En el rompehielos ARA “Almirante Irízar”

Médica villamariense fue parte de la última misión a la Antártida

Daniela Sánchez, ginecóloga y teniente de Fragata, fue la jefa del Departamento de Medicina del emblemático buque durante los últimos cuatro meses. Recién llegada, charló con El Diario y contó detalles de una “experiencia única”
domingo, 22 de mayo de 2022 · 07:30

Escribe: Celeste Coschica

DE NUESTRA REDACCIÓN 

 

El emblemático rompehielos ARA “Almirante Irízar” zarpó el pasado 11 de enero desde el Apostadero Naval Buenos Aires, camino a uno de los puntos más extremos del planeta, en el marco de la 118° Campaña Antártica de Verano.

Junto a más de 250 personas, en el buque viajaba una villamariense, Daniela Sánchez, ginecóloga y jefa del Departamento de Medicina del emblemático rompehielos.

Además de tareas de planificación y logística, reabastecimiento y repliegue de víveres, materiales y personal en las distintas bases, la Campaña Antártica tiene como uno de sus principales objetivos la investigación científica y la preservación de la paz en el Continente Blanco. La egresada en 2006 del colegio San Antonio, fue parte de esta importante misión.

De vuelta a nuestra ciudad para visitar a su familia, tras pasar cuatro meses en el buque, Daniela Sánchez charló con El Diario y dio detalles de una experiencia “única”.

Tras pasar cuatro meses en el buque Irízar, Daniela Sánchez charló con El Diario y dio detalles de una experiencia “única”.

De la Facultad a la Armada Argentina

Daniela Sánchez, médica y militar, ingresó a la Armada Argentina en el 2014, como parte del Cuerpo Profesional: “Después de recibida en la Universidad Nacional de Córdoba, realicé un curso de seis meses e ingresé a la Armada Argentina”.  

Daniela contó que “no tenía idea” de la posibilidad de entrar a la Armada cuando empezó su carrera de Medicina, pero se enteró haciendo las prácticas en la Facultad y eso despertó su interés: “Tuve la suerte de cruzarme con un suboficial que me contó sobre este régimen de ingreso de profesionales y me gustó la propuesta. No sólo porque uno hace la parte médica, sino porque también está la posibilidad de navegar, de hacer misiones de paz o, como en este caso, ir a la Antártida”.  

Una vez egresada como teniente de Fragata, su primer destino fue la Base Aeronaval Almirante Zar, en Trelew. Allí estuvo destinada un año y luego pasó al Hospital Naval Pedro Mayo, donde realizó su residencia. Haciendo la residencia comenzó a navegar, haciendo patrullaje marítimo. Además, hizo una campaña hidrográfica en Puerto Deseado: “La Armada también hace campañas sanitarias por el Paraná, con dos buques multipropósito, en donde van a distintas localidades y arman carpas para brindar atención primaria de salud. En el 2017 estuve en Chaco y ahí se ve otra realidad. Es una realidad sanitaria que te abre la cabeza”.  

¿Y cómo llegó a la Antártida?  

Si bien ha hecho otras misiones, esta es la primera vez que Daniela Sánchez pisa la Antártida: “Dentro de los posibles destinos, hay dos buques en los cuales pueden ir los médicos: Fragata Libertad y el rompehielos. Todos los años a los militares nos dan opciones de traslado y entre las opciones, yo puse el rompehielos Irízar”.  

Sánchez es tocoginecóloga y dentro de su especialidad incluye la cirugía, que era uno de las necesidades profesionales del rompehielos: “En el buque siempre tiene que ir un médico que sepa operar porque tiene quirófano, es como un buque hospital. Si bien su función es logística, tiene aparatología en caso de necesitar. Por suerte no lo necesitamos”, contó divertida.  

Una vez que uno se inscribe, debe rendir un examen físico, uno psicológico y uno profesional, sumado a un nivelatorio de inglés.   Así como Sánchez fue como médica, en el buque también viajan otros profesionales como un odontólogo, un abogado, un meteorólogo, un bioquímico y un ingeniero. Desde el inicio de la pandemia también incluyeron una psicóloga. En total, este año salieron desde el continente 285 personas.

El 28 de diciembre iniciaron un aislamiento preventivo por COVID-19 dentro del buque, por dos semanas, en el Apostadero Naval Buenos Aires. El 11 de enero de este año zarparon y llegaron de vuelta al continente el lunes 9 de mayo: “Para llegar tuvimos tres días hasta Ushuaia y desde ahí, otros tres días de navegación para llegar a la Base Orcadas, que es la primera base que tocamos”.  

El Irízar es el único buque con capacidades de rompehielos de la región. Por una parte, su llegada a la Antártida cumple una función científica, porque lleva a científicos para que se realiza el avistaje de aves, pingüinos y otros animales, así como también el control del agua.

También cumple una función logística: llevar a las personas a las bases, replegar a las personas que hicieron la campaña anterior y llevar todo lo que es insumos de alimentos, agua o combustibles a las bases: “Muchos no conocen todo este trabajo, es hacer medicina sin estar encerrada en un hospital. Si bien soy ginecóloga, también tengo que saber un poco de clínica, de traumatólogia, de aptitud. Y también lleva mucha tarea administrativa. En el rompehielos, por ejemplo, mi cargo era Jefa de Departamento de Medicina, todo lo que era salud pasaba por mí. Era la única médica en el buque, aunque también se sumaban los médicos que subían y bajaban en las distintas bases de la Antártida. A su vez hay un equipo de telemedicina”.  

 

Las expectativas

La doctora destacó que cuando se inscribió, una de sus mayores expectativas era conocer la Antártida, pero también su crecimiento profesional: “No iba a ir de otra forma. Pero además buscaba crecimiento profesional. Mi función durante todo el año fue preparar la parte sanitaria del buque para la campaña. Eso te da una responsabilidad y una experiencia importante”.  

Ya adaptados los protocolos por la pandemia de coronavirus, Sánchez destacó que durante esta última campaña no tuvieron contagios de COVID-19 en el buque.  

“Una vez en la Antártida, nuestra función es estar en el buque y siempre hay un grupo, que se llama grupo playa, que es el que desembarca en las distintas bases. Además tenemos dos helicópteros, botes y lanchas que son con los que hacemos carga y descarga de suministros”, detalló.  

La primera parada fue Orcadas, la primera base argentina en la Antártida, donde dejaron gente. Luego llegaron a Base Belgrano: “Ahí sí pude bajar y conocer. Es hermosa, es un desierto blanco increíble”.

Sánchez también bajó en Esperanza, una de las bases antárticas argentinas permanentes y la única en la que los miembros de la dotación pueden invernar junto a sus familias: “Por eso el buque en un momento estuvo lleno de niños”.  

Los días que bajaban a las bases, luego volvían a dormir al buque: “Bajábamos por cosas puntuales. Por ejemplo, en la Base Belgrano bajé a chequear los tanques de oxígeno, ver si había falta que los recarguemos. O también a visitar y conocer”.  

Sánchez destacó que pudo ver pingüinos, aves, lobos marinos: “Ves mucha nieve, hielo, distintos tipos de pingüinos, y también tierra y piedra. Aunque a las pinguineras no se puede acceder, salvo por fines científicos, a los pingüinos los ves corriendo por ahí. No hay contaminación ni se puede afectar la vida de los animales. Si pasan al lado tuyo, pasan”.  

Por otra parte, también comentó que lo que más le sorprendió fue cómo se vive en la Antártida: “Yo antes de ir pensé que era imposible vivir ahí. Pero después ves cómo está todo acondicionado, cómo es la gente, a nivel alimentación hay de todo. Hablar con los distintos grupos de personas que están replegándose te da otra perspectiva”.  

En el día a día, cada uno cumplía su función: “Los meses que dura la campaña se trabaja todos los días. Por ejemplo, como mi jerarquía era teniente de navío, con el Cuerpo Profesional hacíamos guardia de cubiertas bajas, que duraban 24 horas. Nos levantábamos a las 7, que es diana, y luego de desayunar empezábamos a cumplir la función. También se preparaba el buque para la campaña del año que viene. Durante la campaña, todos los días son lunes”.  

Consultada sobre si vivieron alguna situación climática adversa, la médica destacó que la ruta la iba marcando un meteorólogo, para ir esquivando las posibles tormentas: “Tormentas hay, pero las evitamos. Por ejemplo, por su microclima, la base Marambio es una de las más difíciles de operar. Se iba direccionando el buque en base al clima. Para abril se comenzó a complicar un poco más por la nieve”.  

¿Y el frío? La buena preparación y la calefacción adecuada hizo que casi ni se sintiera: “Adentro del buque estábamos con un overol, que es el uniforme. Para estar afuera, teníamos ropa de montaña y las famosas camperas naranjas, de tres capas. Es la misma ropa de nieve que se utiliza en las provincias del sur. Además, como vamos en verano, no hace tanto frío. Lo máximo que hizo fue -30 de sensación térmica, pero seco”.

La alimentación es calórica, pero son los mismos platos que comemos en invierno en nuestra vida diaria: “comemos carne, pescados, frutas, pastas. Hay un panadero y tenemos panificación casera todos los días. Es como una ciudad el buque”. También hacen rutinas de ejercicios en el gimnasio que hay dentro del buque.  

Un fuerte compañerismo  

Dentro del buque, Sánchez también vivió situaciones que la marcaron y atesora en sus recuerdos. Por ejemplo, tuvo su bautismo cuando cruzaron el círculo antártico: “Es una tradición marinera. Neptuno tiene que bautizar a los neófitos”.  

También festejaban los cumpleaños con torta y brindis. Los sábados hacían pizzas y comían todos juntos.  

Terminada la campaña, se cumplían 40 años del hundimiento del Crucero General Belgrano: “Hicimos una ceremonia dentro del rompehielos, en la zona del hundimiento. El cantar el himno, la marcha de Malvinas junto con los veteranos, con el mismo clima que hacía cuando rescataron a los sobrevivientes, dicho por ellos mismos ahí, fue muy especial”. Fue la primera vez que se llegó al punto exacto donde fue hundido el Belgrano.

La médica reconoció que “al principio parecía que iba a ser muy largo”, pero cuando llegó la hora de volver, “se había pasado muy rápido y querías que dure un poco más”: “Me gustaría que se conozca que existe esta posibilidad de entrar a la Armada como profesional. Yo lo supe por el destino, porque justo me crucé a una persona que me contó. Por ahí se conoce sólo base Marambio, pero hay muchas bases donde se hacen tareas científicas. Creo que me gustaría que se conozca todo lo que se hace y que gente que no hizo carrera militar, se puede asimilar y sumarse”.    

“La vida adentro del buque se vive una camaradería y compañerismo que es difícil de transmitir. También un patriotismo fuerte. Uno cuando ingresa a la Armada, lo hace para prestar un servicio. Uno tiene la camiseta puesta. Cuando cantas el himno, lo haces con fuerza y se siente distinto”, resaltó.  

Tras llegar de la Antártida y luego de disfrutar sus 45 días de vacaciones, el próximo destino de Daniela es Ensenada, en la Escuela Naval.  

 

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