LOS LECTORES TAMBIÉN ESCRIBEN
Carta abierta por la vida que no fue cuidada
Éramos siete amigas.
Amigas de toda la vida.
Distintas, únicas, con realidades diferentes, pero unidas por un amor incondicional que solo los años y la vida compartida pueden construir.
Hoy somos seis.
Una de nosotras murió.
No por una enfermedad imposible.
No por un destino escrito.
Murió por negligencia médica.
Por una cadena de descuidos, frialdad y deshumanización que no debería formar parte de ningún sistema de salud, ni público ni privado.
Nuestra amiga no fue escuchada.
Sus síntomas fueron minimizados.
Su dolor, desestimado.
Su vida, tratada como un número más.
¿Hasta cuándo vamos a normalizar que el trato médico sea impersonal, apurado, distante?
¿Hasta cuándo vamos a tolerar que los sistemas de salud -cansados, sí, pero también indiferentes- dejen de ver personas y vean solamente cuerpos, camas, expedientes?
Lo que ocurrió con ella no fue un caso aislado.
Fue el reflejo de un sistema que se olvidó que está hecho para cuidar vidas, no solo para tratar enfermedades.
Queremos decirlo claro:
Una atención sin empatía, sin escucha activa, sin respeto por la dignidad del paciente, también puede matar.
No basta con conocimientos técnicos. Hace falta humanidad.
Esta carta no es solo para contar una pérdida.
Es un llamado urgente a la conciencia.
A los profesionales de la salud: su vocación importa, y cada gesto de humanidad puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
A las instituciones: no basta con recursos y protocolos si no hay tiempo ni mirada para el ser humano que hay enfrente.
A los que leen esto: no callen. No se resignen. No permitan que el miedo, la falta de tiempo o la rutina les arrebaten el derecho a una atención digna.
Nuestra amiga ya no está.
Pero su historia sí.
Y con ella, nuestro compromiso de no dejarla en silencio.
Por ella, por nosotras, por todas las personas que merecen algo tan simple y tan vital como ser tratadas con humanidad cuando más lo necesitan.
Con dolor, pero con fuerza...
Nosotras, sus amigas
