Desarrollo Social de Cambiemos)”, insistió.

“Sí tengo que rescatar a la Fiscalía a cargo de Carlos Gonella, quien conoce el trabajo nuestro a la perfección y trata de destinarnos todo lo que puede para ayudarnos. No son aportes del Ministerio de Justicia, sino del fiscal, que hace las gestiones ante quien sea para conseguirnos recursos, es un compromiso personal de él para ayudarnos”, destacó.

A pesar de las dificultades, Peressutti promete seguir con esta misión por el resto de su vida.

“Rescatar a una víctima siempre fue un trabajo tremendo, al principio costaba más llegar, hoy, como nos conocen, las personas que nos necesitan encuentran la manera de acercarse. Con Vínculos participamos en búsquedas de chicas desaparecidas, adonde íbamos dejábamos el teléfono, que sonaba cualquier día, a cualquier hora, y había que estar cerca para atenderlo. Durante estos años me encontré con cientos de Marita Verón”, remarcó.

“Los peores casos fueron cuando las chicas que pasan de víctima a sobreviviente, se suicidan. Ser sobreviviente es una etapa muy difícil, porque nadie se hace cargo de esas personas, dependen de ellas mismas, deben enfrentar a la sociedad, al pasado, a veces a sus familiares que las entregaron, a hijos que no pueden recuperar, y a lo mejor no saben hacer otra cosa. Se quitan la vida cuando están mejor, y nosotros nos quedamos con la duda de qué más podríamos haber hecho que no hicimos. Y siempre llaman antes para despedirse. Otras quedan en la esquizofrenia, porque no pueden enfrentar la realidad”, se lamentó.

“La víctima más pequeña fue una niña de tres años. No importa cuántos años pasen, seguimos llorando al hacer este trabajo, porque siempre duele mucho”, finalizó.

 

Las desaparecidas de hoy

En el libro “Género, esclavitud y tortura a 200 años de la Asamblea del año XIII” el expresidente del Consejo de la Magistratura de CABA, Juan Manuel Olmos, afirma que “en tanto se encuentre doblegada una voluntad humana al servicio de otra, con permanencia y sin libertad de opciones”, si hay desprecio por la dignidad, si el objetivo es la explotación de otro a su servicio, estamos en presencia de una forma de esclavitud.

En otro párrafo del libro, Stella Maris Martínez remarca: “No podemos decir que no hay esclavitud cuando existen personas víctimas de trata, que muchas veces han sido secuestradas y es doblegada su voluntad a fuerza de violencia extrema. Esta persona sufre tortura, apremios, tormentos, también esto es producto de la esclavitud”.

En el mismo texto, Waldo Villalpando señala que aproximadamente dos tercios de las personas traficadas son mujeres y un 79% de ellas destinadas a la prostitución. Y apunta que “si bien existe algún tipo de decisión personal, esta se ve distorsionada por la violencia, las amenazas de violencia contra ella o sus familias, o bien engaños seguidos de violencia o abuso de la vulnerabilidad”.

La criminalidad organizada transnacional utiliza para llevar a cabo este delito una red de cómplices que operan en el reclutamiento, la concentración en áreas de partida hacia el exterior, la falsificación de documentos, el transporte internacional, la nueva localización y la distribución en burdeles o zonas de explotación.

Según el libro, “existen en el siglo XXI esclavas y esclavos, existe la trata de personas. Existen mujeres y niñas desaparecidas para ser prostituidas: mujeres y niñas que hoy, ahora, en este momento están siendo torturadas, violadas, golpeadas. Son las desaparecidas de hoy de las democracias del mundo y de nuestro país”.

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