El pueblo, protagonista central del origen del peronismo

lunes, 18 de octubre de 2021 · 08:30

Escribe: Nancy Musa
DE NUESTRA REDACCION

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Día de la Lealtad, 17 de octubre de 1945. La gran mayoría de los que están leyendo esta nota no habían nacido en esa fecha. Tal vez, la escucharon de boca de sus padres, abuelos o tatarabuelos. Unos hablando maravillas, otros criticando con fervor.

Día de la Lealtad. Palabra rara en este siglo XXI, individualista y sumergido en la liquidez. ¿Qué es ser leal? El diccionario de la Real, o irreal, Academia Española dice textualmente: Persona que es incapaz de traicionar o engañar, actúa con respeto y fidelidad a sus principios morales, a sus compromisos o hacia la persona que lo ayuda, protege o mantiene.

Una definición con muchas aristas. La traición y el engaño son monedas corrientes, desde el inicio de los tiempos. Judas sobran. Respeto y fidelidad a los principios morales. Cabe preguntarse ¿qué principios? Muchos de esos ya son finales. Hace años, se respetaba la palabra. Hoy, la palabra es remplazada por signos, por emoticones, por memes. La palabra es usada para mentir, para manipular, para destruir al que piensa distinto, para hacer denuncias falsas, para pulverizar sueños y condenar a la alegría.

Fidelidad al que lo mantiene, es relativo. Nos lleva a pensar que hay dirigentes que actúan, según su conveniencia. Y que eso de servir al bien común, es un caballito de batalla para no perder los privilegios.

Día de la Lealtad. Mientras escribo esta nota, en un día muy especial para las madres, me concentro en ese 17 de octubre de 1945. Una fecha en que las mujeres no tenían derecho al voto, un dato no menor.

Los trabajadores y trabajadoras en su mayoría, podían cumplir sus obligaciones, hacer lo que le ordenaban, pero sin quejarse ni reclamar nada y mucho menos atreverse a “mirar a los ojos como un igual a sus patrones”. Una cosa era la “sociedad blanca, pura, civilizada” y otra era el residuo invisible, ignorado, desechable, nacido para la “servidumbre”.

Ese conjunto de seres invisibles, fueron los protagonistas del 17 de octubre de 1945. Para asombro de millones, para esperanza de millones. Fue el Día del Pueblo, así se lo llamó originalmente en un proyecto de ley presentado en 1946 por los diputados Eduardo Colom, Cipriano Reyes y Carlos Gustavo Gericke.

“Lo más singular del 17 de octubre fue la violenta y desnuda presentación de una nueva realidad humana. Eso es lo que resultó más chocante a esta Buenos Aires orgullosa de su rostro europeo: reconocer en esa hora desaforada que tenía el color de la tierra, una caricatura vergonzosa de su propia imagen”, relató en su libro El 45, el escritor Félix Luna.

Una nueva realidad humana. Te eriza la piel leerlo. El “color de la tierra” al que no estaba acostumbrado el “blanco” impoluto. Los creían marcianos, cuenta Luna. ¿Qué hay detrás de ese relato? La idea que el país era de unos pocos privilegiados, bellos, bien vestidos, señores y señoras de nobles apellidos, de rancia estirpe, elegidos por los dioses, bendecidos por su casta y su abolengo.

Pasaron 76 años y parece una ficción que esa discriminación haya existido. Y existe, todavía. Siguen estando, los que desprecian a otros seres humanos por su color, por su condición económica, por su falta de oportunidades, por sus deseos de ser reconocidos como humanos.

 

“El sedimento social”

El ensayista y biógrafo Martínez Estrada, uno de los miembros fundadores de la Sociedad Argentina de Escritores, relató: “El 17 de octubre Perón volcó a las calles céntricas de Buenos Aires un sedimento social que nadie habría reconocido. Parecía una invasión de gentes de otro país, hablando otro idioma, vistiendo trajes exóticos, y sin embargo era parte del pueblo argentino.”

La invasión de los invisibles. La invasión de los que construían la Patria en silencio, con sudor y lágrimas, como decía un británico tan elogiado en estas tierras.

¿Quién logró percibir el sentimiento de esa “horda”, como la llamaron? Un militar, subestimado en ese momento, por sus pares que decidieron hacerlo renunciar a su puesto y apresarlo. “Hay que parar a Perón, hay que detenerlo”, exigían.

El 13 de octubre de 1945, lo detuvieron y lo enviaron a la isla Martín García. La oposición venía pidiendo que la Corte Suprema de Justicia se hiciera cargo del gobierno.

El Comité Central Confederal de la CGT declaró una huelga general a partir de la hora cero del 18 de octubre “en defensa de las conquistas sociales implementadas por Perón, desde la Secretaría de Trabajo”.

Un día antes, miles de trabajadores ganaron las calles. El teniente coronel Domingo Mercante, íntimo amigo de Perón, fue uno de los organizadores, junto a sindicalistas, de la manifestación que se convirtió en uno de los hechos más importantes de la historia política del país. También fue una pieza clave en la negociación con el gobierno para la liberación del hombre que luego fuera el líder del Movimiento Nacional Justicialista.

Sin embargo, el protagonista indiscutido del masivo e inesperado acontecimiento fue el pueblo. El obrero y la trabajadora que dejaron sus puestos para marchar pidiendo por Perón. El que decidió cruzar a nado el Riachuelo porque habían cerrado el puente para impedirles el paso. Los y las que caminaron kilómetros para llegar a las puertas de la Casa de Gobierno. Los que se treparon en camiones, los descamisados, los de saco, los hijos sufrientes de la Madre Tierra.

Los que esperaron ver a su líder en el balcón después de un largo y agotador día. Los que regalaron “la voz más maravillosa”. Los y las que fundaron su propia historia.

Meses después, Juan Domingo Perón llegó a la presidencia con la alianza entre el Partido Laborista, la Junta Renovadora Radical y el Partido Independiente. La fórmula Perón-Quijano obtuvo el 53,71% de los sufragios, en las elecciones realizadas el 24 de febrero de 1946.

Por su lado, la Unión Democrática contabilizó el 43,65% de los votos. La lista apoyada por la embajada de USA, fue integrada por la UCR, Partido Socialista, Partido Comunista y Demócrata Progresista.

A lo largo de los años, la épica del 17 de octubre se fue transformando. Desde el retorno de la democracia, se recordó con pequeños actos protocolares organizados por los dirigentes históricos del peronismo.

Hasta 2019, en que el Frente de Todos hizo su acto de cierre de campaña en La Pampa.

 

Crisis, pandemia y marcha

Crisis económica, pandemia, nuevos y viejos dolores. Nuevas caras, viejas historias. Otra vez una oposición grita “hay que parar al kirchnerismo”, “hay que decir basta y detenerlo”. Las mismas consignas, con algunos adornos, del 45. Nuevamente florece el concepto de los “estéticamente superiores” y los discursos anti derechos.

El odio se pasea por las cámaras, hace su nido en las redes y abusa de la tecnología para ejercer su poder de contagio.

Perón intentó la unidad nacional, no la logró.

Ayer, después de meses de encierro cumpliendo los protocolos, el peronismo volvió a las calles. 

Con carteles, cánticos, abrazos, regresó a las calles intentando recuperar la épica de sus orígenes.

Hoy, la CGT hará su acto.

En tanto, el gobierno seguirá en la búsqueda de un acuerdo nacional para llevar adelante una serie de políticas de Estado que mejoren la calidad de vida de la población.

Es el desafío que viene.

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