Mujeres cuidan en espacios comunitarios

En nuestra ciudad, el trabajo voluntario de decenas de mujeres en los comedores comunitarios expresa la distribución de tareas de cuidado, históricamente asignado a roles femeninos

Al observar la trama de relaciones que se tejen para brindar cuidados dentro de un barrio de Villa María, podemos ver que Mary cuida a los hijos de Carolina, su vecina, mientras esta lleva al más pequeño al control de salud a la salita. Así, Mary está pendiente de la hora en que se despiertan los niños, les prepara la leche y “los vigila” mientras su vecina regresa a la casa; o a Marisa (joven adolescente trans) que retira a los hijos de Gabriela de la escuela y los cuida hasta que la joven mujer vuelve de su trabajo. Sandra reparte su tiempo con la más joven de sus hijas, adolescente, para cuidar a su nieta/sobrina mientras su hija mayor trabaja en una panadería del centro.

En otros rincones de nuestra ciudad, vemos que distintas mujeres retiran a los hijos e hijas de sus vecinas de la escuela o del club de fútbol; acompañan a otra que está sufriendo violencias por razones de género al Polo Integral de la Mujer o a pedir ayuda al Consejo Municipal de Adicciones, cuando uno de sus hijos está atravesado por consumos problemáticos. Son redes poco visibles que se tejen entre ellas, vínculos de confianza, complicidad y apoyo recíproco, que supone cierta unión entre estas mujeres, basada en sentimientos afines y en la experiencia compartida de la condición femenina y del lugar social asociado a esa condición. Sororidad es la palabra que reconocemos para este vínculo de solidaridad entre mujeres.

Juntas logran asegurar las tareas de cuidado que sabemos están altamente feminizadas. En nuestro país, según la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU), el tiempo social promedio dedicado al trabajo de cuidado no remunerado es muy desigual: las mujeres pasan 5,7 horas por día haciendo trabajo de cuidado no remunerado (quehaceres domésticos, apoyo escolar, cuidado de personas) y los varones dedican en promedio solo 2 horas diarias. (INDEC, 2014).

Ahora bien, ¿qué son las tareas de cuidado y cómo se organiza el cuidado?: Rodríguez Enríquez señala que son todas esas acciones que hacemos para mantener y ayudar a las personas en el desarrollo y bienestar de su vida cotidiana. A su vez, la forma en la que una sociedad organiza los trabajos de cuidados ha sido

denominada por las ciencias sociales como organización social del cuidado (OSC), que se “refiere a la manera [interrelacionada] en que las familias, el Estado, el mercado y las organizaciones comunitarias producen y distribuyen el cuidado” (Rodríguez Enríquez, 2015), ya que los cuidados no se prestan de forma aislada sino en una relación dinámica entre estos agentes.

Otra de las formas que toma esta expresión comunitaria en nuestra ciudad es el trabajo voluntario de decenas de mujeres que, en los comedores comunitarios, se distribuyen las tareas de cuidados de las niñas y niños de la comunidad, aliviando las

tareas de crianza y el sostén económico de los hogares más pobres, que suele recaer en las mujeres. Vale recordar que el 54,65 % de los hogares de Villa María son de jefatura femenina, según la Encuesta Trimestral de Hogares del primer trimestre de 2023, y que la desocupación impacta sobre ellas, duplicando el porcentaje de los hombres.

Según datos suministrados por la Subsecretaría de Descentralización Territorial, en nuestra ciudad funcionan veintitrés comedores comunitarios, dos de los cuales además son copas de leche, que se suman a otros cuatro merenderos, repartidos en diferentes barrios.

En estos espacios comunitarios, 1.870 personas buscan las viandas o comparten la comida en el lugar y unos 310 niños asisten a merendar. La mayoría de ellos a cargo de mujeres, ubicados en los barrios Carlos Pellegrini, Las Acacias, Las Playas, Felipe Botta, Paseo del Botánico, La Calera, Roque Sáenz Peña, San Juan Bautista, San Nicolás, Los Olmos y Nicolás Avellaneda.

En momentos de crisis y ajuste como el que estamos transitando, las mujeres son las primeras en ponerse al frente, para poder sostener la comida a diario, y poder garantizar un derecho mínimo e indispensable como lo es el de la alimentación. Sin embargo, el trabajo de las mujeres y disidencias sexogenéricas en estos comedores no es reconocido ni valorado. La mayoría de estas mujeres suelen ser sostén de familia, y aunque la prioridad es llevar comida a su propia mesa, existe una profunda solidaridad, quieren ayudar a las demás personas de su barrio que pasan por dificultades semejantes a las suyas.

Además de sus trabajos, la mayoría informales o en tareas también de cuidado de otros, y del “doble turno” que implican sus propias tareas domésticas, de lunes a viernes estas mujeres cumplen un “tercer turno” con sus actividades en el comedor,  ocupándose y preocupándose por otras y otros -trabajando para quienes menos tienen en el barrio. Las conocemos a la mayoría, las vemos en las redes sociales pidiendo colaboración o agradeciendo alguna contribución. Las páginas de este diario muchas veces se han hecho eco de esos pedidos.

Ahora bien, ¿cómo impacta esa triple jornada laboral en los cuerpos y salud de estas mujeres? ¿Quién cuida de ellas cuando necesitan atención y cuidados? ¿Cómo avanzamos hacia una corresponsabilidad con los varones para repartir esta pesada carga con ellos y en la construcción de una masculinidad cuidadora? ¿Cómo amplificar esas experiencias comunitarias de cuidado, con una perspectiva interseccional y de abordaje integral y multisectorial? ¿Cómo se asume desde el Estado esa corresponsabilidad en la garantía del cuidado como derecho?

Las experiencias de cuidados en los espacios socio comunitarios basadas en la interdependencia entre las personas y las comunidades, más allá de los vínculos familiares o económicos, plantean la necesidad de construir un nuevo paradigma de relaciones, orientado a la protección de los seres humanos y la naturaleza, y al cuidado desde el espacio comunitario. Es necesario analizar la problemática desde una mirada social, feminista y territorial.

El tema de las tareas de cuidado comienza a estar presente en la agenda pública, porque como sociedades empezamos a entender que no es un tema individual, son temas colectivos, entonces debe involucrarse el componente público. Se ha demostrado que este tema del cuidado es uno de los nudos críticos de las desigualdades de género.

 

Magíster María Alejandra Rodríguez

mujeresotrasvoces@gmail.com

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