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En estas fechas tan especiales

Celebración, encuentro, sabores y anécdotas en familia. Tanto Navidad como Año Nuevo son momentos especiales para fortalecer los lazos familiares. En cada hogar, la mesa se convierte en el centro de reunión, donde el amor y las tradiciones se sirven junto con los manjares típicos de cada región (asado, pionono salado, vitel toné, ensalada de frutas y empanadas).

La diversidad gastronómica de Argentina y Latinoamérica refleja la riqueza cultural, así como también la importancia de la unión familiar. Cada plato, con sus sabores únicos, cuentan historias de amor, tradición y alegría, haciendo de esta época del año un momento verdaderamente especial. La verdadera riqueza de la Navidad y el Año Nuevo está en el acto de compartir, llevando una sonrisa y un plato de comida a quienes pasan dificultades. Fortalecer los lazos comunitarios y extender nuestras mesas a los más vulnerables, enriquecen nuestras tradiciones y espíritu, pues la esencia es el amor y la solidaridad.

En Argentina, las llamadas “Fiestas”, se celebran en pleno verano, con comidas frescas en las mesas. Las familias o seres más queridos nos reunimos alrededor de un asado, acompañado de ensaladas, arrollados, empanadas y dulces como turrones y frutos secos, influencias de la inmigración europea.

En mi caso, anécdotas miles: recuerdo esta leyenda… Cuenta que en la noche en la que nació el Niño Jesús y que los primeros en enterarse de la noticia fueron los pastores que trabajaban en los alrededores de Belén. Unos ángeles llegaron hasta el monte en donde descansaban los pastores y les dieron la noticia: “¡Hoy ha nacido el hijo de Dios en Belén!”. El pastor Gabriel, ciego de nacimiento, no pudo ver a los ángeles, pero sí escuchó sus voces y se llenó de felicidad e ilusión por conocer al bebé. ¿Cómo iba a llegar hasta el pesebre? De pronto, en medio del silencio de la montaña, escuchó el fuerte sonido de una campana. Lleno de curiosidad llegó hasta el lugar de donde partía aquel sonido. Cuando llegó al pesebre, el Niño Jesús lo miró y le sonrío y, de pronto, el pastor Gabriel pudo ver por primera vez en toda su vida. Desde entonces, en Navidad, suenan las campanas muy fuertes, para indicar que ha nacido el Niño Jesús.

A mis  5 años, íbamos a San Antonio de Litín, a casa de mis abuelos maternos, nos reuníamos con mis tíos, primos y los abuelos paternos. También estaba el suegro italiano de uno de mis tíos, Don Pepe, un tano, que había tomado un poco demás. Nos levantamos a brindar y allá fue el gringo con la silla, de espaldas al piso de tierra y con la cabeza entre rabanitos. Según él, lo habían empujado. Y bueh...  ¡Qué lindo era que gritasen, “vamos a apagar las luces, porque ya viene el Niño Dios”! Se hacía la luz y a que no saben que: aparecía un camión volcador Chevrolet C60 modelo 1970, amarillo, con caja volcadora roja, con unos chocolatines Jack de Fel-Fort... Regalos para toda la vida.

¡Feliz Año Nuevo para todos!

Hernán Ramón Allasia

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