Sextorsión en Villa María

Esperá, no mandes esa foto

A base de mentiras, un vecino fue estafado por 70 mil pesos. Crónica de lo que empezó como un intercambio amoroso y terminó con una atención en la Auditoría General
martes, 14 de mayo de 2024 · 08:21

Eduardo (que no se llama Eduardo), sigue con su teléfono en las manos. Siente una emoción que hace años no sentía y, ante cada sonido, vuelve a tomar el celular y responder los mensajes rápidamente.

El móvil suena una y otra vez. Ya son varios los mensajes que compartió con una señorita que no ha visto en persona. Ella solamente es una foto en su teléfono.

Hablan (o escriben) sobre su vida, de sus cosas, de qué les gusta y de la posibilidad de avanzar -en este tipo de relación- desde lo virtual hacia lo presencial.

La tensión sexual va creciendo junto con la charla.

“Yo creo que podríamos conocernos”, dice un mensaje que recibió.

Entre imágenes, algunas cotidianas, selfies, y otras de contenido explícito, la conversación tomó un rumbo insospechado al principio. Se abrió la posibilidad de una cita amorosa, para hacer o decirse en persona todo aquello que solamente es letra sobre una pantalla que, cuando el teléfono se bloquea, le muestra su rostro.

Todo parecía ir por los carriles normales, teniendo en cuenta la nueva forma de cotejo que tienen las redes sociales, (WhatsApp, en este caso, pero pueden ser Instagram, Facebook o muchas más). En un momento, en el cenit del intercambio, la mujer dejó de responder. Eduardo no sabe por qué y sigue atento a su teléfono. Pero aparece otro número escribiéndole.

Un caballero, que dice ser el padre de la muchacha, comienza a amenazarlo y le hace una revelación que lo deja estupefacto: la muchacha es menor de edad y todo lo que estuvo haciendo, hasta ese momento, está en el marco de la ilegalidad.

Aún sorprendido, y sabiendo que envió muchos mensajes y muchas fotos, Eduardo se toma su cabeza con las dos manos e ingresa en un estado de desesperación. “¿Qué hago?”, es la pregunta que se hace.

Pero el mensaje del progenitor no es el único que le llega. Más tarde aparece otro remitente llamativo, el de un hombre que se presenta a sí mismo como fiscal.

En medio de la vorágine, Eduardo no se da cuenta, pero la foto de perfil de WhatsApp del supuesto fiscal tiene a un hombre vestido con uniforme de policía, prenda con la que no se vestiría jamás un auxiliar de la Justicia.

Enceguecido, se presta a la conversación. Explica -como puede- sus pareceres y el hecho de su conducta. Pero la situación crítica lo terminó absorbiendo y, a cambio del silencio o de salir indemne, el hombre transfiere 70 mil pesos argentinos a una cuenta bancaria o a una billetera virtual, aún no está claro. Pensó en haberse salvado de la condena social, de un escrache. Se prometió ser más precavido, de preguntar antes, de todo lo que pensaría su familia..., ya visualizaba su imagen en Facebook o en Instagram.

Pero la historia no terminó ahí. El tiempo pasó, y volviendo sobre sus pasos, una tarde, sospechando que cayó en una estafa, comentó la situación en una mesa de café. Hay cosas que no están del todo claras…, o no le cerraron del todo.

Poniendo blanco sobre negro, contrastando la situación y haciendo -ahora- un análisis más pormenorizado, el vecino decidió ponerse en contacto con el auditor General de Villa María.

En sus palabras, Rafael Sachetto, le nombró un término bastante conocido por estos momentos: sextorsión.

 

¿Qué es?

La sextorsión o la extorsión sexual es una forma de superposición física y mental para extorsionar a una persona.

Se trata de un vecino que está siendo inducido o chantajeado con una imagen o video de sí mismo desnudo o realizando actos sexuales mediante sexting (el hábito de enviar imágenes de contenido erótico).

Esto le puede afectar tanto a mayores como menores de edad.

Por lo general, los extorsionadores se comunican con las víctimas por medio de perfiles falsos en redes sociales bajo engaños de buenas intenciones. Al final, la víctima es coaccionada para quitarle su dinero bajo la amenaza de la difusión si no accede a las exigencias (en este caso, los 70 mil pesos nombrados).  Y el valor, de todo esto, es simbólico, ya que la ganancia -de cierto modo- es la intimidad perdida.

Cuando una persona envía este tipo de mensajes, el control se va definitivamente de las manos; siendo proclives al robo y la viralización de contenidos audiovisuales íntimos. Una cosa es enviar una foto de carácter sexual que revela la identidad -a modo consciente-, pero esto no significa que exista un consentimiento para la divulgación.

Este método no es solamente utilizado en situaciones de desnudez, sino que también algunos aprovechan esto para “sacar del armario” a personas LGBT que mantienen en reserva su verdadera orientación sexual.

Con la generalización de teléfonos inteligentes, junto al uso indebido del Internet y de las cámaras web -especialmente en menores de edad y adultos mayores con poco entendimiento de los dispositivos- desde la década de 2010 estos casos han ido en aumento.

 

Alerta

La Auditoría General de la ciudad viene llevando adelante diferentes advertencias respecto a estafas mediante los teléfonos. Una línea telefónica a nombre tarjetas de crédito, bancos y hasta presuntos abogados son los canales que utilizan los estafadores para aprovecharse del prójimo y despojarlos de su dinero. Lo mismo sucede con la sección Marketplace de Facebook, donde se inician transacciones, de neumáticos por ejemplo, que terminan con un cruce de mensajes y otra estafa latente.

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