Educación - Todos enseñan, todos aprenden
Una pedagogía que transforma
Carolina Falcone es maestra de primer grado de Río de Luna, la escuela Waldorf de la ciudad. Hace días obtuvo su diploma y cuenta cómo son las jornadas dentro del aulaPor ejemplo: los lunes se pinta con acuarela, los martes se hace lavado y teñido de lanas y pompones e incluso se teje; los miércoles se amasa el pan; los jueves se come ese pan y se hacen dibujos; y los viernes se visita el río, donde también se merienda. Estos son, por supuesto, solo algunos ejemplos: los que da Carolina Falcone, maestra de primer grado de Río de Luna, la escuela Waldorf de Villa María.
Lo que ella llama “ritmo diario”.
Nacida en Arias, al sur de la provincia de Córdoba, en el Departamento Marcos Juárez, tiene 39 años y cuando terminó el secundario en su localidad, vino a Villa María, donde se egresó como profesora de Artes Visuales de la Escuela de Bellas Artes Emiliano Gómez Clara. Después regresó a su pueblo, donde ejerció de lo que había estudiado hasta que una amiga, que se formaba en Pedagogía Waldorf, le contó de qué se trataba y a ella le interesó.
“Estoy enamorada de esta pedagogía. Te dan ganas de levantarte todas las mañanas a dar clases y estar con esa mirada, con esa sonrisa...”.
Falcone, que estaba dando clases en una primaria y en una secundaria, se dijo: “Bueno, vamos a buscarle una vuelta al arte, dentro de la escuela tradicional”. Rosario no era una opción porque le quedaba a trasmano. Y en Villa María encontró la alternativa: en 2018 comenzó el curso. “Venían profesores de Buenos Aires, uno o dos de acuerdo a las materias que tenían que dar y eran tres días: viernes, sábado y domingo”, cuenta por teléfono una tarde de noviembre.
Ella, que es docente, compartió clases con otras maestras, pero también con madres “que estaban interesadas en una educación diferente”. Así, hace solo algunos días, y después de cinco años, Falcone y otras diez personas (oriundas de la ciudad, pero también de Villa Nueva, Bell Ville, Córdoba y Corral de Bustos, entre otras localidades) recibieron los diplomas de maestras en Pedagogía Waldorf.
La experiencia
En la escuela abordan la currícula oficial. Sin embargo, Falcone explica que la trabajan, primero, con el cuerpo, “desde la voluntad, desde el hacer”. Luego, a través de las emociones, con algún cuento o texto narrativo. Recién entonces, interviene el intelecto y lo pasan al cuaderno. “Es maravilloso ver el proceso, cómo se da el contenido”, expresa.
Épocas...
Y hay “épocas” que funcionan de esta manera: un mes es “época de matemática” y cuando termina, el contenido “se deja dormir”, mientras se continúa con la “época de lengua”. De nuevo se deja dormir ese contenido y se vuelve a matemática. Lo que sucede en ese período de reposo, es que ocurre algo “en el interior” de cada chico. “Lo procesó en su cuerpo, en su inconsciente y, a partir de ahí, la magia de lo que aprende”, resalta.
Los grupos de alumnos son, por lo pronto, reducidos. En maternal y jardín hay entre siete y once, en primer grado cuatro y en segundo otros once. Y el secundario se está proyectando: ya cuentan con los planos.
“También forma parte la familia. Son los papás los que tienen que formar parte para poder sostener la escuela. Es como todo un combo. Por eso lo que queremos lograr es que esto se pueda ampliar, que sean más las familias que se puedan acercar para esta transformación y más que nada desde lo espiritual: comprender que la naturaleza forma parte de nuestro cuerpo”, expone.
“Pueden convivir las dos pedagogías, la tradicional con la Waldorf”, señala después y aclara que depende, a la vez, de dos aspectos: de cómo lo maneje cada maestro y de la apertura de los docentes y las familias.
¿Hay prejuicios?
Falcone dice que algunos describen la Pedagogía Waldorf como “hippie”. Y añade: “Otros dicen que es muy privada porque la cuota la pagan los padres y la sostienen los padres y no tenemos subvención del Estado”.
De igual modo, hace hincapié en el “desconocimiento” que existe. “Hay familias que llegan con que quieren un estilo de educación más libre, pero la Pedagogía Waldorf tiene ritmos”, remarca. Es libre: no libertinaje.
Entonces, más ejemplos: algunos días, de 8 a 8.20, los chicos juegan; de 8.20 a 8.30, hacen lo que denominan “veneración” para “encontrarse con esa llamita, con ese fuego” que está en cada persona, siguen con lo que llaman “rítmica” para activar la voluntad y llegan así al abordaje de los contenidos. Hay, más adelante, recreo, merienda, y otras actividades como música e inglés. “A veces, esas familias que buscan esta educación más libre lo aceptan y se quedan. Otras se van”, menciona.
Un balance
Falcone, a días de haber finalizado la instancia de capacitación, hace un balance. “Es un gran movimiento en lo personal. Me cambió la forma de ver, de alimentarme, de hacer mis actividades, la vida completa. Es conocerse a uno mismo: empecé la formación para ver cómo podía revertir mis clases y terminé trabajando en mí”, destaca.
Y continúa: “Y creo que a cada uno de los que pasamos por la formación nos sucede eso: un trabajo muy interior. Siempre se dice que si un maestro está conforme o contento o le gusta esto de reinventarse, los niños también sienten eso. Es maravilloso poder transmitir eso, poder disfrutar de cada hora, de cada momento estando dentro del aula”.
En este mismo plano, asegura: “Veo a mis niños en cada detalle, en cada mirada; los cambios que han hecho no solamente para aprender el contenido, para leer o escribir, que todavía algunos lo logran y otros no, sino en ellos mismos, en cómo se empezaron a manejar, en la seguridad que empiezan a agarrar”.
Para terminar, subraya: “Estoy enamorada de esta pedagogía. Te dan ganas de levantarte todas las mañanas a dar clases y estar con esa mirada, con esa sonrisa, con la incertidumbre de qué es lo que va a pasar y lo que día a día descubrís tanto en los niños como en uno mismo, porque yo sigo aprendiendo con ellos”.