Víctor Vedelago

“El 60% de los jubilados está bajo la línea de pobreza”

Nació en Villa María el 8 de diciembre de 1945. Casado, 5 hijos, 10 nietos. Es jubilado. A los 18 años comenzó a militar en el plano social en La Docta. En la década del 80 se unió a las filas del Partido Socialista, espacio en el que trabajó hasta hace unos años, cuando decidió retirarse de la política partidaria. Fue asesor del fallecido doctor Alberto Gianaria en el Concejo Deliberante de Villa María. Ocupó el cargo de secretario del bloque del PS en la Legislatura provincial. Luego fue coordinador del grupo de asesores de dicho partido en la Cámara de Diputados de la Nación. Dentro de la estructura de su partido desempeñó diversos cargos. Hoy está dedicado a pleno a la clase pasiva y es presidente del Centro de Jubilados José Luis Suppo

 

Escribe Nancy Musa DE NUESTRA REDACCION

 

Recorre las calles en su bicicleta, visita a sus “viejos”, como les llama a los que están en la organización que preside desde hace años. Estar al lado de los que sufren es el motor que lo impulsa, desde niño cuando soñaba ser sacerdote y resolvió dejar el seminario para unirse a misiones sociales llevadas adelante por los llamados curas obreros. Para algunos es un tipo raro, que siempre está presente en las marchas, se siente a sus anchas con los excluidos del sistema y no se anda “con medias tintas”.

Tiene una historia personal que podría ser argumento de una novela y un sentido del humor permanente.

Es Víctor Vedelago, un tipo simple, que se formó con libros de Filosofía y Teología, que le cebaba mates a Angelelli. El que hizo un pequeño aporte para ayudar a formar cooperativas. El que llega, bajo la llovizna, a la entrevista en su bici, la encadena a un poste y dice sonriendo “no hay problema, si se la llevan, se la llevan con poste incluido”.

 

-¿Cómo está la situación de las personas de la tercera edad en el contexto que estamos viviendo?

-No quisiera simplificarlo, por un lado tenemos que hablar de cómo estamos los viejos en relación a las políticas de Estado, tenemos que hablar de qué nos da el Estado y qué imagen brinda el Estado de los viejos.

Ahí hay una situación terrible y dolorosa. Sesenta por ciento de los jubilados por debajo de la línea de pobreza, cuarenta y dos por ciento de los jubilados en la línea de la indigencia.

Entonces, todos los jubilados empezamos a hacer la misma, nos recetan algo que con el descuento del PAMI vale más de mil pesos y no tomamos el remedio. Terminamos por aceptar que salud es únicamente la que logramos pagar.

En el contexto familiar pasa lo mismo, muchos jubilados terminan viviendo solos sin ver a los hijos que viven a diez cuadras y a eso sumale las angustias.

 

-Desolador panorama el que describe.

-Nos tiraron al mar con unos salvavidas de plástico de cuarta, nos dan vuelta los tiburones alrededor y tenemos terror.

La semana pasada estuve con varios que viven mirando por la ventana, a ver si vienen a cortarle el gas porque no pudieron pagar la boleta.

Recuerdo a una jubilada de 91 años, María, le saqué una foto, estaba sentada al frente de un televisor viejo, envuelta en una frazada, y al lado de un calefactor apagado. No prendía el televisor por miedo a la boleta de la luz y no prendía el calefactor por miedo a la boleta del gas.

Y entonces vos decís, la dignidad dónde quedó. ¿No había la posibilidad de hacer mejor las cosas?

 

-¿A nadie le importa?

-No, los viejos no cotizan en bolsa, así me contestó una vez un empresario al que le fui a pedir una colaboración para el centro de jubilados. Tengo 30 años trabajando con los viejos, a muchos los conozco personalmente, conozco su situación familiar. Hace dos años comenzamos un servicio de atención telefónica para el viejo que está en soledad.

Esto surgió porque comencé a recibir llamadas de conocidos, los sábados o domingos a la noche para preguntar cualquier cosa que no tenían nada que ver con el día y la hora.

 

-Necesitaban hablar con alguien.

-Eso es lo que pensé. Pero después me di cuenta que era un pedido de auxilio. Al institucionalizar el centro de atención nos permitió prevenir un posible intento de suicidio, lamentablemente algunos se murieron solos, no pudimos llegar a tiempo.

Nosotros en Argentina no le damos mucha importancia a eso, pero los españoles sí se preocupan porque un viejo no se muera solo.

Hay varias organizaciones de jubilados en España que se dedican a acompañar al viejo que está en soledad. Y hacen un fuerte hincapié en trabajar con las personas que están solas.

En definitiva, las ONG somos los bomberos de los incendios que provoca la política.

 

-Hay muchos que dicen “bueno, los jubilados siempre estuvieron mal”.

-No, no es así. En la historia cercana, en la anterior gestión, hemos tenido una fuerte injerencia en el PAMI. Y esto no es una cuestión partidaria. Participábamos de reuniones, congresos, donde se nos escuchaba, pedíamos determinadas cosas, se plasmaba en un acta y meses después nos rendían cuenta de lo que se había hecho, de lo que se iba a hacer con respecto a nuestras solicitudes y de lo que no se podía concretar en forma inmediata. Y ya estábamos discutiendo con el PAMI cuestiones de género para los jubilados.

 

-¿Por qué utiliza la palabra viejo?

-La palabra viejo tiene toda su implicancia, no hay que tenerle miedo. Les digo viejos y no se enojan, a veces los enoja más que lo llamen septuagenario o abuelo (risas). Ser viejo no es una deshonra, hemos ocultado a las personas detrás de frases como la tercera edad, la cuarta edad y les dimos de comer a un montón de opinólogos que vinieron a descubrir el mundo de los viejos y a mí me pudrieron.

Me pudrieron con los congresos, donde aparece un gerontólogo joven que te pinta la vejez actual como unos langas en sunga (risas) y eso no somos.

No tengo prejuicios si alguien quiere ir a un campo nudista (risas). Recuerdo que el presidente en una oportunidad dijo que habían ido a un geriátrico y los viejos estaban viendo porno, entonces tuvieron que intervenir y ponerle un filtro para que los viejos no vean porno (risas).

Te das cuenta, esa es la valorización que hacen.  Por ahí charlando con un tipo que hace política local, cuando se entera de cuántos somos los viejos en Villa María pega un salto.

 

-¿Cuántos somos?

-Entre 15 mil y 18 mil personas mayores de 60 años. Si armáramos un partido tumbamos cualquier elección. Hay casi quinientos mil afiliados al PAMI en la provincia de Córdoba. Mirá si no tenemos un poder.

Este Gobierno le debe su mandato a los viejos que lo votaron, que le creyeron, para que al otro día le empezaran a bajar la jubilación.

Y todavía les cuesta darse cuenta y aceptar que los traicionaron. 

Porque nos crearon el cuco que los otros eran más ladrones que estos y no porque estos son honestos.

 

-¿Por qué les cuesta aceptar que se equivocaron?

-Mirá, creo por una forma de ser de Cristina, su estética presidencial, se ganó enemigos. Su forma de hablar altanera, de confrontar. Y esto empezó a dar lugar a que no se le perdonaran muchas cosas a la presidenta,  que se le perdonan a otros. Y no se la perdonaron porque era mujer.

 

-¿Usted cree que fue por su condición de mujer?

-Sí. Mirá las principales críticas vienen cuando la mujer pasa a ocupar un lugar que sale fuera de lo tradicional. Lo que no logró Cristina fue el encantamiento de Evita. Los peronistas nunca le cuestionaron a Evita que luciera trajes costosos, o gastara plata en su embellecimiento personal.

Era el sueño de la chica pobre que había llegado a ser princesa o del chico pobre que llega a campeón mundial de boxeo.

Los peronista no cuestionaban eso de Eva, pero aparece la vieja de la nueva generación con esta forma suelta de hablar y a muchas mujeres les produce enojo. Las escucho hablar a las viejas y son implacables con Cristina por su estilo de hacer política.

No conciben que aparezca una mujer plantada de esta manera en la cancha y enfrente a los hombres.

 

-¿Tiene que ver con nuestra cultura?

-Totalmente. Una de las cosas que aprendí con los viejos, son estas dos generaciones con las que convivimos hoy. Los viejos que vienen con una tradición que tiene que ver con lo rural y con lo inmigrante por un lado.  La obra de García Lorca pinta eso, el destino de la mujer, hay que hacer lo que debés hacer y no cuestionar. Si quedaste viuda, morirás viuda. Hoy, tenemos un grupo de sobrevivientes de esa generación de mujeres que no salieron de su casa y vivieron en ese sistema de esclavitud. Y viven la vejez como el valle de lágrimas,  que hay que pasar para llegar al Cielo.

Y por otro lado, tenés la nueva generación de jubilados. Mujeres que estudiaron, salieron a trabajar, fueron independientes de la opinión familiar. Vivieron todo este proceso, se politizaron y hoy son las madres del feminismo nacional. Las hijas de estas mujeres componen la gran masa de jóvenes que pelean por sus derechos en una cuestión muy tumultuosa todavía.

 

-¿Y los hombres?

-Para los hombres es más fácil la cosa. Porque los hombres de las dos generaciones viven lo mismo. Si tienen ganas hacen una quinta en el patio, van a jugar a las bochas, o van al boliche a jugar al truco con los amigos y cuando vuelven a la casa esperan que le sirvan la comida. Está bien que los hombres vivimos menos años, tenemos menos incidencia en el tema envejecimiento.

Pero vivimos mejor, no nos hacemos cargo del problema de los viejos, cuántas mujeres hoy mayores de 80 años, doloridas, siguen cocinando para el hijo y su familia, hacen las compras, ponen la mesa en las reuniones familiares y el marido ni se entera, a lo sumo espera que la vieja le diga que tiene que prender el fuego para el asado.

 

-¿En la vejez, quién sufre más la soledad, la mujer o el hombre?

-Las mujeres, en general, porque viven más años y tienen más pérdidas. Segundo porque tienen más responsabilidades, si hay un enfermo le toca cuidarlo. En lo cotidiano, en puertas adentro la que sufre más es la mujer, a mi criterio. Esto que está tan naturalizado en casi un 50% de viejos, hace que la mujer siga en un sistema de esclavitud, con prejuicios, no puede vivir con alegría su sexualidad.

Esto yo lo viví en una familia de inmigrantes, la mayoría vivía en el campo. Nosotros nos criamos en la ciudad como si viviéramos en el campo. Con las mismas reglas de juego.

Y mis hermanas estaban sometidas a ser suplentes de la madre.

 

-¿Cómo era su familia?

-Nosotros éramos tres hijos varones, dos hijas mujeres. Mis hermanos me llevaban mucha diferencia de edad, el mayor me llevaba 20 años. Mis viejos me tuvieron bastante grandes. Mi mamá se casó a los 16 años y mi viejo Octavio era un tipo de pocas palabras, pero tenía claro tres o cuatro cosas que no se podían violar: “En el plato donde se come no se escupe, lo primero es la familia y cuidado con las mujeres porque se rompen”.

A mí me castigaron una vez por comprarme un helado sin permiso. En otra oportunidad cuestioné la autoridad de mi papá en la mesa y eso me valió dos días sin comer. A la hora de comer me mandaban al patio, a la higuera.

 

-¿A qué se dedicaba su padre?

-Tuvo muchos oficios, trajo la primera máquina de cine sonoro a Villa María en el Cine Capitol, fue el que contrató a Gardel. Mi viejo no figura en estos relatos porque el cine estaba a nombre de un tío, pero mi viejo quedó a cargo.

Después se fueron a vivir a Mar Chiquita unos años, volvieron y compraron un almacén en la esquina de Buenos Aires y Chile. Y yo nací en la casa de al lado.

Luego vende el almacén, compra una fábrica de cocinas a gota en Cintra, hasta que un día no se vendieron más porque apareció la cocina Volcán a querosén.

Después fabricó lavarropas y los alquilaba. Y yo era un niño e iba con un cuaderno a cobrar el alquiler.

 

-¿Por qué fue al seminario?

-Me crié en una familia muy religiosa, la Parroquia de Luján nació en mi casa y para mí era una cuestión de servicio ser cura. Jugaba a dar misa, daba sermones (risas) y los mandaba a darle de comer a la gente que necesitaba.

Invitaba a los chicos, que eran mis feligreses, lo imitaba al cura Gotardi cantando (lo imita), hacía procesión por el patio. Les decía que no tenían que hacer renegar a la madre y yo a mi mamá la hacía renegar, era terrible.

 

-¿Qué recuerdos tiene de su paso por el seminario?

-Tuve la suerte de vivir en el seminario menor de Jesús María, la etapa de la gran protesta de los curas tercermundista: Laferrere, Gaido. En el seminario se hablaba mucho de la revolución cubana como un éxito y había un grupo de curas que miraban con admiración la obra de un cura francés que fue el creador de los trapenses, que se dedicaba a trabajar con la gente que después de la guerra había quedado desocupada y vivía en los basurales de París.

Ahí empieza a trabajar el cura en una obra y de ahí nacen los curas obreros.  Esos curas eran muy amigos de Angelelli que iba asiduamente al seminario.

 

-¿Por qué dejó?

-Cuando venimos a Córdoba capital nos aparece la cuestión social. Nosotros estábamos metidos en esa casa y estudiábamos. Pero empezamos a ver la realidad de la gente en situación de calle. Y nosotros queríamos salir a trabajar a las parroquias, Angelelli nos había pedido un plazo para resolver y lo mandan a La Rioja. Llega Primatesta y nos corta la cabeza a todos. Frente a la actitud de rebeldía que teníamos hace un cuestionario, y si no estabas de acuerdo lo firmabas y te ibas. Y varios hicimos la valija y nos fuimos. No quería ser cura para que me mantengan.

Volví a mi casa, les conté que había dejado el seminario, para mi vieja fue un drama y les dije que quería ir a probar una experiencia que me había comentado Angelelli de un cura obrero, Arturo Paoli, que había creado una congregación en Reconquista, Santa Fe.

 

-Y allá fue.

-Mi viejo tomó la posta y me dio el dinero para el boleto. Me fui, hice varios trabajos, de “lustrín”, vendí pastelitos, trabajé en una embotelladora y aparece un proyecto de ir a crear una cooperativa de hacheros en un pueblito en el límite con Santiago del Estero.

Era una estación de trenes de La Forestal, fuimos un grupo de 30, hicimos dos hornos de ladrillos para hacer carbón con las ramas que había dejado La Forestal.

Y empezamos a buscar en el monte, las familias que estaban sin trabajo. Hacíamos carbón y se lo vendíamos al ingenio Santa Elena.

Vivíamos con lo que había, se abrió una escuela porque en el grupo había dos maestras, un dispensario porque había un médico y estuvimos unos cuantos meses en esto hasta que una mañana nos levantamos y estábamos rodeados de canas.

 

-¿Qué pasó?

-Nos llevaron preso a Santa Fe por “guerrilleros”. Imaginate, un grupo metido en el medio del monte con los hacheros tenía que ser guerrillero, que otro loco iba a hacer eso. La cuestión es que nos tuvieron presos 31 días. Los de la cárcel no sabían por qué estábamos adentro, sabían que varios eran curas y nos trataban con mucho respeto.

Y un buen día nos dijeron váyanse. Volvimos a Reconquista y rearmamos el proyecto. Hoy existe la cooperativa esa, se agrandó, se diversificó y el pueblo vive de la cooperativa.

 

-¿Después de esa experiencia volvió a su casa?

-Sí. A todo esto, Paoli tenía una relación muy estrecha con Jacobo Timmerman y me dice que vaya a verlo a Buenos Aires porque Timmerman tenía la mano para unas becas para ir a estudiar Filosofía a Florencia. Me dice que sí a la beca, pero que tenía que esperar un año.

Me volví a Villa María y empecé la carrera de Ciencias de la Educación y empecé a militar en un grupo que se llamaba Cristianismo y Revolución. Un grupo que giraba en torno a una revista que hacía Roberto García. Una noche García sale de la imprenta y un Ford Falcon lo atropelló. Entonces nos quedamos en bola.

A todo esto Timmerman se pelea con el cura Paoli y nos deja sin las becas.

 

-¿Siguió militando?

-Sí, acá en Villa María armamos un grupito de estudiantes que nos sumamos a la CGT de los argentinos. Y en ese espacio militaba Agustín Tosco.  Ferriere, que era de La Fraternidad, nos regala un mimeógrafo para hacer volantes. Pesaba como cien kilos y nos dijo que el mimeógrafo no tenía que estar más de dos noches en una misma casa porque lo iban a detectar.

Cada noche salíamos a trasladar el mimeógrafo, requería de dos tipos para llevarlo y dos para que nos hicieran campana y un día nos paró la cana. Nos pararon pensando que lo habíamos robado (risas).

Nos preguntaron qué era lo que llevábamos y el flaco Libio se pone a explicarle cómo funcionaba y le dijo que lo usábamos para hacer apuntes del profesorado. Y nos dejaron pasar.

Nos sentíamos como de la resistencia de la segunda guerra mundial (risas).

 

-¿Por qué se hizo socialista con el transcurso de los años?

-Porque entré a trabajar en el El Hogar Obrero, ya tenía algunas ideas respecto a Alfredo Palacios. Y entré a trabajar en el instituto de educación cooperativa de El Hogar Obrero que era el brazo político del partido. Y un día por convencimiento me afilio al Partido Socialista Democrático, que era la rama conservadora del partido y los unía el espanto al peronismo. Peleé mucho por romper esta cuestión, por volver a la unidad a nivel nacional. Jugué mucho en el espacio que armó la unidad con el Partido Socialista Popular de Santa Fe.

Lo hice convencido y con orgullo, en los pocos cargos que teníamos nadie afanaba nada. El secretario de bloque era la autoridad ante los legisladores en nombre del partido.

Yo seleccionaba los temas que se iban a tratar, lo discutíamos con el partido y les llevaba la decisión al bloque.

 

-¿Quiénes eran los legisladores?

-Teníamos a Martín Luque y Carmen Acuña. También integraban el bloque dos legisladores del ARI porque en esa elección habíamos ido aliados con Lilita Carrió, a la que se le había regalado un espacio político que había creado el viejo Bravo.

Cuando Lilita se va del radicalismo y queda boyando, Bravo le habla del interbloque ARI y le pide que se sume, que lo maneje y que luego lo inscriba como partido. Así nos fue con la Carrió. A partir de ese día teníamos que pedirle audiencia. Era terrible.

 

-¿Siempre fue terrible?

-Siempre, tuve charlas de horas con ella y por dentro me decía “que no me convenza”.

Porque tenía la “lata”, me superaba en velocidad para argumentar y de alguna manera me deslumbraba.

Pero algo había que no me gustaba, que me prendía la luz roja. Para colmo en ese momento yo era secretario de organización del Partido y si venía Lilita o Chacho Alvarez me mandaban a atenderlos.

 

-De todas las experiencias que tuvo en cargos ¿cuál le gustó más?

-La experiencia del Concejo Deliberante, era un cable a tierra, se trabajaba con temas concretos. La Legislatura de Córdoba, tengo el orgullo de decir que fui autor del proyecto sobre el testamento vital (declaración de voluntad anticipada), cosa que el gobierno de De la Sota nunca nos dio bola.

Y al legislador que lo firmó, Martín Luque, le dieron un Doctor Honoris Causa de la Universidad de Salamanca por ese proyecto.

Hicimos congresos, recorrimos el país con el proyecto porque en ese momento en Argentina era una novedad. Fue una linda experiencia.

 

-¿Cuáles fueron las razones que lo llevaron a alejarse de la política partidaria?

-Porque me cansé de una cosa que era estéril. No sirven los partidos testimoniales en un país como la Argentina que no tiene código. Al revés de lo que pasa en Europa, que un diputado de un partido ecologista cuando opina lo escuchan y cuando presenta un proyecto se lo tratan. Y acá no pasa nada.

Si militar en política era hacer diligencias, me parecía que estábamos equivocados. Le podíamos solucionar un problema puntual a alguien,  pero no le cambiábamos la vida.

Y lo otro, es como todo,  en política siempre hay una cuestión de competencia permanente y vos terminás juntándote con un grupo de amigos y laburás para que esos amigos sean el representante en las próximas elecciones.

Y enroscás para eso, tongueas para eso, hasta que tu amigo es diputado. Pero todo ese esfuerzo vos no ves que baje a la gente.

Recuerdo una anécdota que tuve con el diputado Eduardo García.

 

-Cuéntela.

-El tenía que ir a la Casa Rosada y me invitó porque yo no la conocía. A la salida veníamos por un pasillo que es por donde entra el presidente y nos encontramos que venía llegando Menem.

La custodia viene armada como una punta de flecha, un grandote adelante, dos atrás y esto obliga a que la gente se tenga que poner a un costado. Menem venía caminando y se acerca a García y lo reconoce como diputado y le pregunta el nombre. Se arrimó a nosotros, me preguntó de dónde era y cuando le dije Villa María me dijo “servicentro Baudino, qué milanesas con huevo me he comido ahí a la madrugada” (risas).

Salimos reconfundidos, estábamos laburando como locos para voltearlo al turco, es como si Macri viniera hoy y nos diera la mano.

Más allá de estas cuestiones anecdóticas, vos no notabas que se pudiera hacer un cambio.

Creo que los socialistas perdieron una gran oportunidad en Santa Fe de hacer crecer un proyecto para el país.

Hubo tipos como Giustiniani que se jugaron a la personal y quisieron ser dueños de la torta, en este partido de “honestos” viene un Giustiniani que prefiere romperlo antes de ser furgón de cola.

Y terminamos en la perspectiva que existe hoy de perder la Gobernación de Santa Fe.

 

-¿Usted piensa que se viene una crisis social más profunda?

-Sí, la vulnerabilidad avanza rápidamente y lo vemos. Cuando vos hablás con la gente piensa que al infierno ya lo hemos pasado, pero cuando escuchás a los economistas están apuntando a los próximos 90, 120 días y ni hablar del año que viene con los vencimientos que se vienen.

Para colmo no está más la plata, la plata se trajo y se la llevan.

 

-¿Quiénes se llevan los dólares?

-Creo que el grupo de las empresas vinculadas a este poder, que son los dueños del poder y son los que fueron a pedir la plata para llevársela de vuelta. Y a nosotros nos dejan la deuda. Cifras siderales, miles de millones se están fugando del país y es de los dólares que tenemos que devolver al Fondo.

No soy economista, pero es sentido común.

 

-¿Qué expectativas tiene?

-Creo que esta fórmula que puso en marcha Cristina, Fernández-Fernández, es la expectativa. Como la viví a la noticia. Cicerón dijo “la suerte está echada” y cruzó el río para ir contra el gobierno oligárquico de Roma a plantar una tiranía y resucitar el poder imperial. Cicerón harto de los senadores, de los negociados, de que no le mandaran plata para el Ejército y él tenía los soldados que le respondían.

Entonces un día, decide ir a Roma y ocupar el lugar político sin saber si los que le habían ofrecido ayuda se la iban a dar.

Creo que Cristina se tiró de cabeza, sin saber si iba a tener el apoyo y se jugó. Creo que esto nos cambia una visión de la política, me guste o no la Cristina.

Pero hacía mucho que no veíamos un gesto importante de parte de un dirigente que nos pone en cuestión todo.

Hasta ahora todo era tibio, ahora se calentó. Y esto en medio de una situación muy complicada, los ciudadanos de a pie tenemos que optar. Y a lo mejor nos equivocamos si votamos a F-F, porque tampoco son el Che Guevara, pero ya han demostrado que por lo menos a los viejos nos trataban mejor que estos.

 

-Estamos presenciando una campaña agresiva, ¿piensa que se va a agudizar?

-Sí, creo que se va a agudizar. Porque hay métodos en que cruzaron todas las líneas. Tener un fiscal dando vuelta, en rebeldía, lo que hemos vivido con Maldonado, Nahuel y otros casos. Creo que es muy de cretinos, pero van a seguir jugando así porque no entienden otra. Acá no hay ética, todo es cuestión de plata y para defender la plata son capaces de cualquier cosa.

 

-Usted que conoció a Carrió hace años, con su discurso republicano, ¿por qué considera que sostiene este proyecto?

-Creo que tiene un problema psiquiátrico, de desequilibrio. Esto lo hablamos cuando Alfredo Bravo era candidato a presidente y vino a hacer la campaña a Córdoba y yo le cuestioné lo que nos costaba, en plata, la Carrió.

Porque para que estuviera dos horas en Córdoba teníamos que alojarla en una suite de un cinco estrellas, comía unos bocaditos y nos dejaba un boletón impresionante al partido. Y salía del hotel e iba a hablar a la tribuna de pobreza.

Son esos golpes que uno se lleva en la vida, como cuando Fernández Meijide nos hizo creer que por ser padres de desaparecidos habían aprendido que del dolor no se puede salir choreando.

Y lo lleva al PAMI al cuñado, después involucrado en un hecho de corrupción.

Nos llevamos muchas puestas.

 

Opiniones

Mauricio Macri

Creo que realmente es un delincuente, por sus antecedentes como contrabandista, por el armado prebendario de obras públicas, recordemos el caso Rousselot (exintendente de Morón). A Rousselot le costó su carrera política por haber recibido coima de Macri. A él lo metieron en cana y a Macri nadie lo juzgó. Y hace muchos años de esto. No es una casualidad lo que nos pasa, la insensibilidad de estos bolicheros de cuarta, hacen negocios a costa de la salud de los viejos, de pisotear la dignidad de los discapacitados, de hacer caer derechos.

De Macri no puedo rescatar absolutamente nada.

 

Juan Schiaretti

Creo que es un buen tiempista y un buen especulador en política. No creo que sea la mejor solución para Córdoba, porque hay temas que están pendientes desde la primera Gobernación de José Manuel de la Sota.

Por ejemplo, el nivel de endeudamiento de la provincia y hasta qué punto se va a sostener esto.

 

Martín Gill

Creo que tiene las condiciones para ser un buen intendente, ha sabido aprovechar lo que dejó plantado Accastello y a partir de ahí desarrollar, madurar los proyectos. Y hoy en día, el tema principal es ver si vamos a tener más educación, más cultura. No sé cómo va a resistir en los próximos tiempos la crisis en lo social que se viene.

 

Me gusta Lo que hago, lo que me tocó hacer, todo lo hice con mucha pasión.

Me encanta Escribir, estar con la familia.

Me divierte Jugar con los chicos, escuchar música.

Me entristece La soledad de mucha gente, sobre todo de los viejos.

Me enoja La injusticia, la amoralidad con la que estamos viviendo.

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