Jorge Cassani es un ciudadano que siente en lo más profundo de ser la argentinidad, por lo mismo también, la malvinidad

“A Malvinas lo llevo en la piel”

Por tres años no le tocó ser de la generación que, sin imaginarlo, fue a las islas a pelear contra el tercer Ejército más poderoso del mundo, aunque por casi nada le toca ser parte de una guerra con Chile
martes, 2 de abril de 2024 · 08:30

Jorge Cassani nació en Canals, pero se vino a estudiar a Villa María -donde vive desde entonces- Ingeniería Mecánica.Se recibió y durante 42 años trabajó en la Municipalidad,  en el área de Electricidad y Alumbrado público. Un gran profesional y buen ser humano que muchos en la ciudad conocen.

Cassani, esposo y padre de cuatro hijos, es de la generación 1979 del Servicio Militar, la Colimba, y justo le tocó  la época del conflicto del Canal de Beagle con los chilenos,  que estuvo a punto de desembocar en una guerra con el país vecino, donde intervino el mismo papa Juan Pablo II, a través de la mediación directa del cardenal Antonio Samoré.

“Cuando recuerdo aquellos días se me pone la piel de gallina. Pensar que estuve a punto, junto a las dos generaciones de colimbas  anteriores que fueron también movilizadas, de ir a la guerra y, tal vez, morir en ella. Estuvimos cerca. Quién iba a pensar que tres años después íbamos a ir a la guerra, ya no yo, pero sí otros argentinos, pero tres años menor que mi generación, contra Inglaterra, por las Islas Malvinas, que son y serán argentinas”, expresó.

Esto a Cassini siempre le dio vueltas en la cabeza, y el hecho de que por poco pudo haber ido a la guerra o, si hubiera nacido tres años después, ser parte de ese grupo de jóvenes, casi niños, combatientes sin preparación, que dieron su vida, y otros tantos más que igual pelearon con gran valor y tuvieron la suerte de salvarse, “por un conflicto más que justo, que es la soberanía de Argentina sobre las islas, pero en una guerra que no teníamos que haber hecho”.

“Desde entonces, a Malvinas lo llevo en la piel, y están muy adentro en mi corazón.?Sé que algún día vamos a recuperarlas, pero tendrá que ser en una mesa de negociación, no por medios violentos. Mi acercamiento a esto se hizo más grande porque, a través de mi trabajo en el municipio, conocí a dos veteranos que tenían problemas psicológicos y emocionales, y me pegó muy fuerte.?A?uno de ellos,?Sergio, lo pude ayudar mucho y salió adelante. Luego tuve la gran fortuna de conocer al grupo de veteranos locales, cuando construimos el monumento acá. Y entablé una amistad con ellos y  me metí más en el tema”, expresó.

 

Una obsesión del corazón

El ingeniero, un ávido lector de Historia, contó que día a día, y año a año, las Malvinas fueron creciendo cada vez más en su corazón, “soy muy lector, y leí mucho del porqué de las Islas Malvinas y de la guerra en sí.?Así que un día, de casualidad, fui con una conocida que tiene una agencia de viajes, que me quería vender un viaje, yo ya jubilado, y le dije que, solo si algún día tenía algo sobre Malvinas, me llamara”. Y le llamó.

“Era un crucero que sale de Buenos, Aires, pasa por Montevideo, Puerto Madryn, Ushuaia, Puerto Mont y, entre otros lugares, las Islas Malvinas.?Lo dudé al principio. Pero luego me decidí: tenía que ir a Malvinas, al cementerio de Darwin. Le dije a mi mujer y fuimos juntos, en 2016. No era barato, pudimos hacer un viaje a  Europa o arreglar la casa, o no sé, pero, a mí, lo que me importaba, y me importa, era estar en el lugar donde descansan nuestros héroes. Y eso que la que me vendió el viaje me dijo que no me aseguraban que el barco pudiera atracar por cuestiones climatológicas, que de 10 barcos, tres no lo lograban. Igual fuimos. Casi dos semanas de ansiedad. Sin bajar a ningún  lugar donde hicimos puerto. Y sí, pude llegar a destino, bajar en Puerto Argentino junto a mi mujer y estar donde descansan eternamente nuestros héroes”.

 

Momento inolvidable

“La chica del bus que nos llevó al cementerio era chilena, y me acordé del conflicto que casi tuvimos. Al llegar, nos dieron 40 minutos para estar ahí y luego nos regresábamos.?Fue un día de mucho viento, tomé muchas fotos y videos, pero el sonido de estos es puro ruido. Sin embargo, lo más importante fue recorrer cada unas de las lápidas y mostrarle nuestros respetos a todos los que dieron la vida por la Argentina, por esas  islas que son y serán nuestras. Con la gente que estaba ahí cantamos juntos el Himno.?Ahora que lo cuento y lo recuerdo, me emociono hasta las lágrimas. Hacer ese viaje fue una de las mejores decisiones de mi vida. Sentí una emoción muy parecida a la que sentí cuando nació mi primer hijo. Fue algo que volvería a hacer y que le recomiendo a cualquier argentino que, como yo, lleve a la Patria y a Islas Malvinas en la piel”, dijo emocionado.

Jorge Cassani no es un simple ciudadano, es alguien que quiere profundamente a su Patria y que ve en los veteranos de Malvinas a los héroes que merecen el mismo respeto que los grandes próceres. Y así lo resume: “Lo que hicieron, conmueve. En medio de una locura de guerra que no debió ser, sin embargo, fueron al frente y enfrentaron con enorme valor a  un gigante militar.?Sus nombres quedan grabados en la historia”.

 

CASI UN CUENTO - El último adiós

?Mientras esperaban mucho tiempo, quizás demasiado, en el colectivo que los llevaría al cementerio de Darwin, Jorge Cassani  vio de pronto que subió un hombre muy grande, cabizbajo,  que finalmente se sentó a su lado. Tras acomodarse y mostrar que llevaba una bandera argentina, le contó que su mujer se había arrepentido de ir hasta el cementerio, porque era demasiada emoción para ella. Estaba triste.

El hombre venía  de Misiones y era jefe de la Policía de allá, y se notaba que tenía como un nudo en la garganta. A Jorge le contó que venía a las Islas Malvinas expresamente para ver la tumba de un amigo y compañero suyo, muerto en combate. “¿Y cómo se llama su amigo?”, le preguntó Cassani. “El teniente Roberto Estévez”, contestó el hombre.

Jorge lo calmó diciéndole que él y su mujer lo iban a acompañar, que se quedara tranquilo.  Así, mientras la pareja recorría los nombres de cada una de las sepulturas, viendo de reojo el paso del hombre con la cabeza baja, apesadumbrado, de pronto vieron el nombre:  “Teniente Estévez” (que luego supo era quien iba siempre al frente). Le avisaron al hombre. Este lo vio, se agachó, le agarró la mano a Cassani y lloró con absoluto sentimiento. Algo contó Jorge que cantaron el Himno juntos y un montón de cosas, y sentimientos, pasaron por su mente y corazón.

Cuando llegó a Villa María y le contó la anécdota a los veteranos, estos no podían creer lo que escuchaban, y entre una risa nerviosa, casi con lágrimas, le dijeron todos juntos: “¡Estévez era nuestro teniente!”.

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