El economista visionario que murió ignorado y pobre

lunes, 20 de junio de 2022 · 08:30

“Un Estado no puede elegir reducir sus gastos, pues está obligado a gastar para garantizar la soberanía 
política sobre el territorio.”
Manuel Belgrano

 

Nuestra historia. Contada a medias, a cuartos, a octavos. Nuestra historia, servida en los platos de las clases dominantes para consumo de los dominados. Raíces revolucionarias de Padres de la Patria. Raíces conservadoras de hijos de la Corona.

Troncos con matices de diferentes colores, ramas enfrentadas. Desde niños escuchamos hablar de revolucionarios y conservadores, unitarios y federales,

oligarcas y pueblo, peronismo y antiperonismo, porteños y provincianos, izquierda y derecha, nacionalistas y liberales.

Un simplismo que refleja la superficialidad en la que hemos sido educados con fines, sin duda, beneficiosos para los pocos que han concentrado y siguen concentrando. El denominado “poder real”, la “realeza” que permanece manejando los hilos del reino del revés. Un reino donde las vacas flacas nadan y los peces gordos vuelan.

Esta historia líquida, que nos contaron en la infancia, encasilló a nuestros próceres en hombres recordados por ciertas acciones y no por sus grandes ideas y visiones sobre el futuro.

La mayoría recuerda a San Martín con el cruce de los Andes y la liberación de Chile y Perú, a Belgrano con el Día de la Bandera y a Sarmiento con el maestro. La misma síntesis, sin profundizar en sus ideales, se hizo con los demás líderes que intentaron transformar la matriz de la política y que fueron derrocados, perseguidos, acusados, proscriptos.

Hoy es el Día de la Bandera, implementado en relación con la muerte de Manuel Belgrano, uno de los hombres más visionarios de la Revolución de Mayo. El guerrero que nació rico y murió pobre porque destinó sus bienes para la causa y culminó sus días en la miseria en medio de una guerra civil.

“Días enteros permaneció en su lecho, en la misma habitación donde naciera, atendido por sus hermanos, entre ellos el canónigo don Domingo Estanislao, y la dulce Juana, que le hizo de madre.

Iban a verlo muchos amigos de la juventud y casi todos los vecinos; uno, Juan Súllivan, que era médico, tocaba el clavicordio, para distraerlo”, cuenta Felipe Pigna en una nota publicada en el historiador.com.ar

La Junta de Representantes no lo auxilió en la indigencia que marcó su momento final. Así se fue, ignorado, con deudas y sin cobrar los sueldos impagos del Gobierno. Sus últimas palabras, muy recordadas por los manuales, fueron: “Yo espero que los buenos ciudadanos de esta tierra trabajarán para remediar sus desgracias. Ay, Patria mía.”

Nuestra historia. Ay, Patria mía.

 

El primer economista

“Existiendo el contrabando y con él el infernal monopolio, se reducirán las riquezas a unas cuantas manos que arrancan el jugo de la Patria y la reducen a la miseria.” Una de las tantas frases del primer economista argentino. Contrabando, monopolio, pocas manos arrancando el jugo. Pasaron 200 años y sus palabras siguen vigentes.

Siguen los exprimidores de la Patria haciendo de las suyas y sin compartir ni una gota para el sediento.

Belgrano los llamaba “especuladores, parásitos, inútiles”. Los mismos calificativos que se aplican en la actualidad, pero no les cambia su esencia.

En septiembre de 1813, hace casi 209 años, en La Gaceta se publicó un artículo escrito por Belgrano, y que transcribimos a continuación uno de sus párrafos:

“Se han elevado entre los hombres dos clases muy distintas; una la dispone de los frutos de la tierra, la otra es llamada solamente a ayudar, por su trabajo, la reproducción anual de estos frutos y riquezas o a desplegar su industria para ofrecer a los propietarios comodidades y objetos de lujo, en cambio de lo que les sobra.”

El pensamiento del primer economista del país, fue rescatado en diversas publicaciones, entre ellas, un libro llamado “Pensamiento económico de Manuel Belgrano”. La idea y dirección del escrito fue del ministro de Economía, Martín Guzmán, con la investigación histórica de Rodrigo López.

En el prólogo de la publicación, Guzmán, expresó: “La argumentación de Belgrano toma elementos de diversas contribuciones anteriores, combinadas con pragmatismo de un modo que considera especialmente su pertinencia para nuestra economía. Ese pragmatismo no significó nunca contemplar la entrega de la política a manos de los actores económicos más poderosos. En su lugar, propuso soluciones concretas a los problemas del desarrollo de la Argentina, que tuvieron en cuenta la conveniencia de unir el progreso de la agricultura, la expansión del comercio internacional, removidas las restricciones coloniales, y la promoción de industrias incipientes.”

El pensamiento belgraniano promovía, entre otras, las siguientes consignas:

-Protección de la industria nacional.

-Agregar valor a las materias primas.

-Articulación del campo, la industria, el comercio.

-Reforma agraria.

-Premios y buenos salarios a los trabajadores rurales.

-Educación pública, gratuita y obligatoria.

En la recopilación de artículos del tratado publicado por el Ministerio de Economía, se analiza el pensamiento de Belgrano en torno a diversas áreas, entre ellas, la agricultura, la teoría monetaria, los bancos y la deuda externa.

Si bien el Río de la Plata no contaba con ningún banco –y habría que esperar hasta 1822 para la fundación del Banco de Buenos Aires–, Belgrano adelantó el análisis de tales instituciones. Los consideraba “el resorte de la materia del crédito”. Su opinión sobre los bancos era favorable, pues ayudarían a fomentar la circulación. Aunque guardó algunas reservas: “… Siempre que la circulación y el crédito gocen de una cierta actividad, los bancos son inútiles y aun peligrosos”, señala el texto.

No se equivocó en su análisis, el visionario que pasó sus últimos días en la miseria y hasta vendió su reloj de oro para saldar una deuda.

 

La deuda externa

Con respecto a las deudas del Estado, la publicación indicó: “Belgrano no llegó a ver la deuda externa. Hubo que esperar hasta 1824 para que Rivadavia y la Baring Brothers iniciaran nuestra historia con los empréstitos. Sin embargo, la posición de Belgrano es muy crítica sobre el endeudamiento externo.

Para explicar su punto, diferenció la situación de un particular y la del Estado.

Belgrano argumentó que, a diferencia de un particular, un Estado no puede elegir reducir sus gastos, pues está obligado a gastar para garantizar la soberanía política sobre el territorio. Por igual motivo, un particular puede elegir endeudarse, siempre y cuando espere con ello un beneficio futuro. En cambio, el Estado no puede seguir una lógica mercantil de rentabilidades; y está expuesto a endeudarse sin que ello implique asegurar el repago acumulando deudas.”

Belgrano fue tajante sobre lo pernicioso de recurrir al financiamiento externo: “No nos detengamos sobre la preocupación pueril que mira la arribada de este dinero como una ventaja.  Los rivales de un pueblo no tienen medio más cierto de arruinar su comercio que el tomar interés en sus deudas públicas.”

Interesante visión sobre el daño que produce la especulación sobre los pueblos, condenándolos a la pobreza y a la dependencia.

En la mayoría de los artículos escritos por Belgrano en el Correo de Comercio (un periódico semanal de ocho páginas), destacó la importancia del comercio interno basado en el consumo y resaltando la necesidad de que los habitantes tuvieran buenos ingresos.

 

Recuperar la historia

Nuestra historia contada a medias, a cuartos, a octavos, necesita ser reconocida para no estar “condenados a repetirla”.

Manuel Belgrano fue un hombre que supo condensar las experiencias del mundo de fines de siglo XVIII y comienzos del XIX y plasmarlos en una visión estratégica sobre el porvenir.

El tradicional acto de jura de la bandera, en la fecha de su muerte, debería ser una reflexión en torno a la lucha de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano.

Abogado, economista, periodista, diplomático, militar.  Un dirigente preparado, con fuertes convicciones, despojado de ambiciones personales, entregado a los valores de la libertad, fraternidad, justicia social, inclusión de los pueblos originarios.

Se formó en Europa, en plena revolución francesa, y se nutrió de las ideas de ?Rousseau, Voltaire, Adam Smith y Quesnay, entre otros.

Eligió la lucha, se desprendió de su patrimonio en aras de una causa y tuvo que enfrentar los mayores obstáculos. Sus ideas de modernización no eran bien vistas por los dirigentes locales. La oposición no lo detuvo, siguió batallando en medio de la adversidad.

En 1812 le propuso al Triunvirato la adopción de una escarapela blanca y celeste. La propuesta fue aprobada el 18 de febrero de 1812. Pocos días después, el 27 de febrero, Belgrano hizo formar a sus tropas frente a una bandera con los colores de la escarapela. El triunvirato, a través de su secretario Bernardino Rivadavia, se opuso y le ordenó guardar esa bandera y seguir usando la española.

Claro reflejo de una época con políticos ansiosos de liberación y políticos sirvientes de sus amos del Norte.

Reflejos que, hasta hoy, en pleno siglo XXI, siguen mutando entre los circuitos de un sistema que cambia de nombres, pero no de dueños.

De pronto, en una fecha como esta, rescatar los ideales de Belgrano es volver a recuperar nuestras raíces como Nación, sentir que como pueblo tenemos la fuerza necesaria para identificar a los exprimidores del jugo de la Patria y unirnos por una misma causa: trabajar para remediar las desgracias de nuestra querida tierra.

De esta forma, le haríamos honor a jurar la Lealtad a la Bandera.

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