Mano a mano

La eterna deuda externa

Escribe Nancy Musa
De nuestra Redacción

La historia de la deuda externa argentina o eterna, según los acontecimientos, comenzó en el invierno de 1822. Hace 200 años. La iniciativa fue impulsada por el entonces ministro Bernardino Rivadavia.

La Junta de Representantes de Buenos Aires facultó al Gobierno de la provincia a negociar “dentro o fuera del país”, un empréstito de “tres a cuatro millones de pesos”, para nada menos que: a) construir un puerto en Buenos Aires, b) fundar tres ciudades sobre la costa que sirvieran de puertos al exterior, c) levantar algunos pueblos sobre la nueva frontera de indios y d) proveer de aguas corrientes a la capital provincial, según cuenta el historiador Felipe Pigna.

Tras un intenso debate, la ley quedó aprobada y se fijó como garantía la hipoteca sobre la tierra pública de la provincia.

El 7 de diciembre los Robertson convencen a Rivadavia para que acepte la formación de un “consorcio” para la colocación del empréstito de Londres “al tipo de 70”. Aquí hay un punto importante a señalar. Mientras que la ley hablaba de un mínimo del 70%, los negociadores dan por hecho aquel porcentaje.

Los gestores fueron Braulio Costa, Félix Castro, Miguel Riglos, Juan Pablo Sáenz Valiente y los hermanos Parish Robertson. En su conjunto se llevaron 120 mil libras del monto total del crédito en carácter de comisión.

La Baring había logrado recaudar 850 mil libras. Al gobierno de Buenos Aires solo tenía que pagarle 700 mil. De las 150 mil libras restantes tenía que entregarle 120 mil a los negociadores y quedarse con 30 mil.

Cuando Rivadavia renunció a su ministerio y llegó a Londres, los banqueros de don Bernardino, la casa Hullet, tomaron, a cargo del Estado de Buenos Aires, 6.000 libras esterlinas del empréstito para gastos de “representación” del exfuncionario que en realidad estaba viajando por negocios personales.

Robertson y Castro aceptaron, con la generosidad de quienes dan lo que no es de ellos, que se le diera a Rivadavia lo que pidiera y ya que estaban retiraron otras 7.000 libras en concepto de comisión y, por qué no, otras 3.000 simplemente por “gastos”. Esto violaba lo establecido en sus instrucciones, que no les permitían descontar sus comisiones al gobierno. Y ya que estaba la Baring, notando el descontrol, impuso un descuento de 131.300 libras por “cuatro servicios adelantados de intereses y amortizaciones”, más una comisión del 1% sobre los mismos.

Tras el saqueo de la Baring y sus socios anglo-argentinos, del hipotético millón de libras, quedaban:

• 552.700 libras.

Lo que no se había modificado era el monto de la deuda que había que pagar que seguía siendo de:

• 1.000.000 de libras. (fuente: texto de Felipe Pigna).

Así empezó la historia, con actos de corrupción que sirvieron de ejemplo en el transcurso de los últimos 200 años.

 

Libre deuda por poco tiempo

El país se liberó de la deuda externa en 1951, durante la presidencia de Juan Domingo Perón. En ese momento, Argentina se convirtió en acreedor por una suma superior a los 5 mil millones de pesos.

El alivio duró poco tiempo. Con la llegada de la Revolución libertadora, otra vez entraron en juego los préstamos provenientes de bancos europeos.

La dictadura encabezada por el general Pedro Eugenio Aramburu tomó un crédito de 700 millones de dólares. El plazo de devolución: un año. Así la rueda empezó a girar nuevamente, el país se incorpora al FMI y surge el Club de París.

Los préstamos, impagables en los plazos previstos, se cancelan con nuevos créditos y más intereses. Una bola de fuego.

El primer acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) se firma en 1958, durante la Presidencia de Arturo Frondizi. Se trataba de un préstamo por 75 millones de dólares destinado a “estabilizar el problema cambiario” y “frenar la inflación”.

Un dato a tener en cuenta: a fines de la Segunda Guerra Mundial las reservas de oro y divisas acumuladas en el Banco Central superaban en 1.300 millones de dólares a la deuda externa, a fines de abril de 1958 era la deuda externa la que superaba en 1.100 millones de dólares a las reservas de oro y divisas.

 

La bicicleta financiera

“A mediados de los años 70, la economía internacional presentaba elevados índices de liquidez, bajas tasas de interés y bancos ávidos de obtener nuevas plazas de colocación, cuando comenzaron a fluir al mercado doméstico (y a los de otros países de América Latina) importantes corrientes de capitales. En el caso puntual de la Argentina, el ingreso de esos capitales asumió inicialmente la forma de préstamos al sector privado. El marco contextual era el de una economía que había reducido drásticamente sus niveles de protección y, tras varias décadas de economía cerrada, encaraba un proceso de apertura. A ello se agregó la reforma financiera, concretada en 1977, que liberalizó la actividad financiera (en rigor, se trató de una transferencia al sector privado de un control decisivo sobre el comportamiento del sector bancario, en particular, y el financiero, en general).

El negocio se basaba en solicitar créditos al exterior, cambiar las divisas ingresadas al tipo de cambio vigente (sobrevaluado), colocar ese dinero en el mercado financiero local (plazos fijos a altas tasas de interés) y finalmente reconvertir esos pesos nuevamente en divisas, lo cual arrojaba cuantiosas ganancias. A diferencia de otros países de la región, que destinaron parte del endeudamiento externo a profundizar sus procesos de industrialización, en la Argentina el crédito internacional se utilizó principalmente con fines especulativos”, expresó un informe del Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (CIEPP).

En 1982 se estatiza la deuda privada. Este hecho le sumó al Estado compromisos por más de 5.000 millones de dólares. Algunas de las empresas beneficiadas fueron: Acindar, Alpargatas, Autopistas Urbanas, Banco de Italia, Celulosa, Cogasco y Pérez Companc, entre otras.

 

El regreso de la democracia

En diciembre de 1983 el pueblo celebró la recuperación de la democracia y la asunción de Raúl Alfonsín. El nuevo presidente se encontró con una pesada carga: la deuda externa había aumentado un 364% durante el gobierno militar hasta llegar a los 45 mil millones de dólares, por lo que su pago demandaba el 50% de las divisas generadas por las exportaciones del país.

“La Argentina quiere pagar, está dispuesta a pagar, quiere cumplir con sus obligaciones, pero también todos debieran advertir de que aquí hay alguna suerte de culpa concurrente". Palabras de Raúl Alfonsín.

Culpas recurrentes, una historia repetida en el camino de la deuda eterna.

Entre suspensión de pagos y acuerdos stand by con el FMI transcurrieron los primeros años.

En el otoño de 1988 Argentina entró en moratoria del pago de su deuda externa.

El resultado fue hiperinflación y un incremento de la deuda del 44%.

Dos años después se restablecieron los pagos de la deuda, aunque de manera parcial, a razón de 40 millones de dólares mensuales, cifra que se incrementó levemente a partir de 1991. Cuando Domingo Cavallo asumió como ministro de Economía, del gobierno de Carlos Menem, la deuda era ya de 61.400 millones de dólares. El restablecimiento pleno de los pagos se concretó recién en 1993, tras la puesta en marcha del ya mencionado Plan Brady, como “solución definitiva” al problema de la deuda.

Para Cavallo, la deuda sería insignificante al final del siglo XX.

No fue así. Otra mentira recurrente. En 1999 la deuda superaba los 146 mil millones de dólares. Un 123% más que en el inicio de los 90.

 

El nuevo siglo

Bajo la Presidencia de Fernando de la Rúa se encaró un fuerte ajuste fiscal, reducción del gasto público, aumento de impuestos y aumento del endeudamiento. Todos los caminos llevaron a más deuda y más sufrimiento del pueblo.

Los “iluminados” volvieron al ruedo para inventar blindaje financiero, megacanje y otras palabras que resultaron en beneficios sustanciales para los mismos de siempre y en quebranto para la mayoría de los argentinos y argentinas.

En 2001 se produjo una fuga de depósitos millonaria que llevó al Corralito y a la crisis de 2001. Muertes, pobreza, depósitos incautados y una deuda impagable que terminó en default.

Los constructores de semejante desastre todavía siguen hablando y dando consejos económicos. Culpables recurrentes.

A partir de 2005 se logró un canje de deuda y se le pagó la totalidad al FMI durante la gestión de Néstor Kirchner. Si bien la deuda siguió en aumento en su monto, comparada con su incidencia en el PBI el efecto fue de reducción.

Según un cuadro publicado en la página del Banco Central, la evolución de la deuda bruta con respecto al PBI fue la siguiente:

2004: deuda equivalente al 118% del PBI

2005: deuda equivalente al 80,5% del PBI

2006: deuda equivalente al 70,6% del PBI (cancelación de la deuda con el FMI)

2007: deuda equivalente al 62,1% del PBI

2008: deuda equivalente al 53,8 del PBI

2009: deuda equivalente al 55,4% del PBI

2010: deuda equivalente al 43,5% del PBI

2011: deuda equivalente al 38,9% del PBI

2012: deuda equivalente al 40,4% del PBI

2013: deuda equivalente al 43,5% del PBI

2014: deuda equivalente al 44,7% del PBI

2015: deuda equivalente al 52,6% del PBI

2016: deuda equivalente al 53,1% del PBI

2017: deuda equivalente al 56,5% del PBI

2018: deuda equivalente al 85,2% del PBI (préstamo del FMI)

2019: deuda equivalente al 88,8% del PBI

2020: deuda equivalente al 102,8% del PBI (plena pandemia)

2021: deuda equivalente al 82,2% del PBI.

En 2021 el Gobierno logró restructurar la deuda privada. Este año siguen las negociaciones con la impagable deuda tomada en 2018 con el Fondo Monetario Internacional.

Un país con buenas posibilidades de éxito, condenado a una deuda eterna, con culpables recurrentes.

 

2
5
15%
Satisfacción
7%
Esperanza
38%
Bronca
0%
Tristeza
7%
Incertidumbre
30%
Indiferencia

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