Más que una salida electoral, una entrada a la vida

lunes, 1 de noviembre de 2021 · 10:32

“Ya no habrá sectas de nenes de papá ni de adivinos ni de uniformados ni de matones para decirnos qué tenemos que hacer con la Patria... no hay dos pueblos, hay dos dirigencias, dos posibilidades. Pero que nadie se equivoque: hay un solo pueblo". Palabras de Raúl Alfonsín en 1983.
Un solo pueblo que deseaba dejar atrás los pasillos oscuros de la muerte; 30 de octubre de 1983, una jornada de luz para la democracia. Un túnel de entrada a la vida. Una nueva esperanza, entre tantos dolores y frustraciones. No fue fácil emprender ese camino, el pueblo había recuperado las urnas, pero el poder seguía estando en las sombras, acechando, manejando los hilos.
El 30 de octubre de 1983 millones celebraron, agitaron banderas, cantaron en honor al tesoro recuperado. “Fue una bisagra a la historia”, dijo el presidente electo cuyas iniciales RA coincidían con República Argentina.
Se había ganado una batalla, pero el enemigo no se había rendido, simplemente se había replegado.
En 1983 la población argentina era de 29.454.738 habitantes. En el padrón figuraban inscriptos 17.929.951. Más de 15 millones fueron a votar, el 85%.
Para sorpresa de muchos analistas, la fórmula Raúl Alfonsín-Víctor Martínez de la Unión Cívica Radical se impuso con el 51,7% de los sufragios, dejando en segundo lugar al PJ encabezado por Italo Luder-Deolindo Bittel que logró el 40,16%. Lejos quedó Oscar Alende-Mirto Viale con un 2,33%.
El PJ ganó en ocho provincias: Jujuy, Salta, Formosa, Chaco, Tucumán, La Rioja, Santiago del Estero y Santa Cruz, el resto del país se tiñó de rojo. El humilde abogado de Chascomús, el que recitaba el Preámbulo, el que llamaba a la unidad y nombraba a Yrigoyen, Alem, Perón, Evita, el que creía que con la democracia se “come, se cura, se educa”, logró conquistar el corazón de millones de seres buscando una salida a la noche oscura y una entrada al amanecer.
“La dictadura se iba, dejando tras de sí las ruinas de un país arrasado. Miles de desaparecidos, familias destruidas, la industria nacional herida de muerte, las cicatrices de una guerra perdida, una deuda externa que condicionaba cualquier política de gobierno, niños desnutridos y analfabetos, una sociedad menos solidaria y más individualista, y el eco de un discurso oficial que durante años había hecho creer que la utopía era sinónimo de estupidez. Los militares y los grupos económicos que se enriquecieron, aún más durante su gestión, no se iban derrotados, solo abandonaban el gobierno.
Eran muchas las urgencias, las demandas, las necesidades, pero también era muy grande la esperanza de todo un pueblo por aquellos días de 1983 en revertir la pesada herencia y construir una sociedad más justa y democrática”, escribió Felipe Pigna sobre ese momento histórico.

Los cercanos a RA
El dirigente sindical de los municipales villamarienses, Camilo Rodríguez, fue uno de los hombres de nuestra ciudad cercanos a Alfonsín. En la entrevista que le hicimos para este suplemento, años atrás, contó: “Cuando Alfonsín vino a una fábrica de Córdoba, no dejaban entrar a nadie. Al final me dejaron entrar, cayó Alfonsín, saludó a todo el mundo y el Nito Botta me lo presenta. ‘Mucho gusto en conocerte, quiero que me acompañés al recorrido de la fábrica’, me dijo.
Recuerdo que estaban todos los laburantes, Alfonsín empezó a caminar y lo empezaron a aplaudir. Y yo iba a la par de él. Vino el almuerzo después en el comedor, Alfonsín se puso en la punta de una mesa, solo, se sacó los zapatos y puso los pies arriba de la silla.
Me mandó a llamar y me dijo que iba a ser diputado nacional. ‘No llego’, le contesté. ‘Si no llegás te venís a trabajar conmigo’, me respondió.
Yo veía que el Chancho Mestre me miraba, habrá pensado quién es este Negro que está sentado ahí, y se viene para sacarme cagando, el Nito Botta lo paró a mitad de camino (risas).
Ahí lo conocí”.
El Negro Camilo siguió contando anécdotas en nuestra charla de más de dos horas:
“A Olivos debo haber ido 40 veces, y dos veces cené en la Residencia con el Gabinete completo. Ahí sí me produjo cosas, pensar que el Negro Camilo estaba sentado en el comedor de la Residencia con el presidente.
A mí me quería el viejo. Me honró con su amistad.
Recuerdo una anécdota, un día teníamos que ir a Olivos y no teníamos con qué ir, y la secretaria de Olaviaga ofreció su auto. Yo, saco blanco, corbata roja, manejaba Miguel, la chica al lado y yo atrás sentado solo.
Llegamos a la residencia, el milico pidió la documentación y saqué mi credencial. Y el soldado por la radio dice ‘va a ingresar el señor Camilo Rodríguez, con chofer y secretaria’ (risas).
Cuando entramos se lo contamos al presidente y se cagaba de risa.
Otro momento importante fue cuando nos encomendaron la representación en Italia a mí y a Rompani, un gran gremialista.
Cuando nos tocó hablar fue una ovación, porque para el mundo recobrar la democracia era un hecho trascendental”.
Sí, la recuperación de la democracia fue un hecho trascendental en el mundo.

Otras voces
De las entrevistas del Mano a Mano recuperé otras voces recordando a Raúl Alfonsín.
Felipe Botta: “Estábamos comiendo en casa y llegó papá con él, nos hizo parar y nos dijo salúdenlo porque va a ser el próximo presidente de la República.
Fue en la década del 70. Estábamos todos comiendo y apareció este gallego, petiso y de bigote (se ríe). Pero cuando hablaba… (se emociona), tenía todo bien claro. Siempre habló de lo mismo, de trabajar todos por la Patria y bueno algunas cosas no le salieron bien y tuvo un contrapeso que no quería que las cosas le salieran bien”.
Miguel Olaviaga: “Alfonsín vino en 1982 a presentar el libro ‘La cuestión argentina’ en el Cine Rex. Había un tercio de las butacas ocupadas. Yo, como estaba proscripto, tenía conocimiento que Alfonsín defendía presos políticos y eso me llamó la atención. Yo no iba a los eventos, porque no me estaba permitido, así que hacía comisiones, y esa noche lo fui a escuchar.
Y yo fumaba, cuando termina la charla, él sale con un portafolio, al frente estaba la librería de Baysre y creo que lo felicité. El me invita a que fuéramos al frente, estaba Daniel Baysre, Osvaldo Samuel y se plantea una charla entre pocos. 
En ese entonces él estaba armando su proyecto político para enfrentarse con De la Rúa en la provincia de Buenos Aires. Hace un pedido expreso para que los acompañáramos y tomé la determinación casi de inmediato.
Me movilizó y a partir de ahí ya empecé a tomar contacto con la política y estuvimos muy cerca con Camilo Rodríguez”.
Carlos Giliberti: “Empecé a militar por Alfonsín, si bien en mi casa se hablaba del radicalismo, Alfonsín me movilizó. Y creo que a muchos, Alfonsín no era un radical cerrado, tenía una idea de movimiento y sumamos mucha gente, él comenzó con la transversalidad.
A nosotros nos decían los zurdos, dentro del partido radical. En esa época me había ido al sur, porque acá no había ni una heladera para pintar, me fui con la expectativa de quedarme, pero con la guerra de Malvinas la situación se complicó en el sur”.
Cecilia Fernández: “Cuando empecé a militar ya no estaba mi papá, murió en el año 79, pero sí estaba mi mamá. Y mi mamá era un baluarte, ella participaba en la asamblea por los derechos humanos, me acompañaba en las cuestiones partidarias, parte de la campaña la hice embarazada.
Tenía otra mística, tenía otra impronta, otro compromiso social. En ese momento estaba Raúl Alfonsín que nos deslumbraba, que nos había devuelto la Constitución, nos había devuelto los principios, había luchado desde el vamos por los derechos humanos.
Me acuerdo que mi papá recibía una revistita, de circulación restringida, donde aparecían las notas que presentaban los que integraban los derechos humanos en plena época del proceso militar.
Estábamos con una fuerza, con una necesidad de recuperar los años perdidos, de recuperar la democracia, no me acuerdo haber vivido antes en democracia”.

Somos historia
Recordar la historia es fundamental para entender el presente y soñar con el futuro. Recuperar la democracia nos costó miles y miles de lágrimas. Nuestro deber ciudadano es cuidarla, protegerla de esos agazapados que nunca se fueron. A pocos días de una elección, resulta incomprensible que una parte de la sociedad se niegue a ir a votar.
Podemos estar decepcionados, sí. Podemos sentir enojo por no ver los resultados que deseamos, sí.  Podemos caer en la trampa de los que engañan para beneficio propio, sí. Todo es posible en este mundo de injusticias.
Lo que no podemos es resignar nuestro derecho a votar.
No podemos dar la espalda a la democracia. Hace 38 años la campaña decía que esto “no era una salida electoral, era una entrada a la vida”.
Hoy, después de una pandemia, del dolor que causó, de tantas pérdidas, vuelve a tener significado, curiosamente, esa frase: una entrada a la vida.
 

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