Declaración Universal de los Derechos Humanos

Interpela el contexto

APDH Villa María envió un documento, al cumplirse hoy 76 años de un hito histórico a nivel global. Un reflejo con la actualidad
martes, 10 de diciembre de 2024 · 08:30

El 10 de diciembre nos demanda como seres humanos, como organizaciones sociales y políticas, reiterar las funciones del “Estado”,  institución que, con el transcurrir del tiempo, la “Humanidad” no solo pensó, sino que además interpretó, que había encontrado la herramienta básica que garantizaría los preceptos establecidos en la Declaración Universal de los Derechos y en nuestra  Constitución Nacional.

Con esta consigna, y ante un mundo que se desangra y un país en la deriva irracional, nos preguntamos: qué es el Estado, cómo lo abordamos, qué función cumple para lograr sus compromisos, “supuestamente, en  plena  vigencia de los Derechos Humanos”.

Es importante advertir que la noción del Estado se ha caracterizado en que las  clases dominantes han instaurado la idea de que el Estado somos nosotros; es una idea liberal falsa, porque el Estado está constituido y gestionado por una Clase Política Casta, que periódicamente se presenta para controlar el poder.

Tiene doble apellido, es Liberal y Capitalista, las leyes y las normas están para las clases dominantes, que nos permite observar dos polos sociales: los capitalistas, los ricos, y las personas que tendrían que vivir  de su trabajo sufren, advirtiendo que en esa relación Capital-Trabajo fluye la explotación.

 

Un poco de historia

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la humanidad fue despertando lentamente del horror que sembraron los movimientos de ultraderecha, enmascarados en conductas altisonantes que se escondían tras las actitudes de un discurso de desprecio por la vida, con personajes que parecían inofensivos con sus conductas de payasos, dispuestos a  acabar con todo lo que fuese distinto a sus propósitos.

Esta provocación despiadada y sangrienta arrastró a enormes ejércitos  al exterminio, el mundo se cubrió de cadáveres, la mayoría de los cuales eran los restos de una civilización   frustrada, que prefería inmolarse  al servicio de un discurso de odio y destrucción.

La indiferencia de la mayoría abría las puertas al holocausto, al terror, a las viviendas convertidas en escombros, a la pérdida de los cultivos, condenando al hambre a millones de hombres, mujeres y niños.

La diabólica planificación para terminar con todos los judíos ponía un broche al horror que trataban de imponer.

Como en un espejo, la locura genocida hoy se instala entre nosotros con la permisividad de una parte importante de nuestra población. La serpiente nuevamente se disfraza de payaso y arrasa con los pobres, los niños desnutridos, los más viejos y todo lo que consideran descartable y sin valor para el mercado.

Existe un círculo rojo con un proyecto de país que va más allá de lo micro y macroeconómico, que no solo cuestiona el consenso sobre el que se construyeron los 40 años de democracia en el país, sino que propone remplazarlo con una estructura personal o de grupo y  con un lenguaje de exabruptos que  conduce a un estado anárquico. Para lo cual intenta imponer su diabólica religión laica, demoliendo sin piedad lo construido.

Los sobrevivientes de la Guerra Mundial sintieron que un aire fresco, como una nueva primavera, alentaba  la esperanza de que se cerrara una dura etapa en la historia de la humanidad. Imaginaban que valía la pena reconstruir todo lo demolido, curar heridas, abrigar las almas, para lo cual se apeló a la reconstrucción  de un mundo nuevo fundado sobre una sólida base de valores.

De esa decisión y la llamada a los hombres y mujeres de buena voluntad se trazaron nuevas reglas para hacer un mundo para todos. Fueron miles los que respondieron a la convocatoria, se movilizaron países enteros.

Y al final dio a luz la Declaración Universal sobre los Derechos Humanos, un monumento vivo y en permanente construcción. El despertar luego de tanto horror parecería que nos llevó a un grado peligroso de ingenuidad. La humanidad se creyó salvada por este pacto, pareció no entender que no era un monumento importante, sino un compromiso con una nueva vida, que requería de la participación de todos, para que el embrión se desarrollara a partir de un rosario de pequeñas acciones y posicionamientos.

Muchos analistas se preguntan y nosotros también: “¿Cómo se construyen los procesos de transformación?, ¿cuáles son los límites temporales a esos procesos?”, y se responde: el “sentido común, conjunto de criterios sobre los cuales no siempre reflexionamos, pero están presentes en nosotros, en nuestras actitudes”.

Es un aprendizaje que debemos asumir, de lo contrario,  quedaremos pegados a criterios conservadores del sentido conservador y seremos derrotados. Es una disputa permanente entre el sentido común conservador y el progresismo,  la audacia es la necesidad de la participación frecuente del pueblo para que potencie el sentido común progresista que permita salir de la encrucijada.

Admitir que la dinámica de avance está en el pueblo y en la medida de cómo sea esa participación será su avance en la reconstrucción de una democracia plural, donde el poder sea compartido en las decisiones políticas que se prescriban.

Se deben crear las herramientas para ese ejercicio.

El pueblo no necesita Redentores, sí asumir que en sí mismo están las herramientas para redimir y redimirse de un sistema que en 40 años lo oprimió, lo subyugó y lo transformó en un rehén social desahuciado.

Basta observar el mundo y las democracias que han construido las grandes potencias, marginando a los pueblos, víctimas del trabajo forzoso de niños/niñas soldados, con viviendas inadecuadas, hambrunas, viviendo en asentamientos informales y en condiciones deplorables, las mujeres madres, en condiciones lamentables.

Nuestra comunidad debe trabajar y encontrar el camino que nos permita  dialogar, tomar  conciencia y establecer los vínculos para fortalecer los lazos humanos y lograr la Paz Social.

Democracia con inclusión social solo es con Memoria, Verdad y Justicia.

Asamblea Permanente por los Derechos Humanos/Reg. Villa María

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